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Nuestro propio Flan Casero

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Economía y Mercado columna Javier De Haedo. Foto: Pixabay.

Opinión

Imagino que muchos de los lectores vieron o supieron del breve video en el cual el actor y humorista Alfredo Casero hace una parodia de la actual situación argentina, en el programa de Alejandro Fantino en televisión.

Fue tendencia en las redes sociales desde el mismo momento en que se emitió el programa y en los días siguientes. Para quienes no lo han visto basta que googleen "flan casero" y lo encontrarán de inmediato.

En ese breve pasaje de la entrevista, Casero explica mediante una gran metáfora la herencia económica recibida del Kirchnerismo y las restricciones presupuestales actuales, mejor de lo que lo hicieron en casi tres años Macri, Peña y Durán Barba. Mejor por el contenido del mensaje y por la forma en que lo actuó.

En nuestro país, a todo esto, no tenemos el incendio de la parodia referida y los reclamos no tienen la sonoridad ni la violencia que solemos ver allende el Plata. Pero, "a la uruguaya", tenemos nuestro propio Flan Casero, una situación en la que se le exige "flan" al gobierno en un contexto que ya no permite darlo a mano abierta, como hasta hace unos años.

Acá y ahora hay demandas salidas de cauce al menos en dos frentes: el fiscal y el salarial. Son propias de haberse mantenido mentalmente en piloto automático desde los tiempos del viento de cola, cuando hace rato que volamos en zona de turbulencias. Y esa actitud ha sido alentada desde el propio gobierno, que en nuestro caso es el mismo de aquellos tiempos: esa actitud de piloto automático se mantuvo hasta hace poco tiempo en el MEF, y todavía persiste en casi todo el resto del gobierno. Pero la situación ya no es la misma de entonces: entre 2003 y 2013 la economía creció 5,6% anual y entre 2013 y 2017, al 2,0% anual.

Enhorabuena cambió el MEF. Hasta el punto en que el ministro "saca pecho" porque después del año 2003, este es el año previo al de las elecciones con la Rendición de Cuentas "más austera". Eso es cierto, tanto como que se debe precisamente a que la base sobre la cual se presenta, es la peor desde aquel año. Ni Batlle entonces ni Astori ahora fueron (relativamente) austeros por virtud sino por necesidad. Y eso no da para sacar pecho.

Sobre todo, cuando se han venido incumpliendo todas las metas fiscales y de deuda: cuando en agosto de 2015 el MEF presentó su presupuesto quinquenal proyectó que la deuda pública neta subiría en 4,5 puntos del PIB en el quinquenio. Cuando han transcurrido sólo dos tercios del período, la deuda ya subió en 8,6 puntos del PIB.

En el frente salarial sucede algo parecido. El país enfrenta un shock externo negativo y la contrapartida de esto debe ser el ajuste hacia abajo del salario real medio. De lo contrario, se volverán a perder puestos de trabajo adicionalmente a los más de 50 mil perdidos desde el inicio del presente período de gobierno.

La peculiaridad de nuestro propio flan consiste, a diferencia del caso argentino, en que, del mismo lado, del lado del gobierno, están los que gritan y piden flan y los que enfrentan los reclamos y no les dan.

En cambio, sí hay algo que tenemos en común de ambos lados del Plata: los gobiernos actuales no repudiaron las respectivas herencias recibidas de sus antecesores. En Argentina, porque la estrategia oficial fue mantener viva a Cristina para que la oposición se mantuviera dividida. En nuestro país, como antes sucediera en el año 2000, porque la herencia vino del mismo partido.

El no repudiar la herencia más el falso gradualismo argentino y el piloto automático uruguayo, explican las situaciones a las que ambos países han llegado, cuando sólo falta poco más de un año para las respectivas elecciones: ahora no se puede usar a la economía electoralmente, ni como bandera ni como fuente de recursos para usar en la campaña.

Así como es claro que la metáfora de Casero tiene un correlato en nuestro país, con menos decibeles que en origen, también es claro que la situación uruguaya es mucho más sólida que la argentina.

Pero a no dormirnos en los laureles, porque esto no es algo estático sino dinámico: un agravamiento de la situación en Argentina, mediante un abaratamiento en términos de dólares adicional al que ya se dio en los primeros ocho meses (casi 30% con el dólar en AR$ 31) puede detonar problemas de este lado, que nos lleven a transitar por un período complicado.

Las complicaciones pueden darse por el deterioro de la actividad económica y una mayor caída en la cantidad de personas ocupadas, lo que tendría un impacto fiscal por el lado de una menor recaudación de impuestos. Es posible que en el segundo trimestre y más aún en el tercero, se pueda comprobar que los dos motores que permanecían encendidos hasta el primero, han bajado sus revoluciones. Me refiero al consumo y la exportación. La inversión ya estaba apagada.

Por otro lado, no hay problemas en el sector externo de la economía, si bien la cuenta corriente (positiva) está en declive y la inversión extranjera directa es negativa. Tampoco hay problemas para financiar el déficit.

Viene al caso insistir (porque los términos de los economistas no coinciden con los populares) que no tenemos por delante una crisis. Crisis fueron las dos grandes que padecimos en los últimos 40 años, con epicentros en 1982 y 2002. Nada de eso hay en el futuro previsible.

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