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Mercosur: un 2021 entre festejos y discusiones

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Foto: Getty Images

TEMA DE ANÁLISIS

El bloque representa tan solo 1,6% de las exportaciones mundiales y 1,3% de las importaciones al año 2020.

El 2021 fue un año muy particular para el Mercosur. Por un lado, se festejaron los 30 años de la firma del Tratado de Asunción, pero, por otro, los debates sobre la agenda interna y externa del bloque, en particular en lo que refiere a la rebaja del arancel externo común (AEC) del Mercosur y las negociaciones con terceros, generaron momentos de máxima tensión entre los miembros. Ambos temas acapararon la atención de todas las reuniones realizadas en el transcurso del año.

No es novedad que los gobiernos de Brasil y de Uruguay difieran con el gobierno de Argentina y, en menor medida con el de Paraguay, en lo que refiere a algunos de los posicionamientos del Mercosur. Se destaca que esto no solo ocurre en el área económica y comercial, sino también política, como por ejemplo, la visión sobre la crisis en Venezuela o el ingreso de Bolivia como socio pleno del Mercosur.

En el plano comercial, el gobierno de Bolsonaro ha reclamado de forma insistente un Mercosur más abierto al mundo, lo que en el caso de Brasil se cristalizó en su propuesta para bajar el elevado AEC. Al respecto, cabe recordar que éste supera el 10%, lo que lo ubica en el doble de la media internacional (según datos del Banco Mundial). Un análisis de los aranceles ponderados por comercio aumenta aún más esa brecha, ubicando el arancel de algunos de los miembros, como es el caso de Argentina y Brasil, en un nivel tres veces superior a la media global.

Cabe destacar que Uruguay ha seguido, con el gobierno de Lacalle Pou, un camino muy similar al de Brasil, incluso con mayor énfasis o determinación a la hora de plantear sus objetivos de alcanzar un Mercosur más flexible y moderno. Esto se reflejó en las propuestas específicas para que se autoricen las negociaciones bilaterales con terceras economías, reclamo que como ocurre en el caso de la rebaja del arancel liderada por Brasil, también encuentra justificación si se tiene en cuenta el escaso número de acuerdos comerciales que suscribió el Mercosur en sus 30 años de historia.

La firma de acuerdos comerciales ha sido uno de los fenómenos económicos de mayor importancia en las últimas décadas. En los últimos años, la atención ha estado centrada en los mega bloques, caso del CPTPP, la zona de libre comercio africana (AfCFTA), y la reciente puesta en vigor del RCEP, el acuerdo de mayor impacto a nivel global en términos económicos, que reúne nada menos que a Australia, China, Corea de Sur, Japón, Nueva Zelanda y a los 10 miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean).

Parece claro que tanto el planteo liderado por Brasil como el de Uruguay se sustentan sobre evidencias muy concretas respecto al estado actual del proceso de integración. Dado que los competidores directos han avanzado más rápidamente que el Mercosur, caso de algunos países sudamericanos como Chile, Perú y Colombia, algunas economías centroamericanas como Panamá y Costa Rica, además del importante número de acuerdos cerrados por Estados Unidos, la Unión Europea y los países asiáticos, los que en todos los casos mejoran las preferencias de acceso en productos que el Mercosur aún paga aranceles muy elevados.

Recientes estudios han ubicado a Argentina y a Brasil entre los países más proteccionistas del mundo, además de poseer indicadores de apertura comercial muy bajos con relación a la media internacional. El desempeño exportador de los países del Mercosur es muy magro, lo que ha repercutido en una pérdida de participación en el comercio mundial (CAF, 2021).

Tampoco el bloque muestra buenos resultados en su comercio intrarregional, ya que el comercio entre los países del esquema de integración pierde importancia en los últimos años y el Mercosur representa cada año una porción menor del comercio internacional (1,6% de las exportaciones mundiales y 1,3% de las importaciones en el año 2020).

Esta realidad se ha sostenido en el tiempo en gran parte de los países de América del Sur, pero especialmente en el Mercosur, debido a la imposibilidad de superar las barreras no arancelarias que aún restringen el comercio. Este último proceso de integración opera como una zona de libre comercio incompleta, con sectores de relevancia económica que aún están excepcionados, no se ha avanzado en la liberalización del comercio de servicios por falta de regulación en ese sector y aún existe un enorme déficit en infraestructura, lo que tiene incidencia en la competitividad regional. Por otro lado, será necesario trabajar más fuertemente en facilitación del comercio, porque las restricciones en frontera aún explican una porción muy relevante de las barreras al comercio regional.

Más allá de la notoria realidad y del ritmo que el mundo ha adquirido en cuanto a los procesos de apertura, algunas economías como la argentina y la paraguaya siguen defendiendo las políticas proteccionistas o una lógica de statu quo en el bloque, lo que implica no apostar a su perfeccionamiento, pero a la vez evitar flexibilizaciones o reformas sustanciales en su funcionamiento.

Como resultado de la falta de consenso, tanto Brasil como Uruguay anunciaron que seguirán adelante con las medidas propuestas a los socios.
En el caso de Brasil, se bajó unilateralmente su arancel en un 10% (un nivel muy inferior al propuesto inicialmente), lo que justificó en el Tratado de Montevideo de la Aladi, mientras que Uruguay decidió avanzar en las negociaciones bilaterales por fuera del Mercosur (inició un estudio de factibilidad para cerrar un TLC con China y anunció que comenzará a negociar con Turquía), tras entender que la decisión N° 32/00 no se encuentra vigente.

La polémica sigue instalada, los socios del bloque apoyan la rebaja del AEC, pero Uruguay la bloquea debido a que la condiciona a que se acepte su propuesta sobre flexibilización que no es acompañada por Argentina y en menor medida por Paraguay. Los dos países justifican que lo planteado por Uruguay no es posible debido a que no lo permite el Tratado de Asunción.

Mientras tanto, en 2021 gran parte de las normas aprobadas por el Consejo del Mercosur (máximo órgano jerárquico del bloque) refieren a la postergación de cronogramas, del importante número de regímenes excepcionales con los que cuenta el Mercosur, lo que una vez más confirma que no existe voluntad para avanzar en cumplir con los objetivos planteados en el artículo primero del Tratado de Asunción e impiden alcanzar el objetivo de conformar una unión aduanera.

En definitiva, la falta de consensos básicos sobre temas de la relevancia de contar con un Mercosur más abierto al mundo, han puesto en jaque el proceso de integración que tiene la necesidad de modernizarse y flexibilizarse para no seguir perdiendo terreno frente a otros países competidores. Si bien en procesos de integración de esta naturaleza siempre se anhela la priorización de los intereses comunitarios frente a los nacionales, luego de más de 30 años sin alcanzar los objetivos originarios y con algunos socios que siguen defendiendo una agenda económica anclada en los años setenta, es necesario y legítimo reaccionar para evitar quedar a la deriva en un mundo que a la hora de integrarse e interconectarse no espera por el Mercosur.

(*) Informe elaborado por Ignacio Bartesaghi, Natalia De María y Natalia Melgar

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