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Los otros requisitos para invertir

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Inversión. Comprar bienes que aumentan por encima del nivel general, y revenderlos cuando su precio sube. (Foto: Google Images)

La teoría económica nos enseña que el volumen de inversión suele depender, y en relación inversa, de la tasa de interés. Si ésta sube, la inversión se contrae y viceversa. La razón es que al subir el costo del dinero y el rendimiento de activos financieros de menor riesgo, menos opciones son "rentables" cuando se evalúa la relación riesgo-retorno.

Esto es así asumiendo el supuesto implícito de que, "todo lo demás permanece constante". Ahora bien, esta sencilla relación no explica el por qué el volumen de inversión, a igual tasa de interés, es superior en un país que en otro, ni por qué dentro de un mismo país, la misma tasa real nos conduce a distintos volúmenes de inversión en diferentes período de tiempo, ni por qué sin alteraciones de aquella, pueden verificarse variaciones en los montos invertidos. Naturalmente que hay una importante cantidad de factores adicionales que juegan, los que, bajo condiciones relativamente normales, suelen terminar siendo determinantes del proceso.

En primer lugar están los factores externos, "ambiente regional". Si la región se vuelve amigable o no con los inversores, recibirá o expulsará capitales y eso se refleja en el riesgo que están dispuestos a asumir, alterando la tasa de retorno requerida, lo que afecta el volumen de inversión. Siendo nosotros parte de este medio ambiente, recibimos sus efectos. Luego están los factores internos que son variados. Los impuestos sobre las rentas y el capital y, más específicamente las tasas efectivas de éstos, son parte esencial a la hora de medir la rentabilidad. Refiero a tasas efectivas que se diferencian de las contractuales, porque los códigos tributarios suelen ser complejos y, muchas veces los porcentajes de impuestos allí detallados poco tienen que ver con la realidad. A vía de ejemplo, en nuestro país a partir del próximo 1° de enero, la tasa efectiva del IRAE sobre la renta real, según el sector y la estructura de financiamiento de la empresa, estará entre 30,25% y 45%, cuando se computa el impuesto a la distribución de utilidades, la no deducción del ajuste por inflación, una serie de gastos que no son plenamente deducibles, más el impuesto al patrimonio que, económicamente, es un impuesto a la renta "ciego". Es más, este impuesto al patrimonio, una rara avis en los sistemas tributarios del mundo, tiene también algunas severas limitaciones en deducción de pasivos, por lo que en cierta medida ha derivado en un impuesto sobre activos, lo que lo vuelve más gravoso aun en función de su elevada tasa. Invito al lector a mirar en Internet los balances de las corporaciones y calcular la tasa efectiva de impuesto a la renta, sumar el IRPF sobre los dividendos distribuidos (aunque no en todos los casos opera) y compararlo con los nuestros. Luego extraiga sus propias conclusiones.

También influyen los impuestos sobre las rentas personales, que afectan el capital humano disponible. Aquí una vez más las tasas efectivas, a igual nivel de ingreso, deben ser de las mayores del mundo y, en contrapartida, los servicios que el Estado brinda, de los peores. La tasa "facial" del impuesto puede no ser de las más altas pero la sui géneris forma de cálculo la convierte en casi expoliatoria. Recordemos que en todos los países este impuesto se abona sobre ingresos netos (bruto menos deducciones), las deducciones son amplias, existiendo variados ingresos exentos. De nuevo invito al lector a buscar y comparar.

Lo anterior, conjuntamente con la carencia o precariedad de la infraestructura, la baja calificación de los recursos humanos, los costos de la burocracia, el servicio de energía, combustibles y telecomunicaciones, son "medibles" incluyéndose en los costos y reduciendo el retorno. Ahora bien, existen otros aspectos relevantes donde la medición deja de ser "objetiva" porque no hay un precio de mercado, pero que se miran y mucho. Dentro de estos, entre otros, tenemos el imperio de la ley, la estabilidad de las leyes, el normal funcionamiento del mercado de trabajo y la seguridad física de las personas.

Si en un país la ley es respetada pero ésta cambia de manera frecuente y las modificaciones no son ajustes de las nuevas realidades sino giros copernicanos, difícilmente alguien se convenza que lo vigente en ese momento sea la regla que deba enfrentar a lo largo del tiempo necesario para su inversión. Esto vale para las normas tributarias, pero también para el resto, como las de concursos, contratos y laborales. En materia laboral, si quien arriesga su capital no tiene el pleno dominio de la actividad, poco interés mostrará en llevarla a cabo. Los salarios en sí mismos poco dicen, siendo lo relevante su relación con la productividad de quien hace la tarea. Por último, la seguridad personal no es un tema menor. Si la probabilidad de ser víctima de asaltos o rapiñas es alta, es muy claro que menos se aventuran y, quienes lo hacen, exigen mayores primas de retorno por ello.

Dejo para que el lector sitúe a nuestro país como entienda del caso a la luz de estas consideraciones, aportando únicamente un dato; la inversión externa directa medida en dólares ha caído prácticamente a la tercera parte (61,2%) en los dos últimos años y medio, pese a la inversión asegurada con contratos de largo plazo en molinos de viento.

Lo claro es que un inversor pondera muchos elementos y decide midiendo el retorno neto de impuestos, "en su bolsillo", ajustándolo por los factores mencionados, que forman parte del riesgo global a asumir en comparación con otros posibles destinos.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Inversión. Comprar bienes que aumentan por encima del nivel general, y revenderlos cuando su precio sube. (Foto: Google Images)

ISAAC ALFIE

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