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El pecado es alejarse de la realidad

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Pedro Otegui. Foto: Archivo El País
Nota a Pedro Otegui, presidente de la Camara Mercantil de Productos, Mvdeo., foto Francisco Flores, nd 20150602
Archivo El Pais

Con la soja a 600 dólares por tonelada se disimula, pero con una cotización de 350 dólares el problema es notorio.

En el entendido que el peor pecado que puede cometer un país es "alejarse de la realidad que le rodea", el empresario Pedro Otegui reclamó a empresarios, gobierno y trabajadores "no dormirse" y aprovechar las oportunidades que se presentan. Ubicó en los costos excesivos que no controlan el productor ni el industrial y en las dificultades de inserción internacional, los principales problemas para el crecimiento del país. Advirtió del riesgo de primarización que se corre en algunos sectores, como el arrocero, la carne o los lácteos, ante las dificultades de competitividad existentes para los productos elaborados. Se lamentó porque el país "está lejos de la piñata", donde están en juego las mayores posibilidades de negocio y abogó por un "crecimiento sano" donde el Estado se sienta socio de productores e industriales. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Cómo observa el momento por el que atraviesa el sector exportador?

—Hace algunas semanas tuvimos una muy buena reunión con el presidente Vázquez. El gobierno es consciente de que el mercado externo no es el mismo y estamos escuchando en forma reiterada expresiones de cautela. Ojalá el gobierno pueda hacer un buen presupuesto y que el país gane competitividad y eso nos permita crecer en el mercado externo. Pero estamos todos atados a un mismo destino, si uno falla, estado o empresas, se cae todo.

Todos, tanto el gobierno como los empresarios vemos que el mercado general ha cambiado bastante y lamentablemente para peor. Y como en todos los órdenes de la vida, tener las cosas lo más claras posible y ser realistas es clave. Estamos todos más que de acuerdo en que queremos un país en crecimiento. Y un crecimiento sano, porque si no es así, a la corta o a la larga entramos en problemas. Y ese es el desafío que tiene el país hoy, navegar hacia adelante en aguas más turbulentas, tratando de que nos afecte lo menos posible y desarrollar fortalezas para seguir creciendo.

—Usted habla de "crecimiento sano", ¿hasta ahora no lo fue?

—No podría decir que no, pero pongamos atención en algunos temas centrales, como los costos. Con la soja a 600 dólares se disimulaban muchos problemas. Pero ahora, con la soja a 350, se hacen evidentes. ¿Qué pasa si por un problema de costos la lana saliera toda sucia sin procesar, o el arroz sin pasar por los molinos, o la leche sin entrar en las plantas que le agregan valor o el ganado se vendiera todo en pie? Esa primarización en algunos rubros ya se está viendo y en otros estamos cerca de que ocurra, como los que nombré. Hay luces amarillas que hay que darle el valor que tienen.

Lentos.

—¿Demoramos en decodificar esos problemas?

—Un debe que todo Uruguay tiene pendiente es el de los tiempos. Estamos lejos de la piñata; el mundo se mueve con una velocidad y pragmatismo que cuando queremos empezar el partido ya nos metieron tres goles. Debemos dejar de dormir la siesta, y eso va para todos.

—¿A qué le adjudica esa lentitud?

—Nos acostumbramos durante décadas a ver al mundo polarizado, occidente por un lado, el bloque oriental por otro, China cerrada, también India volcada hacia adentro de su propio mercado. Cada uno jugaba una liga distinta, ¿qué nos trajo la globalización? , que empezamos a jugar la "Champions League", todos contra todos, con todo lo bueno y lo malo que trae eso. Por supuesto que hay muchas más oportunidades, pero con una competencia muy dura que antes no lo era tanto.

Hace poco miraba una gráfica sobre la población que tenía el mundo en 1995 y la que tendrá en pocos años. Casi se duplica en 50 años, muy poco tiempo para la historia del mundo. Sin dudas que en 9 mil millones de habitantes hay posibilidades de producir más y vender más, pero también es cierto que hay nuevos y buenos competidores que antes no existían. Hay posibilidades, pero tenemos que movernos rápido.

Escala.

—¿Las chances están para un país chico como Uruguay?

—Yo no digo que Uruguay es un país chico, si nos sentimos chicos es una cuestión de mentalidad. No nos auto pongamos límites. Yo he escuchado presentaciones de uruguayos tratando de vender el país afuera y diciendo "somos un país chico entre dos potencias" y a mí se me cae la cara de vergüenza. Si ya entramos a la cancha pensando en que vamos a perder por cinco goles, es altamente probable que perdamos y hasta por más. No podemos minimizarnos nosotros mismos porque tenemos un mercado chico hacia dentro, cuando afuera está todo un mundo para competir. Claro que es un mundo que cambia todos los días y no espera por nosotros. Debemos ser livianos, adaptarnos fácilmente y estar en condiciones de dar respuesta a los requerimientos. Y mentalizados para salir a ganar. Es el cambio cultural que necesitamos.

