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La pretendida hegemonía de Estados Unidos en Latinoamérica no es real

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Joseph Tulchin, experto en relaciones EE.UU.-Latinoamérica. Foto: El País

ENTREVISTA

A América Latina parece intimidarle aún el poder de Estados Unidos; al mismo tiempo, el avance de China en Latinoamérica no significa nada en términos de pérdida de poder para la potencia norteamericana.

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Para Joseph Tulchin, doctorado en Historia por la Universidad de Harvard y ex Director del Programa Latinoamericano del Wilson Center, la hegemonía estadounidense sobre Latinoamérica “no existe” y si mantiene cierta vigencia, es resultado de la inacción de los países de la región, que parecen aún “intimidados” por la histórica influencia de la potencia mundial.

El especialista en política exterior estadounidense y las relaciones interamericanas, sostuvo que en la agenda más concreta de Donald Trump sobre los países latinoamericanos, lo que aparece es Cuba, Venezuela, los migrantes y el narcotráfico. Calificó al presidente de Estados Unidos como “un hombre sin visión, rodeado de mediocridades y prejuicios”. Tulchin estuvo en Montevideo la pasada semana invitado por Cescos (Centro para el estudio de las sociedades abiertas contemporáneas) y la Facultad de Ciencias empresariales de la Universidad Católica. A continuación, un resumen de la entrevista.

—En su reciente libro «Las relaciones entre Estados Unidos y América Latina» hace referencia a la forma en que los países de la región lidian con la hegemonía norteamericana. ¿Cómo cree que lo están haciendo?

—Muy mal. En mi libro fui muy optimista sobre la capacidad latinoamericana de tomar su propio liderazgo. Las naciones, al igual que los individuos, necesitan cumplir con los siguientes dos pasos para asumir sus propios liderazgos: primero, ser conscientes de su capacidad de actuar, y dos, hacerlo. Parece ser que los países de la región estuvieran intimidados por la hegemonía estadounidense, un legado que es más pesado que su propia existencia.

Hoy ya no existe esa hegemonía, pero da la sensación que a los países latinoamericanos los inmoviliza la posibilidad de recibir una crítica desde Estados Unidos, y en realidad, no la iban a recibir. Ni de Donald Trump, ahora, porque al actual presidente no le importa nada, ni de Barack Obama, antes, porque su línea era precisamente anti hegemónica.

Un ejemplo de esa dificultad para despegarse de los reflejos de la hegemonía: el Grupo de Lima en el caso venezolano. No hay desacuerdo respecto al autoritarismo de Maduro y el desastre humanitario que hay en Venezuela. El Grupo de Lima debería hacer algo, y no lo hace. Los embajadores de esos países se vuelven locos con los tweets de Trump haciendo referencia a un posible intervencionismo y el bloque económico, no quieren su intervención. Pero no lo dicen, ni toman ninguna iniciativa.

—La lectura que se hace desde la región es que nuestros países no figuran en la agenda de Trump…

Donald Trump. Foto: Reuters
Donald Trump. Foto: Reuters

—Lo que figura en lo que desde Latinoamérica definen como “la agenda” es Cuba, el voto latino de la Florida, la cuestión del narcotráfico, los inmigrantes. Y poco más. Pero eso no quiere decir que el resto de la región no exista, solo que como no es un problema para EE.UU. no aparece en el día a día. Sin embargo, hay miles de funcionarios en distintos departamentos y ministerios que monitorean lo que pasa en cada país de la región y están enterados de todo lo que necesitan saber.

Pero Trump en persona no tiene ninguna visión sobre América Latina. Nunca la tuvo. Su visión sobre esta parte del mundo, más directa, es la que le da Marco Rubio (Senador republicano por Florida, con ascendencia cubana).

—Sin embargo, parece tener cierta afinidad con líderes latinoamericanos como Mauricio Macri o Jair Bolsonaro…

—De Bolsonaro no sé… estará comenzando a darle más importancia a Brasil o a las políticas de Bolsonaro; Con Macri hay amistad personal porque han hecho negocios juntos.

—Usted dice que narcotráfico e inmigración son temas que preocupan a Estados Unidos; ¿cuál es su opinión sobre la forma en que procede?

