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Un poco de nostalgia

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Escribir un 25 de agosto tiene sus ventajas. No solo en el silencio total del entorno que me rodea, sino especialmente en el tipo de reflexiones que se vienen a la mente, que buscan escapar por un momento a los entuertos no menores de la coyuntura.

Prefiero hoy en cambio la nostalgia, solo aparentemente ineficaz, porque puede ayudar a no repetir errores o tonterías sin cuento y, por qué no, a corregir las que siguen en pie.

Recuerdos.

No me olvido de toda aquella comunicación en torno al curiosamente llamado "gasoil productivo", ¿se acuerdan? Era la época del país productivo, de la producción familiar, de la justicia tributaria… Cómo olvidar tantas categorías que el marketing político difundió que, como buenos eslóganes carecían de sustancia, pero que en cambio poseían la magia, según la que cada cual le podía poner el contenido que prefiriera.

Pero 10 años después llegamos al combustible más caro de la región, más que en muchos de nuestros competidores, y con una empresa como Ancap totalmente objetada. Y que nos introduce en una suerte de sainete según el cual quien manejó la empresa culpa de su quebranto al gobierno que él integra como vicepresidente. Nadie se hace cargo así no solo de los déficit, sino del intento de hacer con Ancap una pequeña república socialista, con su propia política exterior, de tierras, tributaria, su política de finanzas internacionales, su política agrícola, industrial, que todo eso tuvo y aún tiene, ejecutado por sí o a través de sus 18 empresas satélites.

Y quién puede olvidar aquella calificación que le dio Mujica al complejo azucarero de ALUR, al que llamó "el buque insignia del país productivo", que luego demostró ser la nave capitana de la agricultura prebendaria. ¿Se acuerdan? Qué definición —buque insignia— vistos ahora los números de ALUR, las ayudas de Ancap, las intromisiones en cualquier área de la actividad económica.

Y cómo no recordar el agrocombustible que propició la creación de hecho de un nuevo monopolio, que sirve para pagar por lo que produce más de tres veces más que todo el planeta, que se baja de esta opción, con un petróleo en caída libre sin que a nadie dentro de nuestras fronteras se le mueva un pelo al menos para analizar las cosas, no solo la política de consumo obligado de etanol o biodiesel, sino el modo de retraso institucional con el que se los elabora.

Ya con música de Los Náufragos de fondo, no se puede olvidar el más que nostálgico "asado del pepe", aquella genial creación de marketing político, alejada de toda referencia a la producción de carne vacuna que lo sustentó el tiempito que duró. Y que caracterizó el modo increíble de entender la pecuaria, según el cual tanto se la amenazó con detracciones, como se propuso subsidiar la cría. Menos mal que no concretaron esto último, porque de lo contrario habrían creído que para nacer tres millones de terneros no era necesaria una buena relación de precios sino una buena fijación de subsidios. Cómo olvidar.

Y qué decir de la prohibición hasta de investigar en transgénicos, mientras el ministerio se ponía a estudiar lo que el mundo ya había resuelto, y que años más tarde también debió reconocer. ¿Se acuerdan? O cuando se manifestaba preocupación por la inflación y se cerraban a cal y canto todas las fronteras para frutas y hortalizas para evitar caídas de precios.

Tampoco olvidamos que mientras el presidente y su canciller defendían a Botnia de los embates argentinos, el MGAP eliminaba beneficios a la forestación de destino celulósico en las plantaciones. O cuando se suspendieron transitoriamente los lanzamientos en la lechería, o se crearon detracciones a la exportación de leche disfrazadas de aporte a un fondo.

También me acuerdo del sueño de reabrir el Frigorífico Nacional, o cuando Mujica puso un valor para el dólar, por debajo del cual renunciaría… Fueron los años en que se mandó un legislador a Venezuela a vender, o cuando se definió un productor familiar para ser objeto de ayudas, a propietarios de hasta 500 hectáreas —más de un millón de dólares— siempre que se viviera a menos de 50 km del predio… O cuando se eliminaron las sociedades anónimas para luego autorizarlas caso a caso; o cuando Mujica amenazó terminar con las personas de derecho público no estatal para luego agregar varias al elenco; o cuando se prometieron no más impuestos a la tierra…

Nostalgia creativa.

Con esta ristra de recuerdos nostálgicos, sin espacio para comentar otros como aquel del "país de primera" en que en lo institucional y lo educativo nos venimos convirtiendo, sueño en que el MGAP pueda al menos participar en la evaluación que los tiempos imponen, acerca de toda la política energética: tanto la vinculada al gas oil como la referida al monopolio de la elaboración de agrocombustibles, una solución pésima desde el comienzo, pero peor hoy.

Nos gustaría un ministerio involucrado en los temas tributarios, con voz clara respecto de la actual presión fiscal y su modo de enfrentarla en rubros severamente deteriorados; en la política azucarera, la de agrocombustibles, en las tarifas, o en los ámbitos de acción de las empresas públicas que se cortan con su propia política afectando los intereses de un agro en dificultades.

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Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca. Foto: Archivo El País

Julio Preve Folle - Analista

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