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"Antes de renegociar, se necesita un plan creíble", dijo director ejecutivo de Quantum Finanzas

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Foto: El País

ENTREVISTA

El gobierno debió decir: tengo este problema, lo admito, y esta es la solución que procuramos. Pero omitió lo segundo...

En medio de un panorama excesivamente complejo, Argentina parece nuevamente encaminada a una revisión de los contratos con sus acreedores, “pero si no se atienden los problemas de fondo, todo lo que se hace es comprar más o menos tiempo”, aseguró Daniel Marx, Director Ejecutivo de Quantum Finanzas. El economista argentino, que fue Secretario de Finanzas del Ministerio de Economía (2000-1) y Jefe Negociador de la Deuda (1988-1993), disertó el jueves 26 en la Conferencia Anual 2019 de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) en Buenos Aires. Al término de su presentación, en diálogo con Economía & Mercado afirmó que la revisión de los contratos debe hacerse dentro de un plan económico que otorgue sustentabilidad al canje de deuda. Por eso, aseguró, "para reestructurar la deuda se debe analizar quiénes son las autoridades, cuál es el plan y si es creíble. Renegociar la deuda de Argentina es posible, indicó, pero si se quiere llevar adelante sin que implique caerse del mapa de los países viables, antes de eso, o por lo menos al mismo tiempo, hay que poner las cuentas en orden. A continuación, un resumen de la entrevista.

—Usted abrió su disertación afirmando que Argentina está nuevamente encaminada a una revisión de los contratos…
—Así parece. No es lo que uno quisiera, pero es resultado de un país que cada tanto asume contratos que luego no puede cumplir porque la realidad le resulta distinta de lo que se imaginó, y hay que hacer el ejercicio de revisar las condiciones y adaptar esos contratos a la realidad presente y asumir lo que, esperemos, sea una última revisión.
No es menor que hablemos de una última revisión. Porque en la práctica se pueden ir obteniendo mayores o menores concesiones, pero si no atiende los problemas de fondo, todo lo que ha hecho es comprar más o menos tiempo, hasta el siguiente incidente. Ya hemos tenido mucho de esto en Argentina, y el costo que acarrea pesa sobre las decisiones de inversión y por tanto, el funcionamiento de la economía.

—¿Comparte que la actual situación debe definirse como un default?
—No es seguro que vayamos a un default. Al plantearse reprogramar alguno de los vencimientos ya es un hecho que incumplió sus compromisos y por tanto, podríamos hablar de default.
El gobierno lo arregló con un decreto en este caso, pero es una cuestión del nombre que se le quiera poner. Yo considero que le deberíamos definir como una alteración de los contratos. Cómo se remedia esa situación para no caer sí en una cesación de pagos, es la clave.

—El tema de la deuda, hasta hace muy poco, no estaba en el primer orden. La gente común marcaba su preocupación por el dólar y la inflación. Sin embargo, hoy aparece recurrentemente…
—En Argentina hay una inclinación a, cada tanto, revisar las condiciones de su deuda. En ese contexto, desde hace meses hemos tenido una reacción de los compradores de títulos, muy cautelosos con la deuda de Argentina. Y cuando se admitió que no se estaba en condiciones de seguir financiando los desequilibrios, apareció con fuerza este problema y sobre todo las dudas sobre su sostenibilidad. La cuestión es que, mostrar el problema así, sin referencia a la solución, no hace más que profundizarlo.
Algo se habló de reperfilamiento por parte del gobierno, pero nadie lo tomó como una solución. Siempre es aconsejable que desde el gobierno se diga: tengo este problema, lo admito, pero es así como lo voy a arreglar. Y explicar qué piensa hacer. Pero el gobierno no hizo esta segunda parte. Y eso terminó teniendo consecuencias muy malas.

