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Una oportunidad histórica

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Un hecho peculiar es el bajo nivel de las tasas de interés a lo largo y ancho del mundo. Este acontecimiento, enraizado en el mundo desarrollado, ocurrió varias veces a lo largo del siglo XX, siendo la persistencia del episodio actual un hecho que tiene cariz de permanencia por un buen lapso.

Sus causas son varias. Una primera, previa al 2008, está ligada con la cascada de ahorros que derramó China sobre el resto del mundo, fruto de su fenomenal tasa de ahorro apalancada por altísimos niveles de crecimiento.

Con ello generó un exceso de ahorros a escala global, presionando a la baja la tasa de interés al destinarlo a la compra de bonos emitidos por los países desarrollados, haciendo subir su precio y por ende su retorno.

Al mismo tiempo, la mayoría de las economías desarrolladas comenzó a mostrar niveles bajos de inversión que desaceleraron su crecimiento por debajo de su tendencia histórica, explicado por razones demográficas y otras aun bajo debate. Con ello, se reforzaron las presiones a la baja de la tasa real de interés.

Estructural.

Por tanto, se armó ya antes del 2008 un escenario donde campean fuerzas estructurales que le dan permanencia a la depresión de las tasas de interés. A ello se sumaron las políticas destinadas a solventar la crisis financiera en los centros financieros de los países industrializados.

En esta fase, la mayoría de sus bancos centrales comenzó agresivamente una ronda de políticas monetarias expansivas con modalidades diversas, impensadas en sus volúmenes y características. Una de sus consecuencias es la rebaja de las tasas de interés nominales, llevándolas a niveles cercanos a cero e incluso negativos, adosadas con programas de recompra de títulos públicos y activos financieros privados como forma de inyectar liquidez.

El objetivo es apuntalar a sus sistemas financieros e inducir crecimiento. Todos los bancos centrales de los países desarrollados desde el 2009 alimentaron y alimentan esta fase de expansión monetaria con los resultados ya anotados.

Estas políticas desde tiempo atrás han sido conocidas como "represión financiera", pues es una forma de aplicar un impuesto a los ahorristas, para inducirlos a gastar y con ello estimular el crecimiento. De paso se licúa el endeudamiento de los gobiernos, pues el valor de su stock de deuda va decayendo a lo largo del tiempo, por causa del rendimiento real negativo que reciben sus tenedores. Es un impuesto oscuro que ya fue aplicado varias veces a lo largo del siglo pasado, para enjugar el alto endeudamiento ocasionado por los grandes conflictos bélicos.

La oportunidad.

Este escenario ofrece una oportunidad única que debe aprovecharse. El argumento básico es que se puede captar recursos a largo plazo a través de los mercados financieros internacionales con costos reales muy bajos, o incluso negativos. En otras palabras, es factible financiar infraestructura cuyo retorno es sustancialmente mayor que su costo financiero de largo plazo.

Esta oportunidad peculiar debe ser aprovechada sin demora. Máxime vistas las dificultades para catapultar inversión en infraestructura con participación privada, quizás sea hora de buscar caminos complementarios utilizando esta realidad inédita. Sin duda que en esto opera en contra la necesidad de ajustar el déficit fiscal a la nueva realidad del país, signada en bajo crecimiento. Pero en esto corresponde hacer una distinción. El déficit fiscal actual obedece a un desequilibrio entre un flujo de gastos, en su mayoría corriente, financiado con impuestos y endeudamiento.

La propuesta.

En cambio la propuesta consiste en endeudarse a largo plazo, para financiar infraestructura que es una inversión y no un gasto corriente.

El retorno de la inversión medido en aumento de productividad y por ende mas crecimiento pagaría con creces el costo del financiamiento. Además ayudaría a fortificar el empleo.

La institucionalidad enmarcada en la Corporación Vial con algunas actualizaciones sería su eje operativo, lo que haría que se excluyera de las cuentas fiscales. Sobre esta idea base se podrían montar varias estructuras financieras que facilitarían su operativa y la participación de los ahorristas tanto domésticos.

No se puede soslayar la necesidad de contar con la garantía del Estado, justificada por los beneficios concretos de la operativa.

Dado su tenor y proyección temporal implica una conducción estrictamente profesional enmarcada con un control con base política amplia, responsable de la las metas y de su manejo operativo. Sin duda, concretarlo genera un beneficio social que no admite demora.

CARLOS STENERI

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