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Macri: final previsible y lecciones para Uruguay

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Foto: Reuters

OPINIÓN

Los lectores saben que no suelo ser autorreferencial, pero me resulta inevitable serlo en esta oportunidad, ya que la cita siguiente es relevante para el análisis a realizar.

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Se trata de un pasaje de mi columna del lunes 2 de mayo de 2016, titulada “Un barrio complejo”.

“El gobierno de Macri, como era previsible, se ha dedicado desde la primera hora a “desfacer los entuertos” que le legó el período K. Así, terminó con el cepo cambiario, comenzó a desmontar las detracciones sobre las exportaciones y el régimen de subsidios y, más recientemente, terminó con el default. Ha venido a pagar la cuenta de una fiesta de la que no fue parte y está pagando los costos de hacerlo, básicamente el impacto en el IPC de la devaluación y el recorte de subsidios.

Sin embargo, no es oro todo lo que reluce y aún no ha procedido a realizar todo el ajuste que es necesario en el frente fiscal, donde las pautas conocidas hasta ahora exhiben una excesiva gradualidad. Se podrá decir que mientras exista confianza (y financiamiento) eso no es un problema, pero justamente allí está el problema principal que veo en Argentina. Una vez más se busca sortear un ajuste fiscal necesario mediante el uso de endeudamiento. Esto tendrá dos consecuencias: una, un inevitable atraso cambiario, como se induce a que ocurra cada vez que se financia un exceso de gasto interno (público o privado) mediante deuda externa; dos, salvo que en los próximos años se converja efectivamente a la situación fiscal proyectada, se estará sembrando la semilla del próximo default”.

Tanto el default como la inflación exacerbada han sido, alternativamente desde los ´70, las consecuencias de un problema anterior a ellos y crónico: el déficit fiscal fuera de niveles razonables. Y el gobierno de Macri desde el principio y hasta el final, evitó el ajuste fiscal necesario para impedir uno de esos finales habituales.

Desde el acuerdo con el FMI, se puso el énfasis en una meta equivocada, la del resultado primario, y encima en una magnitud equivocada, insuficiente para la sustentabilidad de la deuda pública. Como si eso fuera poco, ha tenido maquillajes (“rentas de la propiedad”) y ha sido “ayudado” transitoriamente por la aceleración de la inflación que licuó pasividades indexadas al pasado. El único ajuste cierto fue el abatimiento parcial de subsidios en los precios de servicios públicos porque la rebaja del gasto primario, más allá de esto, es efecto de la mayor inflación. Se llega al final del gobierno con un déficit fiscal del orden de 8% del PIB, sumando el primario, los intereses y el cuasi fiscal del BCRA.

En ese contexto de no ajuste fiscal, se la jugaron a tener suerte, es decir a contar con crédito de los mercados voluntarios de capitales, el que duró hasta el otoño de 2018, cuando una sucesión de errores propios y no forzados, les hicieron ver que Argentina ya no era confiable. Si no hubiera aparecido el FMI, el default se habría dado entonces. Y el Fondo pasó a proveer el crédito que permitió seguir evitando el ajuste hasta que, tras el resultado de las primarias del 11 de agosto, se vio que tampoco alcanzaría.

Además del no ajuste fiscal y de jugarse al endeudamiento, hubo un tercer elemento que encuentro decisivo para entender el fracaso del gobierno de Macri: el apresuramiento en comprometerse a bajar la inflación, sin percatarse de que en el corto plazo no es un fenómeno monetario, sino que en ella inciden ajustes de precios relativos como los que se debían procesar en Argentina: la corrección de precios de servicios públicos y la devaluación del peso.

Este inapropiado énfasis en una política monetaria no muy potente en una economía bimonetaria y con ajustes pendientes en precios relativos, fue acentuado desde que el FMI entró en escena, un Fondo que siempre ha aplicado sus libretos sin reconocer especificidades como la cuestión monetaria en los países del Plata.

Dejo para el final tres consideraciones más “políticas”.

Una, se dice por los partidarios de Macri y en un sentido más amplio, del gradualismo, que, si Macri hacía todo el ajuste necesario al principio, tendría un duro fracaso político y electoral. Es evidente que no podemos conocer la historia no vivida, pero es obvio que el camino del gradualismo lo condujo precisamente a un duro fracaso político y electoral.

Viene al caso recordar el efímero pasaje de Ricardo López Murphy por el Ministerio de Hacienda en 2001, que terminó abruptamente por su propuesta de ajustar para evitar la crisis.
Conocemos el final: la crisis llegó y realizó el ajuste más duro que se pueda imaginar.

Dos, a esta altura es risible que se aluda al gobierno de Macri como “neoliberal”. Realmente hay que ser muy ignorante o tener mucha mala fe para atribuir esa etiqueta a un gobierno que de liberal no tuvo nada y que ha encontrado en los liberales sus críticos más duros.

Tres, and last but not least, pensando en nuestro próximo gobierno, los candidatos que tienen chance de presidirlo, y sus economistas, deben aprender de la experiencia argentina de estos años: se debe denunciar la herencia, hacer todo el ajuste necesario el día uno y, apagado el incendio, dedicarse a construir, con reformas estructurales, un futuro que permita aumentar significativamente la tasa de crecimiento a largo plazo de nuestra economía.

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