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Migrantes: ¿sustitutos o complementarios?

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Dirección Nacional de Migración. Foto: Francisco Flores

Opinión

Cuando era niño, el guarda del ómnibus y el panadero tenían acento español. El zapatero parlava italiano y mis mayores eran judíos provenientes de Europa oriental. Mi abuelo no decía jueves ni huevo. Era joives y voivo.

Ese Uruguay de inmigrantes europeos desapareció. La inmigración actual tiene tonada latinoamericana. Cubanos, dominicanos y sobre todo venezolanos, dejan sus países acuciados por penurias económicas en busca de un mejor futuro en Uruguay.

¿Cómo son recibidos? Mal que nos pese, la población está dividida. Aproximadamente la mitad los ven con malos ojos. Según un estudio publicado el año pasado por la Unidad de Población de la Universidad de la República, un 45% de los uruguayos está en desacuerdo con la frase "en general es bueno para el país que lleguen inmigrantes extranjeros a vivir aquí". Coincidentemente, una encuesta de Opción Consultores reporta que un 42% cree que la reciente inmigración latinoamericana ha sido negativa para el país.

El sistema político ha sido unánime en su apoyo. Sin embargo, no tenemos garantías de que estas posiciones se mantengan. Si los políticos son reflejo de sus votantes, es cuestión de tiempo para que surjan quienes intenten capitalizar este descontento. La experiencia internacional lo patentiza con el alt-right de Estados Unidos, al partido de los demócratas suecos y el movimiento 5 Estrellas italiano, dentro de una lista que lamentablemente es más larga. No es cuestión del siglo pasado. Es hoy.

Debemos considerar la raíz del descontento analizando los efectos económicos de la inmigración, en el entendido que es allí donde está el núcleo de los sentimientos negativos.

No es fácil medir los efectos de la inmigración sobre el mercado laboral, ya que se mezcla causa con consecuencia. Si un país experimenta inmigración y crecimiento económico, ¿es debido a que los inmigrantes dinamizan la economía o a que los inmigrantes van a lugares con buenas perspectivas?, ¿o un poco de ambos?

Desde la economía, uno de los eventos más estudiados es el de los "Marielitos". Durante unos pocos meses de 1980 Fidel Castro autorizó la emigración a Estados Unidos desde el puerto de Mariel. Se estimó en 120.000 el número de cubanos que lo hicieron. Su destino principal fue la ciudad de Miami, provocando un incremento significativo en la oferta de mano de obra no calificada.

David Card, en un estudio clásico de 1990, encuentra que los Marielitos no generaron efectos adversos sobre los trabajadores. Esta ha sido la visión prevaleciente en la profesión hasta recientemente, en que George Borjas (cubano él), criticó metodológicamente a Card y publicó nuevas estimaciones indicando que los salarios de la población menos educada se habrían visto considerable y negativamente afectados. En cascada, otros colegas respondieron a Borjas poniendo en duda la validez de sus resultados. Es un tema sensible.

Todo aquel interesado en economía entiende la intuición básica sobre oferta y demanda. Si aumenta la oferta los precios tienden a bajar. Si aumenta la demanda los precios tienden a subir. Lo mismo sucede en el mercado laboral. Entonces, ¿por qué hay debate sobre el efecto de los migrantes en el mercado laboral? Hay varias razones. Una importante es que no es claro si los migrantes son sustitutos o complementarios de la población local.

Si los migrantes poseen las mismas calificaciones laborales y compiten por el mismo tipo de empleos que los nativos, entonces son sustitutos. Los migrantes aumentan la oferta laboral, hacen bajar los salarios y desplazan trabajadores locales.

El efecto cambia si los migrantes poseen características diferentes a los nacionales. Pensemos en un mercado laboral con dos tipos de trabajadores y que ambos son necesarios para producir (por ejemplo en tareas de mayor y menor sofisticación). Supongamos que el grueso de los nativos es del tipo A, mientras que los inmigrantes son del tipo B. La inmigración reducirá salarios del tipo B de trabajadores, por lo que los empresarios querrán contratar más de ambos tipos. La demanda de trabajadores A aumentará junto con su salario.

Una aplicación de este razonamiento se da cuando los inmigrantes son emprendedores. Al cabo de un tiempo, inician actividades productivas que demandan mano de obra. Los inmigrantes españoles, italianos, judíos y tantos otros a los que recuerdo al principio de esta nota, fueron un ejemplo cabal creando oportunidades para ellos y para todos.

En definitiva, el efecto global de la inmigración para los trabajadores nativos puede ser negativo, nulo o positivo según qué tan sustitutos o complementarios sean entre sí. Más allá de ello, es innegable que algunos sectores de la población se ven perjudicados (al menos temporalmente). Estos son los descontentos con la inmigración y resultan el combustible que alimenta nacionalismos recalcitrantes y políticos xenófobos a lo largo del mundo. En Uruguay deberíamos tomar nota. El efecto conjunto de un posible enfriamiento económico con un mantenimiento del influjo migratorio generará aún más descontento y riesgo de aprovechamiento político.Néstor Gandelman, inmigrantes, xenofobia, cubanos, empleo Desde los valores sobre los que se construyó este país es claro cuál es el mandamiento ético a seguir. Que no nos tiemble el pulso ni se nuble el entendimiento.

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