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Las presiones inflacionarias persisten

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Foto: publicdomainpictures

En los últimos meses, concretamente desde el pico de mayo de este 2016, la inflación, medida por el IPC global, cayó 2.5 puntos porcentuales (pp), desde casi 11% a 8,5%.

Una medida más refinada del mismo indicador quita ciertos componentes volátiles de la medición (básicamente frutas y verduras frescas) y, en nuestro país, excluye la mayoría de las tarifas de los servicios públicos por su peculiar manejo.

Mirado de esta manera, (inflación subyacente) el pico de inflación se dio dos meses antes, en marzo —también 11%— y la reducción de la inflación es de 3 pp. ya que a fin de octubre se sitúa en 8%.

Mirando las cifras de esta manera muchos se inclinan a decir que tanto la inflación como las presiones inflacionarias de base están cediendo. Personalmente no tengo la misma percepción. Sí es evidente que la inflación está cediendo, éste es un hecho indiscutible a la luz de las cifras citadas pero, las presiones inflacionarias, en mi opinión, están intactas y los riesgos de un rebrote no solamente están latentes, sino que son relevantes.

Apertura.

Una manera de "descomponer" el conjunto de precios es entre los bienes que llamamos "transables", es decir, aquellos que se comercializan con el resto del mundo y, por tanto, su precio —pero especialmente su variación—, se determina por la variación del tipo de cambio (el dólar) y su precio en el mercado mundial y, los llamados "no transables", aquellos bienes y servicios cuyo precio se determina por la oferta y demanda doméstica, sea por sus características intrínsecas o por regulaciones que el sector público impone. Por tanto, estos bienes y servicios no transables a su vez los podemos abrir en "de mercado" y "tarifados".

Naturalmente que cualquier bien transable tiene, cuando se comercializa internamente, un componente no transable, los servicios de transporte, seguros, alquileres, el costo de minoreo y la ganancia de la empresa, de la misma manera que los no transables tienen componentes transables en su estructura de costos. Ahora, pese a lo anterior, y bajo el supuesto de que la variación de precios internacionales es reducida (la inflación importada es poca), podemos afirmar que el principal factor explicativo de la variación de precios de los bienes transables es el tipo de cambio y, en los no transables los salarios.

Evolución disímil.

En los doce meses cerrados a octubre pasado la cotización del dólar cayó 4%, cuando a marzo —en el pico de inflación—, había aumentado 20,6%. Entre marzo y octubre el precio de dicha moneda disminuyó 12.5%. Éste es la principal explicación de la caída en la tasa de crecimiento de los precios en su conjunto. Los precios de los bienes transables, que crecían casi al 12% anual en marzo, apenas si lo hacen por encima del 6% en octubre. De hecho, en los últimos 6 meses apenas si aumentan al 2% anual.

Por su parte, los precios de los bienes y servicios no transables (excluyendo los componentes volátiles), que a marzo aumentaban al 10,35% anual, hasta el pasado septiembre lo seguían haciendo al 10,2% y recién en octubre muestran una ligera caída hasta el 9,8%. Es más, este componente del IPC entre 2010 y 2016, medido en períodos de 12 meses móviles, osciló entre un mínimo de 9,4% en agosto de 2013 y un máximo de 11% en febrero de 2014, y en los últimos 30 meses sólo una vez estuvo en 10,5%.

Las anteriores cifras nos sugieren que realmente lo que está pasando es que el cambio de precios relativos resultante de la abrupta valorización del peso, se refleja en el IPC, en este caso moderando su tasa de variación, pero no que efectivamente las presiones inflacionarias hayan cedido. El componente de precios no transables se sigue moviendo dentro de un estrecho rango que va del 10 al 10,5% anual. Este valor "coincide" con la tasa de aumento de los salarios nominales menos la variación del PIB. Ahora, con un producto que crece poco, forzar aumentos de salarios nominales como los que se verifican conducen irremediablemente a mantener fuertes las presiones de base sobre los precios.

Futuro.

El peso se fortaleció mucho en los últimos 7 meses, lo que tuvo su "lado positivo" en la moderación del "número de inflación", pero no así en la inflación real, donde el impacto es menor. El mismo hecho tiene su "lado negativo" porque el atraso cambiario se ha incrementado y ello nos pone cada día más lejos de poder competir en la economía internacional, afectando notoriamente a la industria y la agropecuaria. En ambos sectores, a la reducción del tipo de cambio se le suma la caída de precios internacionales, lo que complica aún más la situación. Si hace dos años se pensaba que el rezago en la cotización de las divisas era grande, hoy lo es bastante más. Realmente el desfasaje de precios locales con los del resto del mundo, salvo con Argentina y, en alguna menor medida con Brasil son, corregidos por los precios internacionales, de los peores, sino el peor, que las estadísticas registran. El atraso cambiario argentino nos ayuda a corto plazo, pero todos sabemos que la situación de dicho país no es sostenible por mucho tiempo a menos que, por alguna improbable razón, los precios de sus exportaciones comiencen a subir.

Por tanto, lo razonable es pensar que el dólar en poco tiempo "dejará de ayudar" y, cuando eso pase, a menos que se instale una recesión, la inflación local volverá a aumentar porque, de hecho, podríamos decir que no bajó o, mejor dicho, que la temperatura se ha reducido, pero las causas de la fiebre continúan sin combatirse.

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Foto: publicdomainpictures

ISAAC ALFIE

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