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¿Por qué discrepan los economistas?

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Foto: Pixabay

Opinión

Entre economistas, la opinión general es que la economía como ciencia goza de un alto grado de consenso.

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Un estudiante de economía pasará por una serie de cursos relativamente similares sin importar si realiza sus estudios en Buenos Aires, Nueva York o Nueva Delhi. Sin embargo, en la apreciación pública se percibe mucho menos unanimidad en cuanto a políticas económicas específicas. ¿En qué medida los economistas discrepan sobre temas económicos clave? En esta nota sugiero cuatro razones de discrepancia: dos de pura percepción, verdaderamente inexistentes, y dos reales.

Razones falsas. Un chiste de economistas señala que cuando Albert Einstein murió y fue al más allá se encontró con otros tres recientemente fallecidos a los que les preguntó cuáles eran sus coeficientes de inteligencia. El primero respondió 190. Einstein feliz le sugirió hablar sobre la contribución de Böhr a la estructura del átomo y los efectos gravitatorios a nivel cuántico. El segundo dijo 150 y Einstein lo invitó a considerar el calentamiento del planeta y las alternativas legales y regulatorias para evitar el deterioro de la capa de ozono. El tercero atinó apenas a decir que su coeficiente intelectual era de 50. Einstein resignado le preguntó: ¿cuál es su previsión para el déficit fiscal?

La primera causa de las aparentes diferencias es que para opinar de economía no hay ningún requisito. Desde el intelectual más encumbrado al más simple de los mortales, todos vivimos los avatares de los ciclos económicos y estamos inmersos en una realidad económica personal, regional y nacional. De medicina hablan los médicos, pero de economía habla todo el mundo. De esta manera, mucho de lo que se escucha no es en realidad una visión técnicamente correcta; es más, puede no tener ninguna base de sustentación.

Una segunda causa es que la política económica se basa justamente en decisiones políticas y la conveniencia de aplicar tal o cual acción se mide en los votos que acarrea o aleja. La percepción de diferentes pensares entre los economistas se refuerza por el uso, por parte de los candidatos presidenciales, de portavoces económicos. El trabajo de un portavoz es, independientemente del consejo económico que esté dando internamente, defender las posiciones de su grupo generando una percepción politizada de las opiniones.

Estos portavoces están bajo presión de presentar soluciones inequívocas, evitando los condicionantes y escenarios alternativos que surgen de la literatura económica y de la experiencia pasada. Ningún partido político resulta electo por prometer hacer lo mismo que su adversario, por lo que, los distintos grupos suelen destacar las discrepancias más que las coincidencias. Adecuación fiscal, consolidación fiscal o shock de austeridad son distintos nombres que se le da a la actual inequívoca necesidad de mejorar las cuentas públicas.

A su vez, la percepción de diferencias entre los responsables económicos de los distintos partidos se ve incrementada por la prensa que suele contraponer los puntos de vista más polarizados.

Razones verdaderas. La visión ideal de la profesión sería que los puntos de vista sobre cuestiones económicas se basen en la evidencia acumulada, tanto teórica como empírica. A medida que se desarrolla un campo de estudio por primera vez, la evidencia seguramente será ambigua, con teorías alternativas y estimaciones empíricas contradictorias, que fácilmente conducirán a desacuerdos. Pero a medida que se acumula la evidencia, debería surgir un consenso profesional.

Una percepción más pesimista es que los economistas se aglutinan en “hinchadas” con un grupo mirando solo los costos de las intervenciones estatales y otro mirando solo las frecuentes fallas del mercado y cómo se pueden alivianar con intervenciones políticas bien diseñadas.

La economía positiva es la aproximación al “ser” de las cosas. Una afirmación de economía positiva, podrá ser correcta o equivocada, pero no se basa en los valores de quien la establece. Muchas veces la discrepancia tiene una raíz en el diagnóstico de la realidad, de igual manera que médicos recomendarían distintos tratamientos si diagnosticaran distintas dolencias.

Afirmar que el actual nivel de déficit fiscal pone en riesgo el mantenimiento del grado inversor de nuestra deuda es una afirmación de economía positiva. Se podrá estar de acuerdo o desacuerdo. Podrá ser correcta o equivocada. El tiempo revelará quien ofreció la valoración acertada, pero, de cuál sea este juicio se desprenderán distintas implicancias de política. La primera razón real de discrepancias entre economistas se basa en diferencias de economía positiva.

La economía normativa se enfoca en el “deber ser” de las cosas y por lo tanto está impregnada de creencias y valores personales. ¿Hasta qué punto se debe sacrificar eficiencia económica en aras de una mejor distribución del ingreso? ¿Qué tan progresivo debe ser el sistema impositivo? ¿Cuán focalizado en la ancianidad o en los más jóvenes debe estar el gasto social del Estado? No hay respuesta única a estas preguntas que son la segunda razón real de discrepancia en la profesión y de tal naturaleza que nunca se resolverá: no son diferencias técnicas, sino de credo.

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