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Sergio Abreu: la guerra, la inflación global y el golpe a la institucionalidad

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Sergio Abreu. Secretario General de ALADI. Foto: El País

ENTREVISTA

La derogación de la cláusula de la Nación más favorecida para Rusia en la OMC por algunos países, es un precedente que quita seguridad jurídica a las economías de nuestra región.

Para el Secretario General de la Asociación Latinoamericana de Integración, (Aladi), Sergio Abreu, el mundo atraviesa hoy una preocupante crisis institucional en medio de paradójicos liderazgos nacionalistas, donde todos pierden, aunque advierte que posiblemente China se beneficie geopolíticamente de este conflicto. Sostiene que la guerra exacerba las ya frágiles reglas multilaterales, en un contexto donde revive el armamentismo y la seguridad alimentaria global está en juego. Abreu remarcó que el panorama global que surge de esta coyuntura desencadenará mayores dificultades a los países en desarrollo, particularmente Latinoamérica. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿La invasión Rusia a Ucrania ha puesto en tensión a la institucionalidad en el mundo?

—La guerra ha provocado una preocupante crisis global. La tensión institucional en las Naciones Unidas surge de la violación de los principios del derecho internacional, en especial, el de integridad territorial por la invasión de Rusia al Estado de Ucrania.
Situémonos. La guerra fría dejó paso a una multipolaridad global en el equilibrio de poder. China es el gran actor de la dinámica geopolítica actual. Si bien es una potencia nuclear su “capitalismo autoritario” la ubica como la primera exportadora de bienes del mundo y la tercera de servicios. Registra superávit comercial con los EE.UU. y es su principal acreedor. Y, por otro lado, Europa se enfrenta al desafío de rescatar su soberanía energética, al depender la mayoría de esos países del gas ruso, como es el caso de Alemania, entre otros. Su objetivo estratégico es rediseñar la matriz energética y volver a la energía nuclear, que más allá de sus riesgos, es ecológicamente limpia.

—¿Faltan líderes que den la talla para afrontar tensiones como las generadas a partir de la invasión rusa?

—Los liderazgos de hoy son paradójicamente nacionalistas. La gobernanza global se ejerce en los G 5, G7, G 8 y G20. El poder se disputa fuera de ámbitos como las Naciones Unidas y, si algo faltaba, revivió el armamentismo, incluso de Alemania y Japón. Por otra parte, la corrupción se manifiesta como una pandemia moral en la comunidad internacional. Y no es ajena a esta coyuntura. La Unión Europea Europa, incluyendo a Merkel, subestimó a Rusia, mientras Vlamidir Putin, un Zar del Siglo XXI, sobrevaloró su poder. El resultado de esta confrontación es incierto. Y más allá de los errores cometidos por todos, incluida la OTAN, el gobierno chino con su dualidad, tratará de beneficiarse geopolíticamente.

—¿Y en la región?

— Latinoamérica es un ideal romántico que ha perdido contenido. El comercio intrarregional no supera el 12% frente al 50 o 60 % de Europa y Asia. Por otro lado, los liderazgos en la región son básicamente ideológicos, el ALCA y Unasur fracasaron y se sigue anteponiendo neoliberalismo y socialismo, como si existieran. Todo se limita a celebrar los resultados electorales de los “amigos” de un lado y del otro. Las asimetrías económicas no se asumen y sus costos no son pagados por las economías más grandes. En general, se sabe que el populismo demagógico no crea empleo. Sin embargo, se insiste en “comprar” seguidores que nunca saldrán de la pobreza cultural y material.

—Son efectos adversos para la democracia…

—En este escenario, nuestras democracias también tienden a debilitarse por la polarización política interna. Es sabido, pero no del todo aprendido, que en situaciones como las actuales, la primera víctima es la verdad y la segunda la libertad. No olvidemos que Stalin, un georgiano vuelto tan ruso como Putin, sostenía que la libertad era tan importante que había que racionarla: “una muerte es una tragedia, un millón de muertos una estadística “. El nuevo “jacobinismo” de Putin plantea que matando mucha gente se gana respetabilidad.
En ese contexto, en la región se coopera poco y se dialoga menos. La diplomacia presidencial casi no existe y deberíamos asumir que integración es algo más que un discurso. No podemos ignorar que hace ya un tiempo que el romanticismo de la América Latina se enfrenta al viejo juego del “Antón Pirulero”. Cada cual “atiende su juego”.

Sergio Abreu. Foto: El País
Sergio Abreu. Foto: El País

—Las dificultades de oferta que se generan en la producción de alimentos debido a la imposibilidad de contar en el mercado con la producción de granos de Rusia y Ucrania, ¿cómo impactan a nivel global?

