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Las prioridades ineludibles del debate electoral

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Internas: el domingo 30 de junio será la primera instancia. Foto: AFP

Opinión

“La pregunta del millón es cómo reducir el lastre del déficit y poner en marcha propuestas necesarias que requieren más recursos".

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Pisando ya el año de nuestra máxima contienda electoral máxima, los candidatos potenciales a la presidencia comienzan a despuntar los énfasis y matices de sus propuestas.

Como convidado de piedra, el gobierno anunció lo que ya se descontaba: un déficit fiscal del 4% del PIB en fase ascendente, a pesar de los anuncios optimistas de su reducción y los esfuerzos para contenerlo. Sabido es que su correlato es el aumento del endeudamiento que lo financia.

Esa dinámica responde a decisiones de gobierno apoyadas en una visión cortoplacista, financiando gasto corriente permanente con ingresos fiscales temporarios fruto de tasas de crecimiento económico extraordinarias. Cambiado el ciclo, suplió esa carencia con aumentos de la presión fiscal a niveles que deprimen la actividad privada y el ingreso de las clases medias y bajas.

Ese panorama se consolida dadas las expectativas de bajas tasas de crecimiento económico en el mundo y la región, lo cual limita la tonificación de la performance económica del país. Además conviene recordar, que siempre los años electorales inducen a la expansión del gasto público. Todo ese combo implica que los márgenes de maniobra para reducir el déficit fiscal, sin reducir el gasto, son escasos.

Mal que les pese a todos los candidatos, alivianar este lastre heredado se les hará una prioridad insoslayable. Escabullirlo corriendo la arruga vía endeudamiento sería irresponsable, pues su latencia aumenta vulnerabilidades que son antesalas de crisis. Pero hacerlo, también condiciona la puesta en marcha de propuestas también necesarias que requieren a su vez más recursos. La reforma educativa es el ejemplo más notable.

"La pregunta del millón es cómo reducir el lastre del déficit y poner en marcha propuestas necesarias que requieren más recursos"

Carlos Steneri grande
Carlos SteneriEconomista

Por consiguiente, la pregunta del millón es cómo lograr ambos objetivos de forma simultánea, una vez que se toma conciencia de que implica achicar el déficit por un monto que oscila entre los 800 - 1000 millones de dólares anuales, cuando al mismo tiempo se le estaría pidiendo al estado más recursos para rubros impostergables.

Resolver esta encerrona heredada implica asumir costos políticos, pues quedarán cercenadas o parcialmente incumplidas la ejecución de promesas electorales. Esto ha llevado al uso de eufemismos para presentarle el problema al electorado. Lo que antes todos llamaban ajuste a secas, pues es lo que realmente es, ahora ha mutado a términos como “adecuación”, “consolidación”, “oportunidad de mejora”, etc. Cuando en realidad la cosa es más simple.

Se trata de plantearle frontalmente a la ciudadanía de que tenemos un problema, cuya resolución es prioritaria, que requiere asumirlo y la colaboración de todos para resolverlo. Incluso de quienes fueron sus responsables, aunque sea pedir demasiado. En ese contexto, despejar resistencias requiere compromisos de preservación del gasto social, fundamentalmente el destinado a paliar la pobreza dura. Y que otros necesariamente crecerán pero a un ritmo menor que el crecimiento del Producto Bruto.

Eso implica también comunicar que los programas que requieren más recursos como la mejora educativa, que su ejecución depende de ahorros presupuestarios, y de ser éstos insuficientes, acordar mayores impuestos o más endeudamiento para tales fines.

En este proceso quedan incluidas las empresas públicas, quienes deberán reformarse para mejorar su eficiencia, despojarse de actividades perdidosas fruto de regulaciones inapropiadas (ej.: biocombustibles) o decisiones propias (portland) que no son otra cosa que una cara oculta del déficit fiscal y tarifas públicas elevadas.

En definitiva, esta proyección en blanco y negro de la realidad fiscal y las políticas necesarias para mejorarla será fuente de debates electorales centrados en donde obtener los ahorros y en donde expandir el gasto.

Aunque no corresponde pedir detalles, es saludable exigir la descripción de sus trazos básicos de las politicas para evaluar la viabilidad de las propuestas, y aventar así la demagogia. En política, todo lo bueno es deseable y propenso a la promesa electoral. Pero no todo es financiable de manera permanente, y menos ante la realidad que atraviesa el país.

Estos temas serán fuente de sintonías en la contienda electoral entre los partidos con visiones afines. Eso tendrá el doble propósito de comunicar sin cortapisas las fisuras que presenta el edificio macroeconómico del país, cuya reparación requiere atención inmediata. Por otro lado, delineará las líneas y los tiempos de la política económica de un gobierno que necesariamente será de coalición.

El complemento necesario de esta postura son políticas que fortifiquen el crecimiento económico a través de la actividad privada. Cada punto de crecimiento genera recursos fiscales genuinos que facilitan la instrumentacion del cierre fiscal, genera empleo y el ingreso permanente. En lograrlo no se debe escatimar imaginación ni audacia, pues nos encontramos en una bisagra crucial de nuestra historia.

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