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Luces y sombras: la economía que nos deja la pandemia

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Foto: Pixabay

TEMA DE ANÁLISIS

El PIB alcanzó los niveles de 2013-14 y retornaría a los niveles pre-pandemia hacia fines de 2022.

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La economía uruguaya cerró 2020 con una caída del PIB de 5,9% y se ubicó en niveles similares a los de 2013-14 (1). La actividad económica se vio fuertemente afectada durante el segundo trimestre del año, con una caída interanual de 12,9%. A partir de allí, la economía se recuperó y finalizó el último trimestre con una caída interanual de 2,9%.

Cerca de la mitad de la caída del PIB en 2020 se explica por el deterioro en las actividades comerciales —que caen 9%— y los servicios de salud, educación y otros, que cayeron 7%. Los restantes sectores fuertemente afectados, pero con menor incidencia, fueron la energía (-12,5%), las actividades profesionales (-10,6%), transporte y comunicaciones (-6,5%) y las industrias (-5,6%). Las actividades de administración pública (-0,5%) y las actividades financieras (-0,4%) finalizaron 2020 en niveles similares a los de 2019.

La recuperación ha sido asimétrica, con sectores que ya mostraron al cierre de 2020 una fuerte recuperación. La construcción, que creció un 1,8% en 2020, mostró un crecimiento interanual de 7,5% en el último trimestre. A su vez, si bien caen un 0,4% en 2020, las actividades primarias crecieron casi un 8% respecto al cuarto trimestre de 2019. En el otro extremo, las actividades comerciales y la educación, salud y otros servicios continuaban un 8,4% y un 6,0%, respectivamente, por debajo del nivel pre-pandemia.

Desde el enfoque del gasto, las exportaciones de bienes y servicios cayeron un 16% en 2020, afectadas inicialmente por la reducción en los flujos comerciales globales y hacia fin de año por el turismo, con una caída interanual de 14% en el último trimestre. Por su parte, el consumo, tanto público como privado, se recuperó de la caída del segundo trimestre (-13%) pero se mantuvo un 5% por debajo del nivel pre-pandemia al finalizar el año.

Las obras de UPM, el ferrocarril central y algunas PPP mantuvieron a la inversión en niveles similares a los de 2019, con un crecimiento interanual en el último trimestre del 12%. Se trata de un factor clave para la economía dada su fuerte incidencia en la generación de empleo y su recuperación es aún más relevante aún si se considera que desde 2015 la inversión privada venía en franco deterioro. La inversión pública se mantiene en el mismo nivel de 2016 (en términos constantes), dado el deterioro de la situación fiscal en los últimos años.

La caída del PIB y el aumento del tipo de cambio (que reduce su valor en dólares corrientes) impulsaron al alza la deuda bruta del sector público consolidado, que al cierre de 2020 alcanzó el 74,5% del PIB, un incremento de 14 p.p. frente a 2019. A pesar de ello, los niveles históricamente bajos de las tasas de interés y la relativa baja dolarización y densidad de vencimientos de corto plazo mantienen bajo control la situación en el corto plazo. Sin embargo, es importante corregir la situación fiscal y estimular el crecimiento económico para mitigar los riesgos de una futura suba de tasas de interés en el mediano plazo.

El empleo se vio fuertemente afectado en 2020, con cerca de 60 mil puestos de trabajo perdidos frente al promedio de 2019. Luego del impacto inicial de la pandemia, entre marzo y mayo, la recuperación fue lenta pero sostenida. La caída del salario real y el empleo provocaron una caída del ingreso medio de los hogares al comienzo de la pandemia de 13,1%, que hacia fines de año se redujo a 4,6%. En ese sentido, la población con ingresos por debajo de la línea de pobreza alcanzó el 14,6% en mayo y se redujo a 9,5% hacia fines de año. En el promedio de 2020 la tasa de pobreza fue de 11,6%, tres puntos porcentuales por encima de 2019.

¿Que esperar en 2021-22?

El alza en el precio de los commodities, el dinamismo de la economía china y el reciente paquete de ayuda fiscal de los Estados Unidos continuarán generando un ambiente favorable para las economías emergentes, en particular las que exportan alimentos. En Uruguay, las exportaciones de bienes en el primer trimestre de 2021 alcanzaron los US$ 2.172 millones, un crecimiento de 19% frente a 2020, ubicándose incluso por encima de los niveles de 2018 y 2019.

El escenario regional continuará siendo complejo considerando la difícil situación que atraviesan Brasil y Argentina, tanto en el plano sanitario (aceleración de casos y relativo rezago en la vacunación) como en el económico, ya que los elevados déficits fiscales le quitan poder de acción a los gobiernos para enfrentar las consecuencias de la pandemia. A su vez, la paridad cambiaria continuará afectándonos de forma negativa. En febrero, el tipo de cambio real se encontraba un 58% por debajo del promedio 2000-2021 en el caso de Argentina y un 36% con Brasil, con lo cual el turismo receptivo continuará afectado. independientemente de la situación sanitaria.

La recuperación de la economía será gradual y fuertemente asimétrica. El ritmo de la recuperación se aceleraría a partir del segundo semestre del año (en el primero la situación sanitaria y la magra temporada turística complican la recuperación) pero incluso en 2022 el PIB se ubicaría un 0,4% por debajo de 2019. El dinamismo económico en el mediano plazo estará fuertemente influenciado por las actividades primarias y la construcción, sectores relativamente menos intensivos en mano de obra que el comercio y algunos servicios. En ese sentido, el empleo recuperaría el nivel promedio de 2019 recién en 2023.

En el plano fiscal, el déficit alcanzó el 5,7% del PIB en febrero (corregido por el pago adelantado de remuneraciones y pasividades). El margen para disminuirlo en 2021 será limitado considerando que será difícil reducir el gasto asociado a la pandemia (que actualmente asciende al 1,3% del PIB). En este sentido, es clave avanzar en la postergada reforma de la seguridad social y vincular el gasto en pasividades a los ingresos del sistema, evitando así el creciente financiamiento de las pasividades a través de rentas generales.

Si bien el contexto de tasas históricamente bajas nos ha dado tiempo para poner las cuentas en orden, las tasas de interés de mediano y largo plazo han comenzado a subir y no debe pasarse por alto el estrés financiero que podrían sufrir las economías emergentes (vía mayor costo de financiamiento, menores flujos de inversión extranjera y alzas de precios en los países dolarizados) en caso de que la suba de tasas de corto plazo prevista para 2023 se anticipe y/o la suba de tasas de largo plazo se acelere.

El ritmo de vacunación nos permite mirar el mediano plazo con buenos ojos. La agenda económica en el segundo semestre deberá enfocarse en mejorar los aspectos estructurales de la economía que permitan volver a tasas de crecimiento anual de 3%, ausentes desde 2014, y concentrar el limitado espacio fiscal en la población que continuará económicamente afectada por la pandemia.

(*) Nicolás Cichevski. Gerente del Área de Consultoría Económica de Grant Thornton Uruguay y Paraguay.
(1) Cifras para 2012-15 en base a Álvez, Bucacos, Mateauda y Pienika (2021)

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