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¿Se justifica económicamente organizar el Mundial 2030?

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La Brazuca será la pelota del inminente mundial.
453347919 - S - RIO DE JANEIRO, BRAZIL - DECEMBER 03: A general view of Brazuca and the FIFA World Cup Trophy at the Maracana before the adidas Brazuca launch at Parque Lage on December 3, 2013 in Rio de Janeiro, Brazil. Brazuca is the Official Match Ball for the FIFA World Cup 2014 Brazil. Tonight adidas revealed brazuca to the world in the stunning setting of Parque Lage in Rio de Janeiro. The reveal was part of a spectacular light projection supported by global footballers Fred, Hernane and FIFA World Cup Winner Cafu. Hundreds of guests and celebrities were treated to this one off experience, which launched the Official FIFA World Cup Ball for Brazil 2014. For more information visit: news.adidas.com/worldcupOMB (Photo by Alexandre Loureiro/Getty Images for adidas) - Rio de Janeiro - Brazil - Alexandre Loureiro - al copa del mundo, trofeo
Alexandre Loureiro - Stringer - /Getty Images for adidas

Ante la oficialización por parte de los gobiernos de Uruguay y Argentina de la intención de coorganizar el Mundial de 2030, cabe preguntarse si una iniciativa de ese tipo acarrearía beneficios económicos significativos.

No existen consensos ni conclusiones en ningún sentido, sin embargo a priori debe saberse que no necesariamente la organización de un gran evento deportivo asegura un crecimiento de la economía, y ni siquiera garantiza el crecimiento drástico de los ingresos por turismo, que es la actividad que directamente se beneficiaría. En efecto, es posible encontrar diversos estudios que concluyen que los resultados son bastante magros respecto del aumento no solo de divisas generadas por albergar un gran evento deportivo, sino también de los puestos de trabajo que se generan.

Para responder a esta cuestión los especialistas han recurrido a muy variadas formas de cuantificar los beneficios y costos asociados a la organización de eventos deportivos.

No habiendo una única metodología para estimar los efectos asociados a la organización de un mega evento, se ha arribado a resultados contrapuestos, donde los mismos son variable dependiente de la óptica con que se los haya evaluado.

De todos modos, sí han habido experiencias que no han sido muy buenas desde el punto de vista de la rentabilidad económica, como la Eurocopa de Inglaterra 96 o el Mundial de Alemania 2006, lo que permite afirmar que no necesariamente embarcar a un país en la organización de un Mundial es sinónimo de generar ganancias socioeconómicas.

Un estudio llamado Tourism Research & Marketing realizado meses después de que finalizara la Eurocopa organizada por Inglaterra, concluía que apenas habían visitado el país con motivo del campeonato 100.000 personas, generando ingresos directos por 155 millones de libras, lo que parece mínimo si se compara con los 20.000 millones que gastaron los turistas que visitaron ese año Inglaterra.

Por otro lado, un estudio realizado por la Universidad de Liverpool encontró que durante la Eurocopa apenas habían visitado esa ciudad 30.000 personas, gastando poco más de un millón y medio de libras, no pudiéndose generar demasiada cantidad de puestos trabajo.

En la misma línea, un estudio realizado por el economista Holger Preuss de la Universidad de Mainz, Alemania, que incluso fue financiado por la Federación Alemana de Fútbol, concluía que los beneficios del Mundial de Alemania 2006 rondaron los 2.800 millones de euros, bastante menos de lo que el Estado alemán gastó en la organización y ejecución del torneo.

En el otro extremo, a favor de los que promueven la idea de organizar el Mundial Uruguay-Argentina 2030, se encuentra el válido argumento de los llamados efectos indirectos.

Según este argumento, la organización de un Mundial puede favorecer la actividad turística no solamente durante el tiempo en que se desarrolla el torneo, sino que además es posible, darse a conocer al resto del mundo profundizando lo que es la "marca país" y en consecuencia provocar un salto en la actividad turística que perdure en el tiempo.

Adicionalmente, pese a la existencia de los comentados estudios escépticos realizados para Alemania e Inglaterra, también resulta razonable el argumento de que ninguna de estas economías tiene grandes puntos de contacto con Uruguay. En ambos casos es probable que el evento deportivo no haya hecho conocer al mundo la existencia de un país llamado Alemania o de uno llamado Inglaterra, sin embargo, es muy probable que sí fuese así para el caso de Uruguay.

A diferencia de Uruguay, difícilmente Alemania o Inglaterra sean países desconocidos para el resto del mundo.

Otro muy cierto argumento, es que al igual que ocurrió con la construcción de las pasteras hace unos años, las obras que deberían realizarse significarían un shock positivo para la construcción, creándose —temporalmente— gran cantidad de puestos de trabajo.

Hasta aquí el análisis de los eventuales ingresos, pero también debe preocupar cómo sería el comportamiento de los gastos que implica hospedar un Mundial.

La FIFA es muy exigente con los requerimientos de infraestructura para poder albergar el evento, que no son baratos y que no se reducen solo a estadios de fútbol de última generación, también incluyen hoteles cinco estrellas para las diferentes delegaciones deportivas, jueces y médicos y que incluso estos hoteles tengan una cercanía determinada a aeropuertos a través de rutas con altos estándares de calidad, entre otras cosas.