—¿Cuáles son las materias pendientes?

—Tenemos deberes que hacer, el gran motor de la economía uruguaya sigue siendo el campo y hay muchos montevideanos que no son conscientes de ello. Como país necesitamos productores exitosos y competitivos. Luego plantearnos si estamos en condiciones de procesar industrialmente eso que producimos o lo vendemos como materia prima. Creo que en el discurso, todos queremos el mayor valor agregado en el país, por tanto hay que cuidar al productor y al industrial que invierte.

La industria es el principal socio que tiene el país para ayudar a desarrollar la producción. Tenemos que ver cómo llegamos a que el producto que ponemos en el puerto de Montevideo esté en condiciones de competir en el mercado mundial.

Siempre hay deberes para hacer. La empresa o el productor están todos los días mirando las referencias de los mercados para los cuales produce y tratando de estar actualizado en tecnología y procesos. Hay muchos costos en los cuales el productor y el industrial trabaja para abatirlos, pero hay otros que vienen dados y poco puede hacer el empresario. Llámese tipo de cambio, tributación, tarifas públicas, etc.

Incidencia.

—La capacidad de acción sobre esos temas es muy baja…

—Entonces, el país necesita ser competitivo en conjunto, para colocarse en el mercado mundial y mantenerse. En un terreno donde no se trata solamente de lo que uno hace o deja de hacer, sino también de lo que hacen los demás.

¿Cuántos acuerdos tiene el Mercosur con facilidades de acceso a distintos mercados? Y constantemente estamos escuchando sobre otros países que celebran acuerdos que se traducen en concesión de ventajas recíprocas. Tomemos el ejemplo del reciente tratado entre China y Australia. China es nuestro principal comprador y en muchos rubros competimos con Australia, que hoy tiene mejores condiciones de acceso que Uruguay. Nosotros no cambiamos nada, pero los demás se mueven. Hay que dejar de dormir la siesta, insisto.

Hay un concepto que deberíamos quitar de nuestro vocabulario es el "vamos a…". Lamentablemente, mucha gente ha usado ese término para prometer o planificar cosas y, lamentablemente, ese tren nunca llega. Falta acción. Tenemos que hablar menos y actuar más.

—Nos quedamos en el tiempo…

—En aquella "época dorada" donde la referencia para Uruguay era el bloque occidental, Europa, Estados Unidos, Japón, Corea del Sur y poco más. En esa liga Uruguay tenía buena calidad, buenos precios y casi todos los demás eran más caros que nosotros. Pero hoy hay miles de empresas de China, de India, de Turquía, de Rusia y de otros muchos mercados, con buenos productos, que pelean por sus precios y mercados. Se nos agrandó la cancha, tenemos un mundo ampliado, pero miremos por el espejo que detrás nuestro viene una multitud a competir por esos espacios y muchos de ellos con otras estructuras y capacidades, que si nosotros no nos avivamos, nos van a pasar por arriba.

Si miramos el mapa, podemos tener pereza de ir a un lugar o a otro, pero el potencial está. Y tan importante como los costos es el acceso a mercados. Y allí nos sacan mucha ventaja. Estamos atados a las condiciones del barrio, y ni siquiera ello podemos aprovechar bien, dadas las condiciones del Mercosur.

Gran mercado.

—Somos tres millones de personas que producimos para darle de comer a treinta millones, nuestro futuro está ahí…

—Pero para darle de comer a esos treinta hay un centenar de países peleando. Hay que ver si llegamos con precio y calidad. Y no todo está a mano del empresario poder solucionarlo. Se nos escucha, se nos entiende, pero hay otras urgencias y no siempre tenemos soluciones. Los países deben cuidar a sus productores y sus industrias, y estar atentos y vigilantes a lo que sucede adentro y a lo que hacen otros países que a la corta o a la larga nos pueden impactar. Ahí es cuando insisto en no perder el tren.

Y cuando digo que estamos lejos de la piñata es porque ese consumo de 8 o 9 mil millones de habitantes está en el mundo y hay que salir a buscarlo. Hay que tener presencia diaria, hay que tener productos de calidad y también buenos precios. Ser buenos en la entrega, en la financiación, en la cancha grande, el que vaya con complejos y espíritu perdedor, no entra.

El exportador tiene que trabajar, armar su valija, ir a las ferias, visitar clientes, instalarse en el exterior. Tiene que buscar el mercado, frecuentar los clientes y tener buena liga con el potencial comprador. Cuesta mucho abrir un mercado y atender una clientela, y se puede perder muy rápido, porque cada posible importador tiene una cola de oferentes en el mundo. Uruguay no se puede dar el lujo de perder ni un solo espacio. Y aprovechar las chances que nos dan, porque no van a ser ni tres ni cuatro.

