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La pandemia y los consumidores

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Foto: El País

OPINIÓN

¿Cómo están evaluando los consumidores la situación económica luego de conocidos los primeros casos de coronavirus en nuestro país?

¿Cómo inciden los determinantes de la demanda de bienes durables? ¿Hay alguna relación entre la confianza y la aprobación presidencial? ¿Podríamos decir que los consumidores están viendo que esta crisis es distinta a la de 2002? Voy a resumir a continuación la interpretación personal que hago del último informe de confianza y expectativas de los consumidores, de la Cátedra SURA de la Universidad Católica del Uruguay, divulgado la semana pasada y que corresponde a la medición realizada entre el 30 de marzo y el 1ro de abril.

Primero, los consumidores estarían asumiendo que el shock es transitorio. Si bien la confianza del consumidor mostró la mayor caída mensual desde que se mide, fue llamativo en este contexto, que el registro de marzo no marcó un nuevo mínimo para la serie.

Esto se explicó a partir de una inusual divergencia entre la evolución de algunos de los indicadores que conforman el índice. Por un lado, aquellos que evalúan la situación actual cayeron fuertemente o incluso se desplomaron. Por otro lado, algunos de los que recogen las expectativas, en particular del país a futuro, registraron una suba inusual. Parece entonces que los consumidores, como no podía ser de otro modo, han incorporado que el efecto de este shock va a ser muy importante en el presente o en el futuro cercano pero, al mismo tiempo, esperan una recuperación relativamente rápida para más adelante. Esta lectura está en línea con la que se hace en general, tanto a nivel internacional como en nuestro país, que asume que el escenario más probable es que el shock será transitorio y por tanto que la actividad económica evolucionará en forma de “V”, con una fuerte caída al principio, seguida por una posterior rápida recuperación.

Segundo, algunos indicadores que reflejan la situación actual, mostraron una fuerte caída, tan fuerte, que queda poco espacio para que sigan cayendo. Me refiero, en particular, a la predisposición a la compra de bienes durables. Era difícil esperar otra cosa, pero no hemos visto, por lejos, valores similares a los actuales en los 12 años que se hace la medición.

En 2008, luego de la implosión de la crisis internacional, este indicador había caído la mitad de puntos que los que cayó ahora. Estos son los bienes más castigados en esta coyuntura, puesto que, buena parte de los determinantes de su demanda, es decir, las preferencias, los precios y el ingreso, se ajustaron para disminuirla. Primero fueron los precios, que habían aumentado a partir de la suba del tipo de cambio de finales de febrero y principios de marzo. Luego fue el cambio de preferencias, que retiró este tipo de bienes de la lista de prioridades. Y, más recientemente, la caída esperada del ingreso o el aumento de la probabilidad de perderlo.

Tercero, el shock eliminó por completo cierta mejoría sobre las expectativas personales, justificada o no, que se había producido en la segunda mitad del año pasado. En particular, las expectativas de desempleo, que habían bajado en el segundo semestre de 2019, aumentaron en la última medición y llegaron a niveles máximos. Este indicador no sólo refleja la opinión de los consumidores respecto a esta variable del mercado laboral sino que además adelanta su evolución. Es decir, no podemos esperar otra cosa que un deterioro en el mercado laboral adicional al que ya teníamos antes de la pandemia, para los próximos trimestres. En esta línea, las expectativas de ingresos de los hogares, que también mostraron una fuerte caída, predicen menores niveles de empleo para, al menos, el segundo trimestre.

Cuarto, no es casual que hayamos visto un deterioro relativamente moderado de la confianza, dado el contexto, con el hecho de que diversos indicadores de aprobación presidencial se mantienen elevados. La confianza del consumidor tiene en general una relación bastante robusta y estable con la aprobación del presidente. Por tanto, habría sido un resultado atípico ver una caída sustancialmente mayor de la confianza, a la que vimos, conjuntamente con un elevado índice de aprobación de la gestión del presidente.

Lo anterior permite conjeturar que, en cierta forma, el hecho que la población considere que la gestión del gobierno ante la crisis es buena, atenúa los impactos de la crisis sobre los niveles de confianza y expectativas.

Quinto, esta crisis no sólo es distinta a la de 2002, como se ha razonablemente fundamentado en las últimas semanas, sino que los consumidores por el momento estarían de acuerdo con dicha premisa. Es discutible la segunda parte de esta aseveración, fundamentalmente porque no hay mediciones sistemáticas de la confianza del consumidor anteriores a 2007 con la metodología utilizada a nivel internacional. Sin embargo, es bastante razonable postular que, de haberse medido, la confianza del consumidor habría alcanzado un mínimo, en los últimos 25 años, durante la crisis de 2002.

En base a diversos indicadores relacionados, estimo que en ese momento la confianza se habría ubicado, de haberse medido como hoy, entre 20 y 30 puntos (o quizás algo menos).

Los 41 puntos de marzo sugieren que los consumidores estarían visualizando, por el momento y más allá que podrá bajar algo más en las próximas mediciones, que esta crisis es diferente a la de 2002 y que este es un shock que tendrá, al final del día, o del año en este caso, efectos de menor magnitud.

En suma, el si bien las expectativas de los consumidores se deterioraron fuerte en marzo, sugiriendo un segundo trimestre muy malo, al mismo tiempo indican que las familias tienen un moderado optimismo respecto a los efectos de la pandemia en un horizonte algo más largo.

(*) Director de Estudios Económicos en Equipos Consultores.
Las opiniones de esta nota son del autor y no necesariamente comprometen a las instituciones mencionadas.

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