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A partir de los números del PIB, la danza de las letras

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Foto: Pixabay

TEMA DE ANÁLISIS

Aún persiste la incertidumbre sobre la naturaleza que tendrá la reactivación económica.

Los datos referidos a las Cuentas Nacionales de Uruguay, recientemente publicados por el BCU para el tercer trimestre de 2020, son los primeros bajo la nueva metodología de medición que toma como base el año 2016. El cambio es bienvenido, porque permite acercarnos a un valor más cercano al tamaño real de la economía, su verdadera estructura productiva y su patrón de utilización de recursos (téngase en cuenta que la base previa era de un ya lejano y obsoleto 2005).

¿Cuál es entonces el tamaño de la economía? Según los datos oficiales, en 2019 el Producto Interno Bruto (PIB) que refleja el valor de la producción de bienes y servicios, ascendió a $ 2.168.532.562.093 que en sí nos dice poco y nada (expresado en dólares corrientes son unos US$ 60.000 millones). La novedad es que la cifra supera en aproximadamente un 10% a la estimación del PIB que se había realizado con la metodología previa, siendo esta brecha porcentual similar a la de los años 2016, 2017 y 2018. Quiere decir que la economía uruguaya es de mayor tamaño de lo que mostraban las mediciones anteriores. Más relevante aún es examinar el comportamiento de la tasa de variación del PIB en términos reales, es decir cómo ha venido expandiéndose realmente la producción nacional con mayor verosimilitud a lo que mostraba la metodología anterior. Lo que vemos es que en los últimos años la economía uruguaya tuvo un desempeño aun peor al que teníamos como referencia: la variación promedio anual del PIB en el trienio 2017-2019 fue de apenas 0,8%. Casi la mitad del registro previo de 1,5%.

Otro capítulo tiene que ver con el impacto del COVID-19. Las cifras oficiales muestran que, en el segundo trimestre, cuando hubo un brutal repliegue de la demanda por efecto de la menor movilidad, se verificó una profunda caída desestacionalizada del 10,4% frente al trimestre anterior (caída que también excede a la medición previa con la base de 2005). En el tercer trimestre se daba por descontado que habría un rebote positivo por el restablecimiento de la circulación de personas, y así es como el PIB mostró una recuperación del 7,8%. Este comportamiento, se asemeja a la forma en “V” pronosticada por algunos analistas y técnicamente se puede interpretar como una salida de la recesión. Sin embargo, la recuperación no es simétrica pues no hemos alcanzado los niveles de producción previos al COVID-19 (ver gráfico 1).

Puesto en números, la producción generada en lo que va el año (enero-setiembre) aún está un 6,7% por debajo del volumen de bienes y servicios producidos en el mismo período de 2019. Dicho guarismo es un promedio, lo cual significa que algunos sectores tuvieron un comportamiento por encima y otros por debajo. Como era previsible, la actividad más castigada fue la asociada a Comercio, Alojamiento y Suministro de comidas y bebidas con una baja del 13,1% interanual en el tercer trimestre, y 12,3% en el acumulado. Lo cual es particularmente preocupante al tratarse del sector que engloba mayor número de Pymes y que genera más empleo. En la otra punta, Transporte, Almacenamiento, Información y Comunicaciones muestra un crecimiento acumulado del 4,9% lo cual se explica por las características inherentes a este tipo de servicios que cuadra con los nuevos usos adoptados en tiempos de COVID-19 (ver cuadro).

Resulta oportuno poner en contexto esta caída del producto a través de una comparación regional. Es sabido que todas las economías del mundo tuvieron una contracción de proporciones significativas (tal vez la única excepción sea China, que cerraría el año 2020 con un leve crecimiento). Más aun, en la comparación regional, considerando los países con información actualizada al tercer trimestre, Uruguay se posiciona entre los que sufrieron menor daño económico en términos de caída del PIB, siendo únicamente Brasil el que tuvo una caída menos pronunciada.

Sin embargo, la esfera económica es solo una de las que deben tomarse en consideración para un análisis de este tipo. La otra variable relevante es la esfera sanitaria. Mientras las autoridades uruguayas velaron por este delicado equilibrio durante la pandemia sin coartar libertades, pero anteponiendo la salud a la economía, Brasil apostó a priorizar la actividad económica sin mayor contemplación por el costo sanitario. Otros países como Perú y Argentina tuvieron muy mala performance en ambas esferas. En el gráfico 2 figura un comparativo del número de muertes por millón de habitantes (el dato más fidedigno para poder hacer comparaciones entre países en términos de impacto de COVID-19) combinado con la performance en términos de actividad económica. Se desprende entonces que Uruguay está mucho mejor posicionado que sus vecinos.

¿Qué va a pasar de aquí en adelante? Para el cuarto trimestre se verificará un crecimiento adicional que reforzará el efecto “V”, aunque seguramente será de menor cuantía que el del tercer trimestre, y continuaremos estando por debajo del punto de partida en que se desató la crisis del Coronavirus. La gran interrogante es lo que pueda ocurrir en el primer trimestre de 2021. Al cierre de este año, Uruguay finalmente recibió su primera ola de contagios y verifica un crecimiento exponencial en la curva que a la fecha no ha cedido y puso a la capital al borde ingresar en la zona roja según el Índice de Harvard. Esto encendió las alarmas y el gobierno dispuso severas medidas de restricción a la circulación e ingreso de personas al país que inevitablemente afectarán la temporada turística aún más de lo que ya se esperaba. Con esta nueva información sobre la mesa, no podemos descartar la posibilidad de una recaída económica que dé lugar a un efecto “W” en el proceso de recuperación del nivel de actividad.

La batalla contra el impacto del COVID-19 sobre la economía únicamente concluirá cuando no haya más COVID-19, y eso tendrá lugar recién cuando la población esté vacunada. Hasta entonces, la incertidumbre seguirá campeando y ese solo hecho afectará la toma de decisiones y amedrentará el gasto de las familias y empresas, dificultando el cálculo y la proyección económica.

Por lo pronto, podemos estar seguros de que el PIB en el año 2020 registrará una caída superior al 3,5% trazado en la exposición de motivos presentada por el Poder Ejecutivo junto al proyecto de Ley de Presupuesto, y también superior al 4,3% reportado en mediana por los analistas privados según el último relevamiento del BCU a noviembre. La actualización de las tasas de crecimiento por el cambio metodológico implementado y la nueva ola de contagios llevarán a un ajuste al alza en la caída esperada del PIB en 2020, y seguramente también a un ajuste a la baja en la tasa de recuperación esperada para el año 2021.

(*) Ec. Marcelo Sibille, gerente del área de asesoramiento económico y financiero de KPMG en Uruguay.

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