—La migra y la narco son un problema que tiene efecto electoral, pero es imposible encararlos como política pública sin tener en cuenta a la contraparte. Me refiero a que hay dos preguntas que enfrentar: ¿de dónde viene? y ¿por qué viene? En el narcotráfico, acá tenemos una demanda fuerte, y la oferta está ligada a ello. Solo con atacar la producción y no hacer nada sobre la demanda no se puede arreglar. Hay 60 mil millones de dólares anuales en ese negocio.

Con los migrantes lo mismo; Trump retiró la cooperación con El Salvador destinada a luchar contra la violencia en ese país, y esa violencia expulsa gente a la que luego le ponemos un muro. Literalmente, Trump no entiende mucho de eso. Pero al mismo tiempo es selectivo, no toca el valle central de California responsable de la mayor parte de nuestra alimentación, con mano de obra barata latina.

—¿Cómo incide el desembarco de China en la región, desde la óptica de Estados Unidos?

Xi Jinping Foto: EFE
Xi Jinping Foto: EFE

—No significa nada en términos de pérdida de poder de Estados Unidos en Latinoamérica. Los sectores de ultra derecha del espectro político en Estados Unidos le reclaman otra acción al gobierno, porque entienden que China avanza y es una amenaza. Pero no es así. Se plantean un juego de suma cero: entrada de China = derrota norteamericana. Se equivocan.
El banco de desarrollo chino más poderoso está en la región y busca socios. Ese banco representa su poder porque le permite a Xi Jinping demostrar lo importante que son. Pero eso no le da a China una capacidad geopolítica mayor a la que tenía antes. Y no le está yendo tan bien como parece: invirtieron en una abultada deuda venezolana de la que no van a poder resarcirse, están teniendo problemas en Ecuador con las condiciones de financiamiento que han impuesto, sus concesiones mineras en Perú en algún caso están en suspenso.

Seguramente seguirán viniendo, invirtiendo y prestando dinero, pero de allí no surgen amenazas reales para los intereses de Estados Unidos.

—La popularidad de Trump en América Latina, según Gallup, es muy baja, bastante menos que la de Obama en su momento…

—Es claro que por acá no es bien visto, pero en Estados Unidos tampoco. Esa imagen se la ha ganado. Es un hombre sin visión, que tiene en su círculo íntimo una colección de mediocridades y algunos con prejuicios jamás vistos en la Casa Blanca.

—¿Y por qué el electorado estadounidense lo puso allí?

—Ese es otro tema. Hubo errores de la candidata demócrata, y además, se ignoró la existencia de un subgrupo de la clase media baja estadounidense, cuello azul (obrero), sin mucha educación y muy enojados. Ellos dieron el triunfo a Trump. Ahora, de cara a la próxima elección algunos dudan porque no han mejorado sus condiciones de vida como pensaban que iba a ocurrir. Ese voto lo disputa con los demócratas Elizabeth Warren y Bernie Sanders.

Hay otro grupo muy conservador que son los grandes granjeros del medio oeste, a los que no les ha ido muy bien con la guerra comercial con China. Meses sin vender soja. De todos modos, hay cosas que les siguen vinculando con Trump, como la política antiinmigrante, ya que son tan racistas como el presidente.

Para volver a ser presidente, Trump necesitará perder lo menos posible a esa gente que no tuvo tan buenos resultados con su opción y además, intentar ganar de nuevo el voto republicano clásico, el que en su momento decía odiarle. Necesita recuperar a esa gente que en su momento gritaba “never Trump”. No está claro qué va a hacer esa porción del electorado.

—Quienes están enojados sienten que sus condiciones económicas no mejoraron…

—Más que eso; se incrementó notoriamente la desigualdad en la sociedad de Estados Unidos. Se dio la creación de una riqueza financiera histórica, pero mucha gente que dependía de su trabajo es mucho más pobre hoy.
Los beneficios de recortes de impuestos que puso en marcha Trump no llegaron a la economía, quedaron en la cuenta de los empresarios beneficiados, que incrementaron su patrimonio. Hay más ahorro de las empresas hoy que en cualquier momento de los últimos 25 años de Estados Unidos, pero no hay inversión. Y Trump le dice hoy a las empresas estadounidenses que están fuera que vuelvan al país, pero nadie asegura que vuelvan los empleos.

Es cierto que el desempleo está bajísimo hoy en el país, pero son cifras agregadas; en determinados sectores se crea trabajo, los servicios por ejemplo, pero el empleo industrial, ya no está.

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