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Prevención para evitar la delincuencia

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La sociedad busca prevenir la delincuencia juvenil. ¿Cuáles son los ingredientes esenciales de un programa que tenga ese objetivo?

El costo económico de los delitos es evidente. El reporte de Naciones Unidas señala que, en 2014, la tasa de crimen en América Latina creció 11% en la primera década de este siglo (en ese período, más de un millón de personas ha muerto en la región como resultado de delitos violentos). El reporte de 2015 de la OMS informa que cerca del 43% de los homicidios involucran a personas de 10 a 29 años, y es la cuarta causa de muerte entre este grupo de edad.

Impacto.

Nancy Guerra, experta internacional en prevención de violencia en la juventud, profesora de psicología y ciencias del cerebro en University of Delaware, y Suzanne Duryea, economista investigadora principal en el área de sector social del BID, son co-editoras del próximo volumen especial de la revista científica Prevention Science. Allí se recogen investigaciones de sociólogos, economistas, criminólogos, psicólogos, y pretende arrojar luces para el diseño de programas de prevención. Uno de los capítulos está dedicado a sistematizar los resultados de programas implementados en América Latina y el Caribe, que proporcionan actividades extra-curriculares a jóvenes en riesgo. Esta revisión se centra en intervenciones basadas en las comunidades locales. Este rasgo comunitario hace referencia a la literatura científica que demanda lo que se conoce como la "movilización de la comunidad", es decir, actividades estructuradas que unen a organizaciones y residentes para alcanzar un objetivo común.

En el capítulo sobre América Latina y el Caribe de esta edición de Prevention Science, se incluyen dieciséis evaluaciones, en seis países (Brasil, Chile, Colombia, Jamaica, México, y Uruguay), que cubren desde programas de prevención de la violencia mediante visitas a los hogares, apoyo escolar, liceos auto-gestionados y complementos para escuelas de horario parcial, hasta programas de prevención mediante el deporte (como las actividades de boxeo y artes marciales de "Lucha por la Paz" en Río, o los entrenamientos deportivos de "Fundación Celeste" en Uruguay).

Mecanismos efectivos.

La citada publicación identifica los mecanismos que están detrás de las estrategias exitosas. Esa identificación es esencial para poder trasladar las experiencias positivas a otros ambientes o circunstancias, y para el diseño de nuevas intervenciones, o mejora de las existentes.

Estos ingredientes exitosos encontrados en los programas evaluados son:

Incrementar el tiempo de los jóvenes en ambientes supervisados por adultos. Esto significa reducir tiempo ocioso y la exposición a oportunidades de asumir conductas riesgosas. Por ejemplo, los centros educativos de horario extendido podrían cumplir este rol.

Asesoramiento personal y acompañamiento en la integración social. El coaching personal proactivo puede ayudar a los jóvenes que se encuentran en situaciones especialmente vulnerables o desvinculados de la sociedad, a superar numerosas barreras de índole comportamental (el dejar todo para después, la incredulidad en la efectividad de tales y cuales acciones, la identidad cultural, la presión negativa de los pares, la discriminación).

Ambiente de disciplina. Se pueden adquirir los conocimientos y hábitos que permiten solucionar los conflictos en los centros educativos sin peleas, insultos o amenazas, y fomentar un ambiente de respeto, pertenencia a la institución y cohesión.

Incremento en el capital humano. Los programas de apoyo escolar y otras iniciativas que promueven la educación incrementan el capital humano de cada joven, y esto termina afectando la preferencia del joven por cometer delitos (se hace menos atractivo delinquir).

Promover la salud psíquica y física en la niñez temprana. La literatura científica es unánime en los efectos positivos que tienen el cuidado de los niños desde que nacen, e incluso que están en el útero materno.

Desarrollo de habilidades no-cognitivas. La inmensa mayoría de los programas de prevención están orientados al desarrollo de capacidades emocionales y comunicacionales, que preparan a los jóvenes en riesgo para afrontar problemas complejos de la vida diaria como el conflicto y la agresión.

Proveer a los jóvenes de mejor información sobre las consecuencias de comportamientos riesgosos. Y, en esta misma línea, fomentar las aspiraciones positivas.

Incluir a la familia en el programa. Para llegar realmente al ámbito natural de los jóvenes y consolidar las nuevas habilidades que se procuran en los programas, varias intervenciones buscan involucrar a la familia a través de sesiones grupales y visitas a hogares, programas para mejorar como cónyuges, como padres y principales educadores de sus hijos, etc. El ámbito afectivo y formativo que cada joven encuentra en su hogar, tiene un impacto clave en los resultados de los programas.

El capítulo de la edición especial de Prevention Science termina señalado los desafíos pendientes en América Latina: el número de evaluaciones rigurosas de programas de prevención de la violencia en la región es muy reducido, y el análisis costo-efectividad de cada peso invertido es casi inexistente.

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Foto: Google

Alejandro Cid

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