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Mario y los bonos uruguayos

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¿Qué tienen en común Tim Cook, el gerente general de Apple; Xi Jinping, presidente de la República Popular China, el Papa Francisco, Bill y Melinda Gates, Mary Barra, la CEO de General Motors y Mario Draghi, el presidente del Banco Central Europeo? Que ellos son algunas de las personas que integran la lista de veinte que la revista Fortune considera las figuras más influyentes a nivel mundial en 2015 por su contribución al mundo de los negocios, a la gestión gubernamental y a la filantropía, entre otras actividades.

Y ya que estamos para las adivinanzas, veamos algunas que —aunque no lo parezca— nos tocan muy de cerca. ¿Cómo influye el romano Mario Draghi, el principal responsable de la política monetaria de diecinueve de los veintiocho países de la Unión Europea, sobre los movimientos de capitales mundiales?; ¿cuál es su responsabilidad en la reciente declinación del euro frente al dólar, entre otras monedas? Y la última: sus decisiones, ¿explican el aumento de los precios de los bonos globales uruguayos circunstancialmente más que la política fiscal de nuestro país?

Qué hizo Draghi.

Es cierto que bancos centrales europeos como el restrictivo Bundesbank, el Banco de Francia fundado por Napoleón, y el Banco de Italia y el de España creados en la última década del Siglo XIX, tienen todos una fuerte autonomía para alguna función bancocentralista, por ejemplo la supervisión financiera. Pero son instituciones que, por pertenecer al grupo de naciones que comparten al euro, desde 2001 no tienen la posibilidad de emitir moneda propia: marcos, francos, liras, pesetas.

Son países que, al no poder variar la cantidad de dinero que se emplea en las transacciones económicas y financieras, no tienen política monetaria propia ni tampoco política cambiaria propia.

Dos limitaciones que, ante la crisis que ha vivido el grupo en los últimos años y que todavía viven algunas de las naciones que lo componen, les han dejado la fiscal como única política macroeconómica para enfrentar problemas recesivos y de alto desempleo. Son estas limitaciones lo que en algún momento llevó a pensar y plantearse abandonarlo a varios de los integrantes del grupo, y volver a adoptar sus propias monedas para tener autonomía monetaria y cambiaria.

Desde el BCE la reacción para enfrentar al alto desempleo y a la recesión que se viviera hasta el año pasado y al lentísimo crecimiento actual, ha sido una política sumamente expansiva que se ha dado en tres etapas, cada una reforzando a la anterior.

Primero el BCE decidió reducir la tasa de interés de referencia de su política monetaria a prácticamente cero para que la población de los países miembros del grupo aumentara el gasto en consumo y además la inversión, para así, incentivar a la producción.

Ante la ineficacia de esa medida y las amenazas de presiones deflacionarias que llevarían a aumentos adicionales del desempleo —si los precios bajan y los salarios son inflexibles a reducirse, el desempleo aumenta al disminuir la ganancia de las empresas que pasan a producir menos—, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi lanzó la medida de cobrar intereses a los bancos por sus depósitos en la institución.

El propósito era que los bancos tuvieran el incentivo a prestar a privados antes que depositar saldos ociosos en el Banco Central. Tampoco esa medida fue eficaz para enfrentar un desempleo que seguía en dos dígitos y que en algunos países como en España, a tasas récord.

La tercera medida, más reciente, emula la que había tomado la Reserva Federal de Estados Unidos ante situación similar de receso y que desarmara enteramente en diciembre pasado: el denominado quantitative easing. La medida se materializa a través de la compra por parte del Banco Central Europeo de bonos de los países de la Eurozona, mediante operaciones de mercado abierto para lo cual la institución debe pagar emitiendo euros.

Ante la mayor demanda por bonos, su precio sube y su rendimiento cae al tener cupones con tasa de interés fija. Al ingresar más euros al mercado, los vendedores de los bonos que los reciben los cambian por dólares para invertir en los bonos de Estados Unidos, que tienen rendimientos más altos.

Como consecuencia de esa diferencial de tasa de interés a favor de los bonos de Estados Unidos que provoca una mayor demanda por dólares, el euro cae, se produce una "deseurización" por el vuelo a los bonos norteamericanos cuyos precios, ante la mayor demanda suben y sus rendimientos caen. Los rendimientos de esos bonos se reducen y entra a jugar, entonces, el deseo de los administradores de portafolios de lograr rendimientos que les permitan satisfacer a sus clientes y a las empresas financieras que les contratan para, de ese modo, lograr su ansiado "bono", premio anual por buena performance financiera.

En procura de ese rendimiento se busca a los países emergentes que tienen rendimientos mayores y dan órdenes de comprar bonos y títulos de Chile, Colombia, Perú, Uruguay y hasta de Argentina que, a pesar de estar en default selectivo colocó en estos días un bono global por 1.400 millones de dólares.

En este juego parece no importar, al menos por ahora, el riesgo fiscal y de default de los pagos de bonos de los países emergentes —sean riesgos altos o bajos según el país que se trate— y los títulos de deuda viven presiones alcistas de sus valores y bajistas de sus rendimientos.

Los bonos uruguayos.

En los últimos tiempos se observa que, a pesar que el déficit de caja del Gobierno Central —emisor de los bonos globales y deudor por los mismos— se multiplica por dos en quince meses a 1.650 millones de dólares y que el déficit del sector público total también trepa a un incómodo nivel del orden de 2.100 millones de dólares (3,7% del PIB), el precio de los bonos globales de Uruguay se mantiene alto.

Es cierto que los precios muestran volatilidad, que hay momentos del lapso que comento en que suben y otros en los que bajan, pero los movimientos son de dimensión escasa y responden a expectativas sobre lo que la Reserva Federal hará con su tasa de interés de referencia. Si el mercado tiene expectativas de que esa tasa va a subir por buenas noticias económicas en Estados Unidos, los precios de los bonos globales uruguayos bajan y lo contrario ocurre cuando se anticipa lo opuesto, por malas noticias o no alineadas con lo esperado.

La señal de precios que nos envía el mercado de bonos uruguayos no es la de un mercado que esté atento a lo que ocurre con la política fiscal local. Al menos en los últimos meses los precios han respondido más a lo que decidiera Mario (no Bros) en Europa y desde hace ya tiempo, responden más a lo que se esperaría de la Reserva Federal que a lo que puedan decir aquí la conducción económica y los analistas privados.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
Mario Draghi.

Jorge Caumont

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