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Un repaso del entorno global y regional

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Una relación que presenta desencuentros.
AFP fotos - BRAZIL-MERCOSUR-SUMMIT - POL - international organisation - Presidents from Brazil, Dilma Rousseff (L) and Argentina, Cristina Fernandez de Kirchner, pose for the official picture of the Summit of Heads of State of Mercosur and Associated States, at Itamaraty Palace, Brasília on December 7, 2012. AFP PHOTO/Pedro LADEIRA BRAZIL-MERCOSUR-SUMMIT - Brasília - Distrito Federal - BRAZIL - PEDRO LADEIRA - pl/pp
PEDRO LADEIRA - AFP - AFP/AFP

El mundo sigue esperando el aumento de la tasa de interés de redescuento de la Fed y ésta se demora. La verdad es que las cifras objetivas desde comienzos de año no conducen a esa conclusión para este año y, en todo caso, en el próximo será muy pequeña.

Hasta hace un tiempo la Fed nos inundó de billetes, después fue el turno del Banco Central Europeo y el de Japón. Las tasas de interés quedaron bajas pero la gente se guardó los billetes, haciendo caer dramáticamente el multiplicador monetario. Ergo, la demanda agregada no aumentó y el mundo prosigue en un período donde el exceso de oferta presiona para la deflación.

El impulso en los tres casos es básicamente monetario. China por su parte, además de medidas monetarias, expandió el gasto y relajó requerimientos de capital en el sistema financiero, como forma de estimular la demanda de corto plazo y con ello mantuvo a flote al mundo en desarrollo. Lo hizo en base a créditos (que aumentaron la deuda) e inversiones, muchas de ellas sin lógica económica. Hoy día, pese a que tanto Estados Unidos como Europa mejoran, China empieza a padecer las secuelas del desmesurado crédito, aumentan los incobrables y la infraestructura queda sin uso. Suena conocido ¿no?

Brasil.

Por aquí la región está mostrando problemas de variada índole. A los económicos derivados de cierta caída de los precios de exportación —que aún se mantienen altos en términos históricos— se le suman los políticos que suelen potenciar los primeros.

Son conocidos los insucesos de Brasil, donde la Presidente está virtualmente acorralada, el PT pierde aliados y los esfuerzos por restablecer cierto orden hasta el momento han sido vanos. Naturalmente que los escándalos de corrupción están jugando su papel, pero también nos enteramos que Brasil ocultó las reales cifras de su déficit fiscal mediante algunas argucias de "contabilidad creativa" (Grecia lo hizo en su momento y otros tantos no escapan a esta "viveza"). Las expectativas de consumidores y empresarios están en mínimos. La Sra. Rousseff ganó diciendo que todo estaba encaminado, que ningún ajuste habría que hacerle a la economía, mucho menos uno fiscal como los economistas decían.

Pero las cosas eran bien distintas y ahora no sabe cómo lograr arreglar las cuentas públicas, menos en la magnitud necesaria para evitar que sea la inflación quien termine reduciendo los gastos reales. Todo se encamina hacia ello.

Argentina.

Lamentablemente, ya nada sorprende pese a que algunos puedan "maravillarse" de la enorme inventiva para destruir que cierta parte de su aparato político posee. A la vista del común de la gente, siempre aparece un as en la manga para seguir tirando, pero esa "imaginación" no es que otros no la posean, sino meramente que saben bien como termina la película. Es un tema de responsabilidad. Se llega a las elecciones en medio de brutales restricciones, controles y gigantescas distorsiones, aunque la mayoría de la población no lo entienda al no palpar "una crisis", de esas que solían tener cuando había bastante más libertades o el mundo tenía una tasa de interés normal y menores precios. Naturalmente que el discurso electoral es el mismo al de Brasil, aquellos que hablen de eliminar desequilibrios o volver a hacer "cosas normales" son agoreros de la catástrofe, cuando no sujetos a otros calificativos de peor tono. Tan es así, que ninguno de quienes compiten por la presidencia y sus equipos técnicos han planteado los problemas como realmente son. Los han minimizado, todo se arreglará rápido sin hacer grandes cosas, vaya uno a saber por arte de qué magia. Como en las cifras oficiales no se confía, nadie sabe a ciencia cierta la realidad de las cosas. Las reservas internacionales, muy bajas de por sí, en casi 40% están compuestas por yuanes. ¿Quién acepta yuanes además de China? Si Argentina desea eliminar el cepo cambiario sin estallido del dólar, precisa enormes ingresos de capitales o bien para invertir en el sector privado, de manera que el gobierno salga a comprar ese exceso de dólares, o un gigantesco préstamo al gobierno. Demás está decir que ninguna de las dos cosas parece factible sin un arreglo con los holdouts y éste, en el mejor de los casos, demorará y tendrá que soportar la resistencia de la Sra. Fernández y todos sus seguidores, que no son pocos. Para completar, los subsidios y trabas se multiplican y el déficit fiscal es enorme siendo su financiamiento básicamente inflacionario. Si como indican las encuestas el Sr. Scioli será el próximo presidente, el primer grave problema que enfrentará es cómo tomar las medidas que necesariamente debe abordar sin que le pase lo mismo que a Dilma y pierda la credibilidad desde el pique.

Sin ser relevante es ilustrativo; en Ecuador el déficit fiscal ha crecido de manera exponencial, la deuda sube sin parar y el gobierno de Correa intenta burlar la economía dolarizada creando una moneda electrónica a la cual ya la gente le llama "patacones". No debemos extrañarnos que algo suceda en algún tiempo. De Venezuela basta con decir que el billete de mayor denominación facial (100 bolívares) equivale a US$ 0,125, unos $ 3,65 de los nuestros.

Conclusión.

Todo concluye en lo mismo, es fácil gobernar cuando se tienen precios de exportación récord, los capitales inundan el mundo, el costo de tomar deudas es casi nulo y se recibe el gobierno con adelanto cambiario y superávit fiscal. El problema es que si nos acostumbramos a la fiesta, no sabemos cómo pararla, pero ella siempre termina y, si no se tiene conciencia de ello, cuando las luces se apagan, empieza la tragedia.

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Una relación que presenta desencuentros.

Isaac Alfie - Economista

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