Si al punto anterior se le agrega el hecho que en la actualidad existe prácticamente consenso en que el país posee un déficit de infraestructura no ya solamente para alojar dicho evento, sino también en términos generales, la consecuencia es que sería necesario desembolsar una significativa cantidad de recursos en los años venideros, hecho discutiblemente oportuno.

Lecciones.

De la estimación del presupuesto original de US$ 1.000 millones que pusiera a punto a Brasil para albergar el Mundial, finalmente se necesitaron US$ 3.500 millones, siendo casi todo financiado por impuestos.

Por su parte, en Sudáfrica donde se había anunciado una Copa del Mundo barata, que costaría aproximadamente US$ 170 millones y esta cifra finalmente se multiplicó por diez.

En las dos experiencias relatadas, cuando las grandes obras llegaban a las instancias finales y los plazos para tener pronta la infraestructura para hospedar el evento se acercaban a su fin, las empresas constructoras aprovecharon la situación para negociar y elevar sus ganancias.

Esto debe aprenderse y tenerse en cuenta e incluso puede ser pertinente el financiamiento de este tipo de infraestructuras mediante proyectos de Participación Público Privadas donde se minimicen los problemas por sobre costos.

En segundo lugar, no es común encontrar obras de infraestructura donde desde la génesis, exista consciencia de estar construyendo un elefante blanco. Esto ocurrió en Brasilia con el Estadio Nacional, durante el año 2012 cuando se construía uno para 70.000 personas, sabiéndose de antemano que no se utilizaría para mucha cosa luego de finalizado el campeonato, derivando en protestas multitudinarias.

Los clubes de la capital norteña no llevan más de 1.000 espectadores por partido, por lo que mantener un estadio de estas características con las millonarias sumas que implica no parece algo demasiado sensato.

De modo similar, en Sudáfrica la mayoría de los estadios que el país construyó para el evento se encuentran en desuso, ya que por los enormes costos de mantenimiento que implican no cabe otra solución que dejarlos venir a menos.

Entonces parece clave que en el caso de llevar a cabo la organización del Mundial, se pudiera planificar profundamente y diseñar infraestructura aprovechable para otro tipo de actividades.

Debería profundizarse sobre lo que fueron los juegos olímpicos de Barcelona 92, donde por ejemplo se construyó la famosa rambla, que al día de hoy es un destino turístico mundial.

Es importante que la ciudadanía tome conciencia de la magnitud del emprendimiento que se pretende realizar, y que se sepa que en principio la organización de un evento deportivo de esta magnitud no siempre ha resultado un gran negocio.

Tal empresa implica una inevitable transferencia de dinero desde una parte de la ciudadanía a otra, a la futbolera, a las empresas constructoras, y tal vez, también de mujeres a hombres.

Además la planificación cobra relevancia porque como en todo proyecto de largo plazo, la administración que toma la decisión de llevar a cabo el emprendimiento, no será la misma administración que deberá repagar deudas y disfrutar del evento.

Por otro lado, cuando se analiza un determinado proyecto que implica una inversión, no se debe fijar la atención únicamente en el rendimiento que le genera esa alternativa en forma aislada, sino compararla con otras para, a partir de ahí, encontrar la mejor solución de inversión.

Por lo tanto, de arribar a la conclusión de que la organización del Mundial Uruguay-Argentina 2030 fuera un negocio socialmente rentable, habría que corroborar si ésta es la forma más eficiente de generar lo que queremos. Sería conveniente que antes de tomar la decisión realizar un estudio específico para el caso de Uruguay profundizando las lecciones aprendidas.

Obtener felicidad justifica medios para hacerlo.

Un economista llamado Rob Baade realizó una investigación en la que se analiza por qué si organizar un gran evento deportivo no hace más ricas a las economías, éstas siguen postulándose para su organización. La respuesta a la que arriba no tiene una fundamentación monetaria.

Los ciudadanos de economías que se enriquecen, no siempre se vuelven más felices. La felicidad no depende tanto de los ingresos monetarios, ya que estos tienen un efecto temporal en la felicidad y nada más.

Estudios recientes indican que tanto la edad como el sexo, el status social, el nivel de educación y hasta el estado civil influyen en la felicidad del ser humano. Lo que descubrió Baade y luego confirman otros autores, es que organizar una Copa del Mundo probablemente no te vuelva rico, sin embargo te va a entretener y en definitiva te va a hacer feliz.

Posteriormente otros investigadores encontraron una correlación positiva entre organizar un Mundial de fútbol y la felicidad de sus habitantes, y que la organización de un torneo tendía a incrementar sistemáticamente la felicidad de la población.

Por su parte, Simon Kuper en su libro Soccernomics explica que el efecto que produce en el nivel de felicidad de un ser humano promedio es comparable a un aumento inesperado del salario que lo lleve del quintil de más bajos ingresos al quintil intermedio y que este efecto dura más de 2 años. Si esto se comprobara para los habitantes de la sociedad uruguaya, significaría que en términos de felicidad la organización del Mundial sería equivalente a generar unos cuantos millones de dólares.

El eterno femenino de una imaginativa pintora
La Brazuca será la pelota del inminente mundial.

No existe consenso acerca del impacto de una iniciativa de ese tipoFELIPE GONZÁLEZ

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