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Oportunidades de negocios en las finanzas sustenables

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Pablo Cortínez, economista e integrante de la Fundación Vida Silvestre de Argentina.

Entrevista

Además de la rentabilidad y solvencia en el ámbito financiero se incorporan los criterios ambientales y sociales.

El concepto de "finanzas sustentables " aparece algo lejano en esta parte del mundo. Sin embargo, a juicio del economista argentino Pablo Cortínez, especialista en el tema, en unas pocas décadas de presencia global los criterios financieros basados en sostenibilidad ambiental van ganando terreno; en la región, tienen a Brasil como país líder. A continuación, un resumen de la entrevista.

—Usted hace hincapié en la sustentabilidad como fuente de negocio, y en estas latitudes, no es fácil observar un fuerte vínculo entre los agentes financieros y los requisitos ambientales. ¿Cuáles son los vasos comunicantes?

—Una forma muy práctica de relacionar estos dos temas es la fuente de fondeo de los bancos. Un banco de en la actualidad, que va a pedir una línea internacional ante una institución de fomento como el BID, la CAF u otros similares, se encontrará con que le solicitarán un control respecto de las cuestiones ambientales, sociales y de gobernanza para otorgar esa línea de crédito. Es más, hay algunos bancos que ya están pidiendo que el banco local que reciba esa línea tenga una persona que esté especialmente dedicada a monitorear esos temas y sea la responsable de reportar al banco que presta sobre esa categoría.

Otra de las maneras de verlo es, que un banco, a la hora de prestar, si no hace el análisis ambiental y social, es probable que a posteriori tenga problemas de cobro.

—¿Cuál es la razón?

—Se solicita un préstamo a un banco, que no cumple con esos requisitos que antes nombré. El banco, contra el crédito, toma una garantía determinada. Pasado cierto período de tiempo, si ese bien que pusieron como garantía tenía pasivos ambientales y/o fue contaminado por alguna razón, es probable que valga bastante menos que antes. Por tanto, si esa empresa no paga, el banco se va a hacer con una suma bastante menor.

—En base a ese razonamiento, el análisis de riesgo crediticio siempre debería tomar en cuenta estos aspectos...

—Cierto. Cuando se evalúa el flujo de fondos de una empresa que va a solicitar el préstamo para ver si tiene cómo repagarlo, es ineludible tener en cuenta esos riesgos. Supongamos que se trata de una empresa exportadora. Hoy hay mercados donde se está solicitando certificados de sustentabilidad ambiental, por ejemplo. Por tanto, si la empresa no cumple con esos compromisos, ese flujo de fondos que supuestamente le iba a permitir pagar el crédito, puede ser mentiroso. Y por el lado de los gastos, si esa empresa no cumple con los requisitos ambientales, puede ser que tenga multas, suspensiones, y el cerco financiero se le va cerrando cada vez más.

En resumen, si los bancos no hacen análisis de riesgo en temas ambientales, es probable que se estén perdiendo una parte de la película.

—La región está lejos de las tendencias mundiales...

—En la región se ha despegado Brasil, que trabaja con el tema hace casi 20 años, no solamente en la banca tradicional sino también en el mercado de capitales. México y Colombia han avanzado algo, pero el resto de los países por diversas razones no se han incorporado a esta nueva ola, no solamente para otorgar créditos, sino también para hacer inversiones responsables.

Otro caso es el de Paraguay, desde hace seis años tiene lo que se llama una mesa de finanzas sostenible. Lo que hace es agrupar a los principales bancos del país y lanzando guías sectoriales, con lo que los bancos se ponen de acuerdo cuáles son los criterios que le van a estar pidiendo a sus deudores.

Uruguay y Argentina son de los más débiles en esta temática.

—La incorporación de las instituciones financieras a estos esquemas, ¿es algo voluntario o forzoso?

—Los bancos ven esta tendencia a nivel mundial, suelen armar protocolos verdes o mesas de finanzas y empiezan a autoregularse. Por que lo que pasa es que después de esta autoregulación, aparece el regulador, los bancos centrales, y dictan cierta normativa. Es lo que ha pasado en Brasil. Como los bancos tenían mucho trabajo previo, cuando apareció la norma del Banco Central, no los sorprendió ni los puso en apuros. El mensaje es que estamos en un camino inexorable y lo mejor es que los bancos se preparen, voluntariamente, para no tener que adaptarse luego compulsivamente.

—En el desarrollo de infraestructuras se fueron gestando los primeros compromisos de sustentabilidad a la hora de buscar financiación...

—Así es. Hay varios trillones de dólares que están dando vuelta en el mundo. Son de muchos inversores institucionales. Esos inversores muchas veces le escapan a la financiación de proyectos tradicionales. Por tanto, aparece allí la posibilidad de estructurar otra clase de activos, que tengan en cuenta los factores ambientales y los sociales y ofrezcan otra oportunidad. Hay un mercado con un gran potencial.

—¿Qué fondos lideran esta nueva corriente?

—Por ejemplo el fondo soberano noruego, es uno de los más avanzados desde el punto de vista de medir las inversiones con criterios de responsabilidad, e invierte en diversos puntos del planeta y toma como referencia los ESG (Environmental, Social and Governance) y las calificaciones de riesgo relacionadas con esos temas.