—Los argentinos internalizan rápidamente cuánto los afecta una deuda pública sobre la que no hay control…
—Es que afecta a todos los argentinos. Los títulos de deuda son contratos que existen en una economía. Los incumplimientos repercuten rápidamente sobre el funcionamiento del sistema de pagos de la economía, sobre los ahorros de particulares y sobre la posibilidad de acceso al financiamiento, tanto para el gobierno como para las personas y las empresas. Nos encontramos hoy con una situación en la que eso está en duda y tenemos esta incertidumbre reflejada en la demanda de dólares y en la salida de dinero de los bancos.
Si se toma dinero para evitar un trauma importante pero no se solucionan los temas de fondo, la gente tiende a buscar resguardo. Eso significa en Argentina, sacar la plata. Hay que hacer las reformas, que son incómodas. Hay que tener un plan.

—¿Qué debe tener el programa económico del próximo gobierno para salir de esta situación?
—Para definir cómo salimos, es necesario tener claro qué es lo que buscamos. El programa económico del próximo gobierno va a requerir cuidado en la política monetaria que se va a implementar, de manera de evitar los fundamentos de una fuga de capitales, pero también generar condiciones de financiamiento para consumidores y productores en sus proyectos de inversión.
Si se van a replantear los contratos, es preciso darles estabilidad financiera. En Argentina siempre se buscan atajos, lo que no es deseable. Muchas veces se dice: “por qué no reestructuramos la deuda y después hacemos un programa económico? o ¿por qué no reestructuramos la deuda ahora y después vemos quién nos gobierna? Esas cosas no son deseables, el país no está en una situación en la que se puedan encarar estos temas con revisiones sucesivas. Otro problema delicado son los tiempos. Argentina no tiene, por ejemplo, el margen que tuvo Grecia, porque no tiene la chequera que tenía ese país, no sólo del FMI, sino también del Banco Europeo y del Fondo de Estabilización Europeo.
Tampoco deberíamos ir hacia una reestructuración “a lo carnicero”, dejar la deuda en default como propuesta única. Lo deseable es una cirugía más fina, hay que ver los plazos y precedentes. Empezar con los bonos de corto plazo y si los de largo plazo no causan problemas, no tocarlos

—En su presentación mostró que la deuda bruta consolidada de Argentina alcanza los 252 mil millones de dólares, 64% del PIB. Un 10% del total al FMI, 40% a deudores privados, 78% en moneda extranjera. Los niveles de vencimiento de aquí a 2023 que usted repasó, parecen muy difíciles de cumplir…
—Dada una situación de escasez de financiamiento aguda, es así. Pero si se logra ir recuperando el crédito algo va a poder cumplir a lo largo del tiempo. Pero ese es uno de los grandes problemas de Argentina, tener confianza y tiempo de parte de los mercados. Necesita de un programa que sea realista y creíble.

—¿Qué es un programa realista y creíble?
—Un aspecto central es el apoyo político que logre generar el contenido que debería incluir aspectos centrales: cómo se disminuye la tasa de inflación, qué hacer para que la economía sea más productiva y en base a qué programa se pueden ir cerrando las brechas del financiamiento fiscal fundamentalmente, y darle oportunidad a consumidores y productores de confiar en el peso para movilizar la economía en general. Desde ya, los respaldos políticos son una condición difícil de lograr pero indispensable para dar señales de cuál va a ser el camino.

—¿Qué lectura hace de la postergación por parte del FMI de los 5.400 millones de dólares que estaban previstos para la segunda mitad de setiembre?
—No descarto que el Fondo espere a un arreglo de deuda como condición de un desembolso, un arreglo de deuda que lo haga sustentable y que sirva como un incentivo para Argentina y los acreedores de que deben moverse relativamente rápido. Pero en el ínterin hay que tomar decisiones, ya que quedan muchos vencimientos hasta fin de año y en los primeros meses del próximo, a pesar del reperfilamiento que se ha hecho; pero el Gobierno tiene algunos fondos a los que puede recurrir, como el llamado fondo de estabilización y algunos saldos de caja: el gobierno va a tener que decidir tomar algunos de esos saldos y seguir honrando los vencimientos, o reperfilar el reperfilamiento.
Eso no sería lo más aconsejable en estos momentos, tendía consecuencias en movimiento de capitales, corridas con la moneda y el sistema bancario.
En caso de no reperfilarse, se puede pensar que el financiamiento vendría entonces del Banco Central, que tendrá un rol de absorción y de defensa de la moneda en lo que viene.

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