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Reconocer o no es la cuestión

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Foto: Gerardo Pérez

OPINIÓN

En la columna pasada sugeríamos al Gobierno abandonar la lógica de mayorías parlamentarias —con lo poco que le está rindiendo—, reconocer la situación crítica en algunas áreas, admitiendo las fallas e interpretando los desafíos que se le presentan y seguramente reviendo ciertas políticas públicas.

Aun es tiempo de corregir rumbos y proponíamos, entre otros, bajar un 30% el IRPF (1), limitar el abuso en emisión de letras de regulación monetaria que es acompañado con el consiguiente encarecimiento de la moneda local y el costo-país, sumado al empleo de tarifas públicas como instrumento fiscal, y, finalmente, regular seriamente el crédito al consumo evitando los abusivos intereses de las tarjetas de crédito.

En el mismo sentido, dejábamos claro que si no advertíamos las enormes fallas de todo el sistema penal y de seguridad, en especial del nuevo Código, la íbamos a tener muy complicada.

Cuestión cultural.

La profundidad y velocidad de las transformaciones (2) están correlacionadas directamente con la cultura de la sociedad. Como ejemplo, cabe comentar lo que hace algunos días nos compartía un experto israelí en parques industriales, que presentó una comparación de Israel con Uruguay. Señalaba que los aspectos culturales tienen mucho que ver con el desarrollo relativo de las naciones y esto explicaría el de la propia comunidad judía, que hace de la cooperación un aspecto esencial de su cultura y sociedad.

Los expertos sostienen que nos diferenciamos de los monos por pocos genes y comportamientos adquiridos. El más crítico es la capacidad de cooperar a nivel grupal, pero principalmente a nivel de toda una comunidad, compartiendo valores o creencias que sostuvieron la evolución de la especie.

Este diferencial, propio de la colectividad judía, potencia los factores de cooperación a través de su tradición y su cultura. Es un factor que exacerba positivamente el espíritu de superación y capacidad de prosperar, muy diferente a lo que se da en nuestra realidad hoy, más asociada al enfrentamiento y el resentimiento entre grupos (3).

Controversias.

En retrospectiva, nos preguntamos qué aprendimos y qué nos hace tan distintos. En lo personal, recuerdo que, ya tempranamente (pre-adolescencia), aprendimos a interpretar una realidad política-económica-social compleja, gracias a un padre profesor de historia, interesado por la realidad nacional e internacional y que tenía la costumbre de compartir el análisis con sus hijos. Esto nos permitió contar con más elementos para leer una realidad de "verdades absolutas" que incluía la violencia, para defender posiciones irreconciliables. Esto nos marcó y por si fuera poco nací el día del asesinato de JFK, hecho que me cautivó siempre.

Recuerdo, mi padre, un bien nacido de esta tierra, era un acérrimo defensor de la democracia en la concepción de Churchill (el menos malo de todos los sistemas) y en esa lógica interpreté negativamente las acciones de Pacheco, desconociendo el "veto" parlamentario a las medidas prontas de seguridad, luego la actitud de Bordaberry, al consentir el apoyo militar y contrario a posición de dignidad de varios Ministros y el propio Vice-Presidente que renunciaron a aquella canallada, que dio inicio a un proceso sin sentido.

Una sociedad que hasta entonces respetaba las ideas ajenas y la controversia pasaba por el enfrentamiento dialéctico, pero que, poco a poco, grupos radicales resolvieron hacer las cosas del modo difícil, otro modelo y otros medios, estando dispuestos a todo para imponer su punto de vista.

Punto de quiebre.

Esos valores me ayudaron a empatizar con los que no tienen y a valorar la cooperación entre las personas, la convivencia a la que refería el experto israelí, y que hemos perdido.

Nadie me puede contar cuales son las consecuencias de instalar la violencia en la convivencia. Aun siendo niño supe que Dan Mitrione no era trigo limpio pero también que los que lo asesinaron fueron crueles. De hecho vi directamente en el trayecto que separaba mi casa de la escuela la sangre de Acosta y Lara en la vereda y las balas incrustadas en la pared frente a la Iglesia desde donde le dispararon, y, por si fuera poco y no muy distante en el tiempo, observé con dolor el Jeep acribillado de los cuatros uniformados al costado de la jefatura de Montevideo. Esto significó un punto de inflexión en la historia moderna del Uruguay.

Esos hechos, con un padre que hacía una lectura lo más objetiva posible de la realidad, me hicieron preguntarme mucho por las razones para tanto odio y resentimiento, y con el tiempo no me costó encontrar ciertas explicaciones.

En algún punto, en Uruguay se subestima la violencia a todo nivel, y se premian los liderazgos autoritarios, excluyentes, que en otras partes del mundo se desestimulan. Eso tiene consecuencias en la capacidad de cooperar entre grupos y sectores y por supuesto en la capacidad de cambiar la realidad como comunidad.

Dos de las sugerencias a que referimos en la columna anterior ya se están corrigiendo, en un caso, gracias a la corrida cambiaria en Argentina y la suba de las tasas de interés y en el otro debido a los cambios normativos que se acordaron al nuevo Código Penal, al que finalmente se le reconocieron fisuras graves.

En este sentido, y especialmente en lo que refiere a cambios de políticas macro y en seguridad, se requiere un cambio profundo del paradigma y acuerdo social a todo nivel; sin una discusión y reconocimiento del problema no se va a llegar a ninguna parte. A partir de allí, el Gobierno puede y debe provocar los cambios necesarios, si puede solo; de no ser así, con la oposición. Sin cálculos políticos menores.

1) Este impuesto pasó de ser una buena medida de política a generar un rechazo general y constituirse en un problema real para casi todo el mundo

2) De eso se tratan los cambios necesarios, hoy, en las políticas públicas

3) Esto de algún modo condiciona también a que en Israel el estándar de ingreso, consumo y gasto sea varias veces superior al nuestro (según este experto), situación que en términos históricos es relativamente nueva y se acentuó desde mediados del siglo pasado

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