Hay otros inversores globales que no solamente toman decisiones sobre dónde y en qué invertir con criterios de sostenibilidad, sino que están tomando decisiones de des-inversión en determinados activos financieros vinculados por ejemplo, con combustibles fósiles. Esos fondos se reorientan hacia proyectos con compromiso medioambiental.

—¿Se están desarrollando algunas estrategias en conjunto a nivel global?

—Por ejemplo, los principios de Ecuador, un marco de referencia que fue lanzado en 2003 para que las instituciones financieras puedan determinar, evaluar y administrar los riesgos sociales y ambientales de sus proyectos. Se evalúan como A, B o C en función de su vulnerabilidad. Estos principios han sido impulsados por diferentes entidades del sector financiero en coordinación con la Corporación Financiera Internacional, agencia dependiente del Banco Mundial.

En términos de inversiones responsables, los denominados PRI (principios de inversión responsables) a nivel global están teniendo una fuerte presencia que se multiplica por veinte en los últimos años, en cuanto a la cantidad de fondos administrados y el número de signatarios en el mundo.

—Para estructurar esta línea de negocios, los bonos verdes aparecen como el instrumento financiero innovador...

—En los dos últimos años se han convertido en la estrella del mundo ambiental en lo financiero. Aumentaron un 80%, aunque representa menos del 1% del universo de renta fija en todo el mundo. Estamos bien encaminados pero falta mucho.

Pensemos que para que América Latina cumpla con los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) de Naciones Unidas, se necesitarían 5 billones de dólares por año; y el año pasado, se emitieron para todo el mundo 156 mil millones de dólares.

Lo más importante es la tendencia, y sobre todo la calidad de esas emisiones; no solamente alcanza con la emisión de un bono de esta naturaleza, sino que lo importante es la verificación de su cumplimiento.

—¿Cómo se fiscaliza ese cumplimiento?

Hay una serie d principios que debe cumplir, relacionados con el objeto del uso de estos bonos, cómo es el proceso de selección de los proyectos elegibles, el nivel de reporting y cómo se administran los fondos.

Hay otros criterios que cumplir, por ejemplo el seguimiento de la eliminación de la emisión de gases de efecto invernadero.

Lo importante es que el inversor está siendo cada vez más exigente, siguiendo punto a punto todo el proceso con atención.

Y el interés existe. El año pasado el BNDS de Brasil emitió el año pasado un bono verde por mil millones de dólares y recibió ofertas por cinco mil millones. Es una clara señal que hay inversores que están esperando estos instrumentos.

El consumidor más exigente es un aliado para las nuevas finanzas

—Su organización realizó recientemente una encuesta en los bancos de Argentina para saber qué grado de avance había en estos temas...

—Preguntamos cuáles tenían criterios medioambentales, sociales y de gobernanza a la hora de evaluar créditos. Uno de cada cuatro lo había hecho en 2017. También, si tenían lista de exclusión, o sea determinados sectores vulnerables desde el punto de vista medioambiental a los cuales no se les prestara. El 44% tenían alguna lista de ese tipo. Les consultamos además sobre cuándo creían que el regulador iba a imponer este tipo de normas. Dos tercios dijeron que creen que lo iba a hacer en cinco años.

Uno de los resultados más interesantes es cuando les consultamos cuáles consideraban que serían los beneficios de incorporar estos estándares. Lo primero que aparece es la necesidad de acotar el riesgo reputacional. Es decir, no quieren aparecer en los diarios asociados a proyectos o empresas dañinos. En la misma línea, la segunda respuesta es una cuestión de imagen. Pero además, entre las encuestas que hicimos en 2014 y 2017, hay un crecimiento muy importante de aquellos banqueros que aseguran que quieren incorporar estos criterios porque observan que hay nuevas líneas de negocio y nuevos clientes.

Esto último es lo más importante, porque si realmente queremos cambiar la forma en que las finanzas afectan la economía real, debemos pensar en incentivos. No es una cuestión de filantropía. Lo tienen que ver como una posibilidad de negocio.

—Consumidores más exigentes en sus demandas aparecen como los principales aliados a la hora de pensar en la aplicación de estos criterios...

—Sin dudas. Hay una encuesta que realiza Nielsen en más de 60 países cada tres años, donde se observa claramente que la gente está cada vez más dispuesta a comprar productos o servicios de aquellas empresas que sean socialmente responsables. Eso ha aumentado en seis años en un 30%.

También les preguntan si están dispuestos a pagar más por ese producto y crece el número de personas que responde afirmativamente. Se ve en Alemania, Holanda, los países escandinavos, Estados Unidos. Y seguirá creciendo en todo el mundo.

perfil
Pablo Cortínez, economista e integrante de la Fundación Vida Silvestre de Argentina.

Pablo Cortínez

Economista, Master en Finanzas por UCEMA (Argentina). Coordinador del área de negocios y ambiente de Fundación Vida Silvestre en Argen-tina. Consultor de organismos multilaterales de crédito. Es docente en Securitizaciones en la Maestría de Finanzas de UCEMA.

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