—Es un dato muy relevante que Rusia y Ucrania sean jugadores globales en el mercado de los agronegocios. Además, no debemos olvidar que la guerra y la inflación son hermanas siamesas. La competencia en el mercado global se alteró. Al subir los precios del petróleo, del combustible, del maíz, la soja, el trigo, de los fertilizantes etc. puede avizorarse una guerra comercial entre tesorerías recurriendo a los subsidios. Esto afectará el acceso a los mercados, en particular, de las economías de nuestra región. El euro se va depreciar y el dólar se apreciará, porque junto al oro y las Letras del Tesoro americano surge como “refugio” de los inversionistas.
Por otro lado, la tasa de interés en EE.UU. subirá para reducir el circulante y combatir la inflación. En consecuencia, en nuestra región las deudas externas de los países aumentarán por la apreciación del dólar y la asistencia que requieran del FMI tendrá como contrapartida una mayor disciplina fiscal y un freno al gasto público.

—¿La seguridad alimentaria está en juego?

—La guerra desnudó nuestra dependencia de los fertilizantes y del precio del barril de petróleo. La región, una gran reserva de recursos naturales en el planeta tiende a perder competitividad. La seguridad alimentaria global está en juego y así lo ven, en particular, los Estados Unidos y Europa. Mientras el Norte-Norte profundizan su relación, el Mercosur padece de irrelevancia. En ese contexto, mucho me temo que el acuerdo de la Unión Europea con el Mercosur se ha vuelto inalcanzable.

—En un contexto donde la multilateralidad comercial estaba amenazada, ¿se intensifican los riesgos?

—Creo que sí, la fragilidad de las reglas multilaterales es un serio problema. La crisis del multilateralismo proviene del nuevo esquema de poder global. La derogación de la cláusula de la Nación más favorecida para Rusia en la OMC por algunos países, es un precedente que quita seguridad jurídica a las economías de nuestra región. La guerra entre Rusia y Ucrania no puede solucionarse con sanciones comerciales que aplican unilateralmente los países desarrollados. La gobernanza multilateral no puede ser la variable de ajuste de las grandes potencias, porque los efectos secundarios los sufrirán las economías menos desarrolladas. En otras palabras, el renacimiento del comercio administrado que iniciara Trump en sus disputas comerciales con China y que debilitó la OMC, seguirá fortaleciéndose, en perjuicio de las economías menos desarrolladas protegidas por las reglas multilaterales.

—¿Cómo se observa esta coyuntura desde la perspectiva de América Latina?

— Nuestra región es la más desigual del planeta. Faltan empleos y falta inversión. Sin inversión no hay comercio, sin comercio no hay empleo y sin empleo no hay paz social. La pandemia sanitaria llevó a la pérdida de cerca de 30 millones de puestos de trabajo en las Pymes (micro, medianas y pequeñas empresas); un golpe letal al tejido social de la región. A esto se le sumó la pandemia comercial que surgirá de esta guerra absurda. En los países de la región, se sumará una profundización de la brecha productiva, de la brecha digital y de la social.
Además, la región no tiene ni voz ni voto en un comercio administrado que se maneja Norte—Norte. Cuanto más se quiebre el sistema multilateral las economías emergentes tenderán a volverse “sumergentes “

—¿Sugiere que estamos cada vez más lejos?

—Los Estados de la región son responsables de habernos quedado tan lejos de los países líderes. Entre otras cosas, por el fracaso de la educación; al decir de Keynes, “el problema no está en las ideas nuevas sino en la resistencia a las antiguas”. La tecnología es el nuevo factor de poder; así lo entienden China, los EE.UU. y Europa a su manera; mientras tanto, muchos países de la región, son renuentes a asumirlo. Un dato alcanza: China es el principal socio comercial de la mayoría de la región, aun cuando sus productos y servicios no se benefician de preferencia alguna. Si bien el precio de las materias primas y la demanda china de alimentos corre a favor de la región, la tecnología desafía la productividad y competitividad de sus productos. A vía de ejemplo, un transporte multimodal eficiente y puertos inteligentes (digitales) harán la diferencia en cuanto a los costos. Y todavía se está lejos de lograrlo.

—Al parecer, el presidente de EE.UU. Joe Biden tenía intenciones de relanzar sus relaciones con América Latina en la Cumbre de las Américas prevista para junio. ¿Este conflicto puede alterar esa agenda?

—Nuestra región es una zona de paz. No es una amenaza y ya no es prioridad estratégica para las grandes potencias. EE.UU. se conforma con impulsar el “near shoring” desde Panamá hacía el norte. China avanza comercialmente en bienes y servicios con paciencia estratégica. La Doctrina Monroe es un tema del pasado y para la Unión Europea, la llamada América Latina es una recurrente y antigua expresión cultural. No ocupamos lugar importante en esas agendas. Por otra parte, la crisis de liderazgo en la región, como hablamos antes, la vuelve más irrelevante.

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