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Repercusiones que vemos acá

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Brexit. Foto: Flickr

A pocos días de que los británicos votaran la salida del Reino Unido de la Unión Europea es extremadamente difícil poder precisar las consecuencias de corto y de largo plazo de esa decisión soberana, sobre la economía internacional y sobre la uruguaya.

Las bases sobre las que se puede realizar el análisis son movedizas: pueden darse vuelta en el Parlamento o cuando se conozcan todas las medidas oficiales para enfrentar la nueva situación. Que los británicos se desliguen de la UE es la concreción de una firme acción de algunos políticos populistas que conducen con mala o insuficiente información a sectores poco preparados para entender las consecuencias de actos que no les benefician.

Salirse de la Unión Europea tiene consecuencias políticas internas que pueden llevar hasta al desmembramiento del propio Reino Unido. Y también consecuencias externas; económicas, comerciales y financieras de entidad y, por si fuera poco, consecuencias desde el punto de vista de la unidad autodefensiva del grupo de los 28 países que pertenecen a una comunidad de naciones conformada para, entre otras cosas, evitar situaciones como las que llevaran a la segunda guerra mundial. Los objetivos principales de la Unión Europea, definidos en su constitución, son la promoción de la paz y el bienestar de sus pueblos a través de la creación para ello, de un espacio de libertad, seguridad y justicia sin fronteras interiores. Y desde el punto de vista económico, su objetivo es la creación de un mercado interior en el que la competencia sea libre.

Diferencias.

Hacia fines del siglo pasado el Reino Unido se rehusó a tomar al euro como su moneda y a pesar del uso de esa moneda por una gran mayoría de países europeos, mantuvo su signo monetario: la libra esterlina. Una decisión que tuvo tan clara como comprensible razón: no perder la autonomía de la política monetaria como instrumento de manejo de desequilibrios de actividad económica y de comportamiento de los precios. Los opositores a aquel objetivo en aquellos momentos de discusión sobre el ingreso o no del Reino Unido a compartir la moneda dirigida hoy por el Banco Central Europeo, planteaban las consecuencias negativas de mantener la moneda propia, algo que luego la realidad no ratificó. Hoy nuevamente se critica el lograr autonomía para decisiones evitando las condiciones que implica estar dentro de la Unión Europea. Las consecuencias de esa voluntad —que ya arrepienten a algunos de los partidarios del Brexit— se presentan, sin embargo, diferentes.

Las consecuencias de corto plazo ya se viven aunque exacerbadas por ocurrir lo inesperado. Es el marcado abandono de la incertidumbre y el vuelo a la certidumbre. Salida de la libra y de numerosas otras monedas y vuelco al dólar como refugio de liquidez; salida de los valores de renta variable —acciones— a nivel global y vuelco a los activos financieros libre de riesgo, con aumento de sus precios y reducción de sus rendimientos. Y ante ello, reacción de las entidades bancocentralistas que se traducen en menor expectativa de suba de tasa de interés en Estados Unidos este año; intervención del Banco de Inglaterra comprando títulos en el mercado para aumentar significativamente la liquidez del sistema y evitar crisis bancarias privadas así como también del Banco Central Europeo ampliando su programa de aumentos de liquidez para evitar, también, presiones sobre el crédito y problemas bancarios. Sobre reacción que debería atenuarse significativamente con el paso de los días. En el mediano plazo habrá también otros focos de inestabilidad: el comercio interior en Unión Europea y el exterior se verá distorsionado con destrucción y desviación de comercio pero aún es aventurado anticipar de qué modo y en qué magnitud —seguramente no significativas— porque pueden haber medidas oficiales que atenúen las consecuencias.

En Uruguay.

Nuestro país siente en el corto plazo, efectos indirectos que en algo son — a mi juicio—, favorables. Es bueno que haya un alto grado de liquidez internacional, sea por la política monetaria de la Reserva Federal de Estados Unidos que probablemente pospondrá nuevas subas de su tasa de interés, y también por las políticas expansivas que anunciaron el Banco de Inglaterra y el Central Europeo. Si suponemos que nuestra situación fiscal no se deteriorará más, para el gobierno uruguayo el acceso al crédito internacional podría ser aún mejor que el actual y el costo de la deuda pública continuar relativamente bajo. La contrapartida de esa eventual buena noticia es que si se concreta, las presiones cambiarias alcistas por el déficit del comercio de bienes y de servicios se sofocarían por el ingreso de capitales pero persistirían problemas de competitividad externa aunque con menores impulsos inflacionarios. Lo mencionado es lo que se podría adelantar para el corto plazo: alivio al creciente costo que se esperaba para la deuda pública y transitoria menor presión alcista sobre el tipo de cambio que reduce impulsos al aumento de precios pero que afectaría a la competitividad de la producción transable. Y desde el punto de vista comercial, no habrá problemas ni en el corto ni el mediano plazo para las exportaciones uruguayas, básicamente productos primarios con salidas alternativas hacia ambos destinos, el Reino Unido y la Unión Europea e incluso hacia el resto del mundo.

Importa señalar de todos modos, que aún estamos lejos de tener una situación definitiva para evaluar sus consecuencias totales. No debemos creer definitiva la reacción actual.

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Brexit. Foto: Flickr

JORGE CAUMONT

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