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Revuelta, redes y democracia

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Protestas en Chile. Foto: Reuters
Flames engulf a protester who was partially hit by a Molotov cocktail during a protest against Chile's government in Santiago, Chile November 22, 2019. REUTERS/Ivan Alvarado TPX IMAGES OF THE DAY
IVAN ALVARADO/REUTERS

ANÁLISIS

Son múltiples las causas de la revuelta social en Chile y diversas las explicaciones que se dan desde el gobierno y la oposición.

Como en todo fenómeno social, son múltiples las causas de la revuelta social en Chile y diversas las explicaciones que se dan desde el gobierno y la oposición. Las mismas van desde la desigualdad social hasta la finalidad política de grupos interesados en desestabilizar a una democracia, que ha sido utilizada como ejemplo de crecimiento económico y social en América Latina.

Desde nuestro país, el ex presidente Sanguinetti señaló en un programa de televisión, que, según su información, se trata de un fenómeno “anarco y narco”, agregando que entre otras causas existe un interés de los narcos chilenos “por acorralar a la policía, de quitarle espacio y ponerla contra la pared”.

Una de las características de este estallido social, es que no existe un líder o interlocutor con el cual negociar, pero a pesar de ello, la capacidad de convocatoria y movilización es enorme, superando todas las predicciones.
Sin duda las redes sociales jugaron un papel preponderante en la velocidad y el caudal de la convocatoria a las marchas, tanto en las pacíficas como en las violentas. Pero quizás el rol más importante de las redes fue generar la conciencia social de que ese movimiento era necesario, dotándolo de algún contenido valioso para los partícipes.

Al respecto, una nota publicada en Infobae titulada “Las revueltas chilenas se gestaron en Twitter y el Gobierno no se enteró”, analiza la actividad en esa red entre el 14 y el 21 de noviembre y demuestra cómo se trasformaron en tendencia en Chile y luego en el mundo los hashtags asociados a las movilizaciones, con nombres significativos como: #EvacionMasiva, #ChileDespertó, #ChileSeCansó, #EstoPasaEnChile, #noestamosenguerra, #pacosculiaos y otros tantos.

Obviamente, las redes no fueron por sí solas la causa de un fenómeno social de magnitud inesperada, que puso en jaque a un gobierno democrático. Sin embargo, las redes permitieron que desde el anonimato existan personas o grupos organizados, que alentaran un estallido social, sin dar la cara y sin asumir la responsabilidad social y política por las consecuencias del mismo.

Este es el peligro que asecha a todas las sociedades, porque muchas personas se informan y guían por las redes sin saber a ciencia cierta hacia donde se dirigen, ni quién está detrás de estos movimientos. Existen numerosos estudios sobre la influencia de las redes en las revueltas de la primavera árabe, que concluyen que hubo una importante influencia de Estados Unidos y otros países interesados en promover cambios políticos. No sostenemos que haya sido así, pero vale la pena tener presente que las redes pueden ser utilizadas por cualquiera que quiera desequilibrar a un gobierno.

Los jóvenes de hoy, viven, socializan y se informan a través de las redes, sin cuestionarse si lo que ven o escuchan es cierto. Hace apenas una década, cualquier persona razonable desconfiaba de cualquier información proveniente de un autor anónimo. Sin embargo, hoy repetimos y comentamos lo que dicen las redes, porque estamos sometidos a un constante bombardeo de información.

A ello se suma que la prensa y los demás medios de comunicación han perdido lectores, radioescuchas y televidentes, cuando son la principal fuente fidedigna de información. Y cuando digo fidedigna, no me refiero a que sea social y políticamente objetiva, sino a que tiene un autor y que el mismo se hace responsable por lo que dice.

De eso trata la libertad de expresión consagrada en nuestra Constitución, cuando establece que: “Es enteramente libre en toda materia la comunicación de pensamientos por palabras, escritos privados o publicados en la prensa, o por cualquier otra forma de divulgación, sin necesidad de previa censura; quedando responsable el autor y, en su caso, el impresor o emisor, con arreglo a la ley por los abusos que cometieron".

La responsabilidad ulterior, es la contracara lógica de la libertad de expresión.

Las redes son un medio extraordinario para ejercer la libertad de expresión, pero también para evitar que el autor anónimo se haga cargo de sus dichos.

Además, como se puede pagar para incrementar el tráfico de la información y elegir a quienes y a cuantas personas llegar con determinados contenidos, se transformaron en una eficaz herramienta de dominación.

Quien crea que la información que recibe continuamente a través del teléfono o la computadora es aleatoria, está equivocado. Gran parte de la información que recibimos está dirigida y sesgada, nos dicen lo que queremos oír para para generar un vínculo de afinidad e influir de manera más eficiente en nuestro comportamiento.

Las campañas electorales se han volcado masivamente a las redes, no solo porque es mucho más económico que la publicidad tradicional, además, permite generar mensajes anónimos con contenidos parciales o falaces. Y no me refiero solo a las campañas sucias o a las noticias falsas, sino a la posibilidad de elegir a los destinatarios conforme a su condición – ideología, edad, nivel socioeconómico, prejuicios- y explotar sus sentimientos, anhelos y rencores.

Cuando desde el anonimato se inunda a las personas con información tendenciosa, esta puede resultar más creíble que si proviene de un conocido periodista. La carencia de autor, aunque parezca paradójico, permite que el receptor desprevenido no desconfié del contenido. En cambio, cuando escuchamos o leemos a un periodista conocido presumimos su inclinación política y si no coincide con la nuestra, dejamos de seguirlo o lo escuchamos con un espíritu crítico. Por eso, la mayoría de los periodistas profesionales se esfuerzan – como corresponde - por ser objetivos cuando difunden noticias políticas.

Lamentablemente las redes están vaciando de seguidores a los medios de comunicación tradicional. Y lo peor de todo, es que utilizan la información publicada por periodistas profesionales, sin siquiera nombrarlos o peor aún, mutilando o adulterando el contenido original de la noticia, lo cual es ilícito, por violar propiedad intelectual ajena.

Una sociedad sin periodistas y medios de comunicación fuertes e independientes, está condenada a vivir bajo el velo de la ignorancia y la desinformación. Y el día que sea necesario que alguien investigue, denuncie o interpele al gobierno o que lo defienda de movimientos desestabilizadores, nos acordaremos de la importancia de esta profesión imprescindible para la democracia.

Por eso, reiteramos en este espacio la necesidad de reestablecer las exoneraciones ficales que beneficiaban a las empresas periodísticas y que fueron derogadas con la reforma tributaria en el 2007.

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