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El mundo sigue avanzando, pero Uruguay no

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

En materia de acceso preferencial a mercados, hay movimientos importantes en el mundo. El IVC muestra el rezago de Uruguay con respecto a países como Chile, Nueva Zelanda o Australia. 

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Es harto conocida la importancia de una adecuada inserción internacional para la prosperidad de una economía pequeña. Desde la vuelta de la Democracia, Uruguay tuvo una estrategia de apertura con hitos fundamentales, como reducciones arancelarias y la creación del Mercosur. Uruguay es hoy una economía mucho más abierta y esa es una muy buena noticia; no hubiera sido posible crecer y reducir la pobreza como se hizo desde 1985 en una economía tan cerrada y subsidiada como la de los sesenta. Sin embargo, parece claro que en la última década la estrategia de inserción internacional de nuestro país se estancó.

Desde el Centro de Estudios para el Desarrollo intentamos aportar al debate de este tema presentando por segundo año el Índice de Vulnerabilidad Comercial, trabajo realizado por Nicolas Albertoni, Agustín Iturralde y Ramiro Correa. Como suele decir Albertoni, en materia de inserción internacional “no avanzar es retroceder”. A través de una comparación de Uruguay con Argentina, Chile, Australia y Nueva Zelanda, podemos entender de forma mucho más cabal las dificultades que estamos enfrentando. El IVC pone el foco en cómo exportamos, a través de una comparación de la evolución del acceso con preferencias arancelarias de los distintos países. El debate sobre inserción está virando desde la diversificación hacia la preferencia y es allí donde intentamos arrojar un poco de luz. Las exportaciones realizadas con preferencia comercial son menos vulnerables ante cambios en las condiciones externas o eventualidades como una guerra comercial.

La principal imagen que se desprende del informe es la existencia de dos caminos de inserción bien distinguibles entre los países analizados. Mientras que Uruguay y Argentina no concretaron un solo acuerdo comercial relevante desde el 2007 a la fecha, Chile, Australia y Nueva Zelanda han tenido una política muy activa y agresiva al respecto, cerrando acuerdos con sus principales socios comerciales. En corto plazo, la vulnerabilidad comercial de los países del Río de la Plata, medida por IVC, está básicamente estancada durante la última década, mientras que los otros tres países la redujeron muy significativamente.

El IVC pondera entre 0 y 100 a los países, según el grado en que sus exportaciones son realizadas con preferencias comerciales; es decir, son hechas en el marco de algún tipo de acuerdo comercial. Un país en el que el 100% de sus exportaciones se realizan con alguna preferencia comercial tendría un IVC igual a 0. En el otro extremo, un país donde todas las exportaciones se realizan sin preferencias arancelarias tendría un IVC igual a 100. Los resultados de la presente edición no presentan mayores novedades con respecto al pasado año, pero si la consolidación de sus tendencias. En el período 2006- 2018 Argentina y Uruguay muestran un pobre desempeño: nuestro vecino pasó del 64% al 63% y nosotros del 57% al 63%. En el mismo lapso, Australia pasó del 83% al 25%, Nueva Zelanda del 77% al 35% y Chile del 54% al 11%.

Las ventajas de abrirnos al mundo
No hay ejemplos significativos de economías pequeñas, cerradas y prósperas. Para Uruguay, sencillamente no es una opción negarse a la integración. El camino al desarrollo vendrá de la mano de sectores dinámicos que trabajen para mercados y escalas mucho mayores.

Las potenciales ganancias de una estrategia de acuerdos más agresiva las podemos ordenar en tres. Primero, las ganancias monetarias: nuestras exportaciones dejarán de pagar millonarios aranceles que quedan en las aduanas de los países destino y el grueso de ese dinero ingresará a nuestra economía. Segundo, los acuerdos potencian la integración a cadenas globales de valor. Para ser parte de los grandes procesos de creación de valor del planeta debemos estar integrados, tomar parte es el único camino sustentable al desarrollo. Lejos de promover la primarización económica, los acuerdos comerciales permiten explorar gradualmente la exportación de bienes y servicios en nuevos sectores y Chile es un buen testimonio de esto. Tercero y último, es importante mencionar las ganancias intangibles de la apertura comercial. Estar sometido a disciplinas más exigentes genera siempre ganancias de productividad, mejoras regulatorias, exigencias y elevación de estándares. Los acuerdos comerciales más modernos incluyen cláusulas ambientales y de género que establecen reglas claras y, contrariamente a lo que a veces se dice, evitan el vale todo de una competencia despiadada y sin reglas.

En resumen, el IVC vuelve a mostrar problemas significativos en la estrategia de inserción internacional de Uruguay, la que está absolutamente estancada si consideramos el acceso preferencial a mercados. Se puede discutir mucho sobre el tipo de inserción óptima para nuestro país pero nada bueno sale de desconocer la realidad.

(*) Director Académico del Centro de Estudios para el Desarrollo (CED)

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