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El secreto de la economía de Irlanda

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Apple se negó a desbloquear el iPhone, pero el FBI logró hacerlo. Foto: AFP
MIAMI BEACH, FL - APRIL 26: An Apple sign is seen outside of a store on April 26, 2016 in Miami Beach, Florida. Investors are awaiting Apple Inc. scheduled reporting today of its fiscal quarter that ended March 26. Joe Raedle/Getty Images/AFP == FOR NEWSPAPERS, INTERNET, TELCOS & TELEVISION USE ONLY == US-APPLE-EXPECTED-TO-REPORT-FIRST-QUARTERLY-REVENUE-DECLINE-IN-A
JOE RAEDLE/AFP

A mediados de julio, la oficina estadística irlandesa sorprendía al mundo económico con la revisión del crecimiento en 2015. Según sus cálculos, la economía se había expandido un 26,3% el año pasado, frente al ya de por sí elevado 7,8% que publicó inicialmente.

De haber sido veraz, esa cifra habría situado a Irlanda como la economía más dinámica del mundo. Pero no es oro todo lo que reluce: ese 26,3%, propio (y ni siquiera) de países en vías de desarrollo, tiene más que ver con las transferencias de activos de multinacionales estadounidenses —la gallina de los huevos de oro, que ahora sí se contabiliza en el PIB— que con lo que está sucediendo sobre el terreno. Un despropósito tal se resume en un dato: de seguir creciendo a esa tasa, en 20 años su economía sería más grande que la de China. "Desde ahora no podemos fiarnos del dato de PIB", subraya Oliver Mangan, economista jefe de AIB, el segundo banco del país. "No refleja la actividad económica real", remarca Gabriel Fagan, su homólogo en el Banco Central irlandés.

El 7,8% anterior es un guarismo mucho más fiel a la realidad. Esa cifra sitúa a la pequeña y muy abierta economía de la isla como la que más crece del Viejo Continente: casi tres veces más que España, más de cuatro que Alemania y seis más que Francia. El tigre celta —apelativo que recibió en la segunda mitad de los noventa, cuando se expandía a doble dígito— vuelve a rugir ocho años después del estallido de la burbuja inmobiliaria y tres después de abandonar el rescate europeo de 85.000 millones de euros.

El desempleo ya está por debajo del 8%; el consumo privado creció un 4,5% el año pasado; el sector inmobiliario se recupera a buen ritmo y, a diferencia de lo que ocurre en los países mediterráneos, la deuda pública cae a plomo: según las estimaciones de Dublín y de la mayoría de organismos internacionales, bajará del 100% del PIB al cierre del año tras haber llegado al 125% durante la crisis. Ni siquiera haber estado tres meses sin Gobierno hizo mella.

¿Qué hay detrás de esta recuperación fulgurante? La tesis oficial, compartida por las autoridades irlandesas y la Comisión Europea, sitúa a Irlanda como alumno modélico en lo que a disciplina fiscal y reformas se refiere. La plasmación perfecta, en definitiva, del ya consabido modelo de austeridad expansiva, un sustantivo y un adjetivo que riman mal en el sur de Europa.

Según esta teoría, matizada hasta por el FMI, todo ajuste del gasto público acompañado de una devaluación interna —una bajada salarial— redunda en mayor competitividad y crecimiento económico.

Con las cifras en la mano, esta teoría es plausible: Irlanda, que vio cómo su PIB se contraía más de un 11% en la primera fase de la recesión, y en menor medida España, son los que más a rajatabla han cumplido las recetas de las autoridades europeas. Y también, en efecto, son los dos Piigs (la etiqueta peyorativa que durante la crisis de deuda soberana recibieron Portugal, Irlanda, Italia y Grecia) que más rápidamente han recuperado sus constantes tras la Gran Recesión. Todo, eso sí, brecha social mediante.

Sin embargo, y pese a esa idea generalizada con epicentro en Bruselas, el diablo está en la letra pequeña. Muchos, como Aidan Regan, profesor de Economía Política en el University College de Dublín, reniegan de esta explicación y aportan una visión completamente diferente: la clave está, dicen, en la presencia de grandes tecnológicas en Irlanda, que multiplica la exportación de servicios.

"El Estado, con una política de impuestos bajos, ha desempeñado un papel clave en las industrias de tecnología", subraya Regan.

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