—Podemos decir que estamos lejos del mundo, y no solo en kilómetros…

—Así es, a veces nos ponemos un poquito más lejos con nuestras actitudes. Si hacemos los deberes y nos va mal, mala suerte. El problema es cuando no hacemos nada, y le echamos la culpa a los demás.

No nos cuesta nada culpar a un tercero, pero empecemos primeros por ver qué hacemos en el país, si somos eficientes, si nuestros productos tiene mercado y si nuestros costos se pueden absorber en el mundo. Y capaz que si hacemos ese trabajo hay empresas o sectores que quedan por el camino, y habrá que asumirlo. Pero también hay que asumir que si no bajamos los costos, es muy difícil para una industria salir a competir. Hay responsabilidades compartidas y cada uno debe asumir su parte.

—¿La posibilidad de un acuerdo con la Unión Europea le seduce?

—Es muy buena para todos, en especial Uruguay y Paraguay estaban esperando esta oportunidad. El gran cambio ha sido Brasil, que hasta ahora no veía este tipo de negociaciones como una prioridad.

—¿Con China podemos ampliar las posibilidades de comercio?

—Uruguay ha tratado muy bien a China y ha tenido reciprocidad. Las relaciones bilaterales son muy buenas, pero "a la plantita hay que seguir regándola". Se ha hecho mucho desde el restablecimiento de las relaciones hasta hoy, pero hay mucho lugar para seguir creciendo, al igual que en otros mercados sanos que hay en el mundo.

Salarios.

—Cuando habla de costos excesivos, ¿incluye los salarios?

—No es el gran problema. No podemos hablar de que la gente gana mucho en Uruguay. Pero sí veamos cómo está compuesto eso. Para un trabajador que gana 100 y en su bolsillo le quedan 70, la empresa pagó 140. Capaz que por ahí hay cosas que revisar, es un dato de la realidad. Más que pensar en que los aumentos sean moderados o no, hay que pensar en cuánto le cuesta realmente a una empresa tener un trabajador.

Tenemos que tener empresas fuertes, empresas que ganen plata y serán empresas que paguen impuestos. El Estado tiene que sentirse socio de la producción, la industria y el comercio.

En Montevideo se sigue sin valorar la agropecuaria.

—Cada vez que se defiende al productor rural de la manera que usted lo hace, en la ciudad aparecen reacciones de rechazo…

—Montevideo no conoce y no valora el campo. Cuántas veces escuchamos: ¡el campo está llorando otra vez! Y eso no es así.

¿Cuánta de mano de obra se genera en el campo? Un frigorífico cerca de Montevideo o una usina de leche en el entorno de la ciudad, trabajan porque en el campo hay gente cuidando, engordando y faenando a esos animales, o alimentándolos y ordeñándolos para obtener mayor producción. Hay mucho valor que se agrega en genética, en alimentación, en cuidados, y eso no siempre se ve. Yo creo que los uruguayos deberían aprender desde la escuela sobre qué hace el país. El campo y sus actividades deberían estar más insertos en la formación educativa, para aprender a valorarlo.

—¿Qué más hace falta incluir desde la escuela?

—En cada aula deberíamos tener el mapamundi colgado en la pared y plantearnos todos los días que es lo que tenemos que hacer para llegar a todos lados. Un país que sabe que debe producir para el mundo, debe generar mentes abiertas desde chiquitos.

Otro aspecto es la formación en idiomas. Un amigo me decía hace poco que en Singapur las escuelas tienen todas sus clases en inglés, conscientes que deben salir a buscar su futuro afuera. ¿Qué pasa si alguien mañana en Uruguay alguien dice: tendremos todas las clases en inglés y una hora de idioma español por semana?

Tenemos que estar en Corea, en Singapur, en Alemania, en China, el idioma del mundo es el inglés y si salimos a la cancha sin leer, hablar y escribir el inglés casi como lengua materna, ya estamos perdiendo uno a cero. Toda la correspondencia es en ese idioma, los contratos, etc. Y el que no lo habla se cierra en el mundo latino.

Ficha técnica.

Pedro Otegui es Director de Lanas Trinidad, empresa a la que ingresó en el año 1972. Por obligaciones vinculadas con la citada compañía, ha estado radicado temporalmente en Alemania, Irán y China. Actualmente es presidente de la Cámara Mercantil de Productos del País y es representante de la misma organización ante la Federación Lanera Internacional. Asimismo, integra los Consejos Directivos de la Cámara de Comercio Uruguay-República Popular China y Unión de Exportadores del Uruguay.

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Pedro Otegui. Foto: Archivo El País

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