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La nueva encrucijada

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En semanas cargadas de realismo mágico latinoamericano, Venezuela tuvo su golpe de estado "técnico" con marcha atrás incluida, Paraguay el copamiento con incendio de su Congreso y Argentina el procesamiento de su ex presidenta por corrupción.

Estos sucesos fueron acompañados en el viejo continente por la decisión del Reino Unido de efectivizar su divorcio de la Unión Europea, junto al florecimiento de corrientes populistas en varios países relevantes, que aun sin llegar al poder, condicionan como fuerza latente el futuro político de Europa.

Y para completar el embrollo, Estados Unidos estrena un populismo propio y de cerno plutocrático, encarnado en el Presidente Trump quien ya chocó contra los límites de la institucionalidad vigente en temas migratorios, y fracasó en su intento de reformar el sistema de salud. Sus grados de libertad hasta ahora están en los temas comerciales y los de política exterior, incluidos los de defensa. Y en ello practicó su músculo en un operativo unilateral en Siria.

Ahí se realza la importancia de sus actitudes en el diferendo con China en esas materias, temas que sin duda estuvieron sobre la mesa en su encuentro reciente con el Presidente Xi. De la reunión con el líder chino, ungido de poderes no vistos desde la época de Deng Xiaoping, no hubo comunicados, lo que muestra que se habló de todo, sin comprometer posiciones finales concretas en temas comerciales y de seguridad externa. Por encima del buen clima formal, sería positivo que se acordara como forma de disipar tensiones que EE.UU. logre un acceso más fluido al mercado chino y la contención de Corea del Norte, a cambio de reconocer explícitamente la existencia de una sola China y su rol de nuevo hegemon asiático con las responsabilidades que ello implica. Con ello se alejaría al proteccionismo cerril en sus formas diversas y las tensiones geopolíticas en el continente asiático. Por el contrario, el escenario negativo de un enfrentamiento es la antesala segura a un vórtice de episodios adversos entre ambas naciones. Por el momento ese parece ser un escenario con baja probabilidad, dados las señales de la reunión entre ambos líderes.

Todo esto implica que se entró en una etapa donde operarán más los liderazgos para resolver conflictos que los mecanismos de negociación emanados del multilateralismo, o al menos de grupos regionales que promedien la diversidad de posiciones y los antagonismos. Y si operan restos de multilateralismo, lo harán a la sombra de esos mega encuentros entre potencias, que por su peso delinearán las fronteras de lo que es posible negociar.

Solo el tiempo dirá si estamos en la antesala de una nueva realidad permanente o transitoria. Pero en cualquier caso, tiene consecuencias disruptivas en el corto plazo en momentos que el mundo en general muestra signos incipientes de recuperación.

Por primera vez desde la crisis del 2008, las proyecciones de crecimiento para el mundo desarrollado, incluido Europa muestran una tendencia positiva aunque con tasas muy bajas. Los países asiáticos reflejan un comportamiento similar, con China mostrando que su tasa de crecimiento tiene un piso no despreciable del 6.5%. Esto estaría en consonancia con los estudios empíricos que analizan las crisis financieras como la del 2008, que señalan que se necesitan 8 años para recuperar el crecimiento económico.

Enmarcada por estas fuerzas antagónicas se encuentra nuestra región, distraída por episodios bizarros en algunos casos, en otros despegándose lentamente de formas de populismo y corrupción que le hicieron despilfarrar una bonanza externa inédita, y la mayoría del resto despistada hacia donde apuntar.

Y en el mismo momento donde es necesario replantearse visiones y pensar grande, la mayoría está entrampada en el prosaico aunque necesario ejercicio de la cuadratura de sus cuentas fiscales, cuando siguen pendientes temas sociales y de modernización de su infraestructura física.

Más aun, esto impide pensar cómo se adaptará al nuevo salto tecnológico que pone en tela de juicio la abundancia de mano de obra barata como palanca del crecimiento. Hoy, los sectores más dinámicos son aquellos más intensivos en el uso de capital, donde la robótica es el paso inmediato.

Con estas perspectivas, la ansiedad de los electorados va en aumento cuando perciben que sus expectativas han sido defraudadas, a pesar que apostaron en muchos casos a nuevos modelos —hoy fracasados— de índole populista.

Desde la última posguerra, América Latina no estuvo huérfana de grandes visiones que intentaron revertir su atraso relativo y empoderar con bienestar a sus ciudadanos. Fue una larga marcha comenzada con el proceso de sustitución de importaciones y fuerte intervención estatal, seguido de procesos de desregulación, apertura comercial con integración regional y el aprendizaje de que los desequilibrios macroeconómicos son nocivos para el crecimiento.

Pasado el relámpago del superciclo de las materias primas, el continente está al descampado. En general, se propone más de lo mismo de algo que la nueva realidad supera. Es momento de alzar las miras, dejar los atavismos y el cortoplacismo. Eso implica generar los diálogos necesarios para modernizar las estrategias de crecimiento, las educativas, y las de relacionamiento comercial con un mundo cambiante. Cuando aparecen tiempos extraordinarios, se requieren propuestas extraordinarias. Estamos en una de esas instancias.

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Foto: Max Pixel

CARLOS STENERI

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