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Llegó la hora de moderar el gasto público

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El MEF tiene como objetivo llevar el déficit a 2,5% del PIB. Foto: G. Pérez
Vista nocturna del edificio sede del Ministerio de Economia y Finanzas, MEF, sobre la calle Colonia, Centro, Montevideo, ND 20150924, foto Gerardo Perez - Archivo El Pais
Archivo El Pais

EL ANÁLISIS

Baja de inflación causó un aumento real de las pasividades, el componente de más peso.

El déficit fiscal se redujo en 0,4 puntos del PIB en el último año. Incremento de impuestos y ajustes en algunas partidas de los gastos lo hicieron posible. Sin embargo, alcanzar la meta del 2,5% para el año 2019 aparece como algo muy ambicioso dado el comportamiento global del gasto, que sigue creciendo en términos del PIB.

La discusión con respecto al gasto público, que siempre está latente, volvió a adquirir preponderancia a raíz de las movilizaciones del sector agropecuario, apoyadas por otros sectores productivos, en las que reclaman entre otras cosas un comportamiento más prudente en materia de erogaciones.

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En el último año el gasto volvió a crecer, impulsado en buena medida por la baja de la inflación, que determinó un incremento real de las pasividades, el principal componente del gasto. Ese fenómeno no se repetirá con igual magnitud en 2018, en el que otros componentes como el seguro de salud moderará su expansión. Que todo ello se traduzca en una moderación permanente del gasto dependerá del tenor de la próxima Rendición de Cuentas y del resultado de la próxima ronda de Consejos de Salarios.

El crecimiento del gasto consolidado del gobierno central (GC)-BPS es innegable y tal como se muestra en el gráfico que aparece arriba en el cuadro, muestra una tendencia creciente en los últimos años. Se muestra allí la evolución del gasto total y el gasto primario, es decir excluidos los pagos de intereses. A su vez se grafica un período extenso, para mostrar el ajuste necesario para salir de la crisis de comienzos de siglo. Todo ello para contextualizar el incremento de las erogaciones totales del GC-BPS a lo largo de los últimos años.

En particular, se ve el fuerte ajuste del gasto primario entre 1999 y 2004 en casi 6 puntos del PIB, la paulatina recuperación hasta el año 2015 y el incremento desde entonces. Antes de extraer conclusiones apresuradas que relativicen el incremento del gasto conviene efectuar algunas precisiones. En primer lugar, y tal como se ve en el mismo gráfico, la brecha entre las variables que allí se muestra corresponde al pago de intereses, que se incrementó durante la crisis y posteriormente cayó.

Se podría decir entonces que al liberarse recursos que antes se destinaban al pago de los intereses quedan disponibles para otros fines, lo que permite "recomponer" el gasto que se redujo durante la crisis. Pero este argumento no es totalmente de recibo. El nivel del gasto a fines del siglo pasado ya era cuestionado y se estaba en los primeros años de la reforma de la seguridad social, que apuntaba a un saneamiento a largo plazo de las cuentas públicas. El haber vuelto a los niveles de gasto relativos al PIB imperantes previo a la crisis de comienzo de siglo no parece entonces una buena noticia. Máxime cuando en esa comparación el denominador (PIB) creció en esos años a un ritmo superior al de su tendencia de largo plazo, lo que eleva potencialmente la carga tributaria necesaria para financiarlo.

Otro elemento a tener en cuenta es la propia reforma de la seguridad social que, tal como se muestra en el gráfico del medio, disminuyó el peso de las erogaciones por este concepto. Es cierto que también ayudó el descenso que experimentó el,salario real, durante la crisis, pero la tendencia a la baja era clara.

Menores pagos de intereses y de pasividades con una recaudación creciente aportaron recursos que se destinaron a otros rubros, tal como se muestra en el mismo gráfico. Ese otro gasto primario excluidas las pasividades que sirve el BPS se incrementó en 3 puntos del PIB si se los compara con los niveles vigentes a fines del siglo pasado y en más de 6 puntos desde el año 2005.

A lo largo de ese período se fueron procesando una serie de aumentos de gasto que lo fueron tornando cada vez más rígido. Esa rigidez es el resultado del tipo de gasto que se priorizó a lo largo de estos últimos años.

Destinar 4,5% del PIB a la educación, el Seguro Nacional Integrado de Salud (SNIS) y la flexibilización en las condiciones de acceso a la jubilación son las áreas en las que más creció el gasto. Siendo compromisos electorales junto al Sistema Nacional de Cuidados y otros programas asistenciales de menor cuantía monetaria tornaron muy rígido ese gasto, el que parece haber adquirido vida propia. De ahí las dificultades de abatir el déficit a los niveles fijados como meta.

La buena noticia es que en este año que comienza el gasto puede dar un respiro, pero que puede ser meramente transitorio si el gobierno no actúa con la prudencia del caso en la próxima Rendición de Cuentas y en las pautas que establezca para la próxima ronda de los Consejos de Salarios, que abarcarán a todos los trabajadores del país.

La razón de que ello pueda ser así se encuentra en el comportamiento que experimentaron los precios y los salarios en el pasado año.

Durante 2017 los egresos totales del GC-BPS se incrementaron 2,1% en términos reales respecto al año anterior. Como los ingresos aumentaron 4,8% real, el déficit pudo abatirse del 3,9% al 3,5% del PIB.

Al analizar por rubros sobresale el incremento de las pasividades, que explica más del 80% del aumento total. Se incluyen aquí las cajas militare y policial cuya asistencia aumentó 8% real y las pasividades que sirve el BPS, que son las más voluminosas (ver gráfico abajo a la izquierda). En este caso el aumento se explica en gran medida por el descenso de la inflación. La caída que experimentó la inflación en el último año fue una buena noticia, pero le acarreó algunos problemas al gobierno, en particular a nivel del BPS. Por Constitución, las pasividades se ajustan en base a la variación de los salarios nominales del año anterior. El ajuste otorgado en 2017 fue del 11,74% y la inflación promedio en dicho año fue del 6,2%. Ello implicó un incremento del 5,2% en términos reales de las pasividades.

El ajuste de pasividades para 2018 es de 9,03%. Proyectando una inflación promedio en el entorno al 7% daría como resultado un crecimiento de la pasividad real del 2%, porcentaje al que crecerá la economía. Por otra parte, si la inflación es del 7% o más, no subirán las remuneraciones en términos reales. Estos dos componentes representan la mitad del gasto público y si su peso se reduce en términos del PIB, el gasto total también lo debería hacer. Máxime cuando el SNIS, el componente del gasto que más creció en los últimos años (ver gráfico abajo a la derecha) incluyó a todos los beneficiados al pasado mes de julio, y sólo registrará crecimientos importantes en el comparativo interanual del primer semestre.

Que se consolide la moderación del gasto dependerá de las pautas salariales y el tenor de la próxima Rendición de Cuentas. Aumentos salariales desmedidos impactarán en las pasividades de 2019. A su vez, si bien es una declaración primaria y no hay nada concreto, en la conferencia de prensa que se efectuó al finalizar el primer Consejo de Ministros del año donde se empezó a delinear la Rendición de Cuentas, se mencionó prácticamente a todo el gasto público como prioritario, lo que no es un buen augurio.

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