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Un paseo por el mundo de las finanzas sustentables

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Foto: Getty Images

Tema de Análisis

Los Bonos ESG como una herramienta para el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

En los últimos años, cada vez más oímos hablar de bonos sostenibles, bonos temáticos, o bonos ESG. ¿Qué son? ¿Cómo operan? ¿Qué objetivos persiguen? ¿Cómo han evolucionado en el tiempo? Y ¿cómo pueden ser utilizados por los gobiernos, empresas u organismos multilaterales de crédito como fuente de financiamiento? Nos proponemos abordar estas preguntas convencidos de no estar frente a una moda, sino a una herramienta útil para alcanzar los cambios que el planeta necesita en términos ambientales, de inclusión social, equidad y transparencia.

Como lo indica su sigla en inglés, los Bonos ESG están ligados a resultados de impacto Ambiental, Social y de Gobierno corporativo. Su origen se remonta a 2007 con la emisión de un bono verde por parte del Banco de Desarrollo Europeo. En 2008, el Banco Mundial hizo lo mismo a pedido de administradores de fondos de pensión suecos interesados en invertir en proyectos ecológicamente amigables. Desde entonces, se ha expandido el uso de estos instrumentos, pasando desde un inicio donde se reservaban a organismos multilaterales de crédito, a la incursión de bonos corporativos e incluso soberanos.

Dentro de las tipologías de Bonos ESG se identifican: a) bonos temáticos tradicionales y b) bonos ligados a la sostenibilidad.

Los bonos temáticos tradicionales son instrumentos de deuda de renta fija, donde los fondos obtenidos deben ser usados en la financiación de proyectos específicos de impacto social y medioambiental. Los bonistas conocen de antemano el destino específico de los fondos, estrictamente vinculado a objetivos sostenibles. El tipo de bono temático dependerá del objetivo a atender. Las principales categorías se pueden resumir en:

• Bonos verdes: el proyecto a financiar está vinculado a beneficios ambientales. En Uruguay hay ejemplos como la emisión de bonos para los parques solares fotovoltaicos El Naranjal y Del Litoral (US$ 98 millones); La Jacinta (US$ 65 millones) y Nately y Yarnel (US$ 25 millones). También hay parques eólicos (Campo Palomas) e inversiones en líneas de alta tensión, como el tramo que se está construyendo entre Tacuarembó y Salto Grande con financiamiento verde.

• Bonos sociales: vinculado a proyectos que generan beneficios sociales (ej: contribuir al acceso a fuentes de trabajo formales bajo condiciones dignas).

• Bonos sostenibles: contribuyen en forma conjunta al logro de beneficios sociales y ambientales (ej: una planta de clasificación de residuos que fomenta en paralelo el reciclaje y la formalización de los clasificadores).

• Bonos de género: procura mejoras en población de género femenino (ej: proyectos que contribuyen a que las jefas de hogar accedan a fuentes dignas de trabajo que les permita mantener a sus familias).

• Bonos de transición: contribuye a la transición climática (ej: modificando procesos o tecnología que permiten reducir la emisión de gases de efecto invernadero).

• Bonos azules: vinculados a proyectos que logren mejoras en la calidad de las aguas.

El esquema adjunto muestra la interrelación entre el inversor, el emisor y los proyectos ESG para el caso de bonos temáticos.

En el gráfico se exhibe de forma muy elocuente el incremento exponencial que ha tenido la emisión de bonos temáticos en el mundo. Se advierte que Europa y Asia-Pacífico son las regiones con el mercado más desarrollado, representando casi el 70% de la emisión total de este tipo de bonos en 2021. América Latina representa el 5%, de lo cual se deduce que existe mucho espacio para crecer.

Sin embargo, pese a los renovados compromisos de los países desarrollados para reducir las emisiones de efecto invernadero (el último de ellos es el Acuerdo de París de 2021), aún existe una brecha importante para financiar las inversiones necesarias para detener el proceso destructivo originado en el cambio climático.

Lo anterior lleva a la segunda tipología de Bonos ESG, que son los bonos ligados a la sostenibilidad. Creados en el 2019, las características financieras de estos títulos pueden variar en función de si el emisor cumple con determinados objetivos de sostenibilidad previamente definidos. A diferencia de los bonos temáticos, no están ligados a un proyecto sostenible específico. En cambio, implica la selección de indicadores y objetivos por medio del cual se evaluará el desempeño en sostenibilidad del emisor. En caso de no cumplir con los objetivos planteados se aplicará una penalización, siendo el castigo en la tasa de interés del bono, la forma más usada.

Para el éxito de los Bonos ESG es clave la confianza que el emisor genere en los inversores para que decidan invertir en dichos instrumentos. En esta línea, apuntando a la transparencia, es que estos bonos requieren la publicación de informes de seguimiento y control de asignación de fondos, impacto, y cumplimiento de objetivos según corresponda.

En suma, los Bonos ESG ligados a la sostenibilidad no tienen por qué responder a un proyecto específico, pero sí implican el compromiso del emisor (gobierno o empresa) en el alcance de metas vinculadas a los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) aprobados por la Asamblea General de las Naciones Unidas en setiembre 2015. El no cumplimiento de objetivos conlleva castigos en la tasa de interés del bono, lo cual genera un incentivo para que el emisor cumpla los objetivos trazados y comprometidos a la hora de asignar los fondos.

El esquema adjunto muestra la interrelación entre inversores y emisores, y cómo el repago al inversor cambia en función del cumplimiento de los indicadores comprometidos.

Los Bonos ESG representan una atractiva forma de financiamiento, tanto para inversores como para emisores. Para los primeros, se permite acceder a instrumentos para volcar el ahorro a destinos con foco ambiental y/o social que no estarían disponibles si fueran bonos comunes. Por su parte, los emisores mejoran su imagen y reputación, al contribuir con los ODS. A su vez, en el caso de los bonos ligados a sostenibilidad, es dable esperar que el emisor pueda lograr una reducción en el costo de financiación si cumple con los objetivos planteados.

En Uruguay tenemos como ejemplo el antecedente de bono sostenible a cargo de BBVA Uruguay, por un monto de US$ 15 millones. Asimismo, el gobierno se encuentra impulsando la emisión de un bono a largo plazo ligado a la sostenibilidad, es decir, comprometido con el cumplimiento de ciertas metas vinculadas a objetivos que pagará una tasa variable de interés en función de si se alcanzan o no las metas. El logro de este desafío contribuirá a apuntalar a Uruguay en la vanguardia regional de políticas públicas orientadas a la sostenibilidad, será una fuerte demostración de confianza por parte de los inversores e implicará una señal de responsabilidad importante para los gobernantes que asumen un riesgo político en caso de no alcanzar las metas.

(*) Cra. Magdalena Perutti, Directora Asociada de KPMG en Uruguay y Cra. Alejandra Muxi, Gerente de KPMG en Uruguay

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