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Los jóvenes abandonan el mercado laboral

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En dos años se perdieron 42 mil empleos, dos tercios eran menores de 25 años.

El mercado laboral continuó deteriorándose a lo largo del último año. Por segundo año consecutivo cayó el empleo, trepando la tasa de desocupación al 7,8%. Si bien se trata del nivel más alto desde 2008, son menos personas que las que hacía pensar a comienzos del pasado año el complicado contexto internacional. La realidad terminó demostrando que no lo fue tanto, ya que ese contexto externo se moderó. De hecho, la economía va a terminar creciendo más de lo previsto, lo que atemperó el deterioro del mercado laboral.

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No obstante, las razones de fondo que impiden el dinamismo del mercado laboral siguen presentes, y pese a la moderación del deterioro observado en el segundo semestre, seguirán presionando sobre el empleo en el año en curso.

Los problemas de competitividad y la rigidez en el mercado laboral atentan contra la inversión, y si esta no crece no aumentan los puestos de trabajo. Ello tiene derrames negativos hacia toda la sociedad, que van desde un freno en el nivel de actividad y dificultades a nivel del gobierno debido a la menor recaudación y los mayores gastos asociados al seguro de desempleo. Socialmente afecta el humor de la población, en particular la de aquellos que perdieron o no encuentran trabajo.

En este contexto, los más afectados son los menores de 25 años, quienes más están sufriendo la pérdida de empleo y se les dificulta encontrar uno nuevo, lo que los lleva a abandonar el mercado laboral. Esta evolución tiene mucho que ver con el menor dinamismo de la economía y su impacto en los empleos menos calificados y más recientes.

En el último año, la tasa promedio de empleo se situó en el 58,5% de la población económicamente activa, es decir aquellos mayores de 13 años dispuestos a trabajar. Como se muestra en el gráfico de arriba del cuadro que ilustra esta nota, la tasa de empleo alcanzó un máximo en el año 2014 y a partir del primer trimestre de 2015 inició un proceso continuo de deterioro, muy fuerte en ese año, moderándose a lo largo de 2016.

Para cuantificar de cuantas personas estamos hablando, se puede estimar en base a las proyecciones de población del INE que en el último año el número de empleos promedio de la economía se situó apenas por debajo de 1:600.000 trabajadores. Comparando con el año anterior es un descenso de aproximadamente 7.500 puestos, y con respecto al pico de 2014 unos 42.000 trabajadores menos.

Intuitivamente, un menor empleo debería verse reflejado en un aumento del desempleo, pero la relación no es tan lineal. La tasa de empleo mide el número de personas que efectivamente está trabajando, pero la tasa de desocupación mide a los que queriendo trabajar no lo pueden hacer. Si una persona pierde su empleo, pero se queda en su casa y no sale a buscar uno nuevo, no es un desocupado, pasa a ser un inactivo que abandona el mercado laboral.

En el último año, disminuyó en aproximadamente 3.000 el número de personas dispuestas a trabajar y en los dos últimos años en aproximadamente 21.000. Las personas mayores de 13 años dispuestas a trabajar constituyen lo que se denomina población económicamente activa (PEA). De los números anteriores se desprende que no toda la pérdida de puestos de trabajo pasa a engrosar el número de desocupados, sino que algunos trabajadores pasan a la condición de inactivos.

El fenómeno de abandono del mercado laboral es más fuerte a nivel de los más jóvenes. El INE desagrega los datos en menores de 25 años (y mayores a su vez de 13) y mayores de esa edad. En el gráfico del medio del cuadro se muestra la evolución del empleo y la PEA juvenil en número de personas.

Se ve allí que a lo largo de los dos últimos años la economía perdió unos 27.000 empleos juveniles, y que aproximadamente 19 mil menores de 25 años abandonaron el mercado laboral. Prácticamente todo el descenso en la PEA total se explica por los jóvenes, sobre quienes cae a su vez casi los dos tercios de la disminución del empleo.

Estas cifras hay que analizarlas cuidadosamente y no tomarlas a la tremenda ni hablar de estigmatización, palabra que se ha puesto muy de moda en los últimos tiempos.

Hay varias razones para que el empleo sea relativamente menor en este grupo etario y que sea el primero que sufre cuando el mercado laboral ingresa en un período de dificultades. En primer lugar, la clasificación entre 14 y hasta 25 años incluye a un número importante de jóvenes que no participan del mercado laboral por que están estudiando, fundamentalmente en los primeros años del grupo. Desde el año 2006 a la fecha la PEA juvenil nunca superó el 50%, es decir que más de la mitad no buscan trabajo.

Otro aspecto tiene que ver con la capacitación y las tareas realizadas. Muchos de esos jóvenes ingresan a edades tempranas al mercado laboral porque abandonaron los estudios. En estas condiciones los trabajos a los que pueden aspirar son de baja calidad, que encuentran su demanda en momentos de auge económico, pero son los primeros que se pierden cuando cambia el ciclo. Máxime si se trata de empleos recientes, en los que aún no se adquirió un nivel de conocimiento determinado, como es el caso de muchos de estos jóvenes.

No menos importantes son las menores responsabilidades de los jóvenes frente a los adultos, sobre todo en el caso de aquellos menores de 25 años que no tienen familia a su cargo.

Los adultos también se ven afectados por el menor dinamismo económico. Una variable que lo muestra con claridad es el porcentaje de desocupados que impone algún tipo de condición en la búsqueda de un empleo.

El 64% de los desocupados no impone ninguna condición, el nivel más alto de la última década, tal cual se muestra en el gráfico de abajo a la izquierda. Este deterioro también hay que analizarlo cuidadosamente, ya que estamos analizando un año en el que el nivel de desempleo fue de los más altos de la última década.

En el gráfico de abajo a la derecha se muestra la evolución de la distribución de los desocupados por condiciones requeridas, medidos en cantidad de personas.

Se ve claramente que el número que impone condiciones es relativamente estable a lo largo del tiempo, una aproximación al empleo friccional de la economía, que son aquellos trabajadores que están en continuo cambio, buscando el puesto que más se adecue a sus pretensiones.

Los que no imponen condiciones evolucionan con el desempleo global y podría decirse que son los verdaderos desocupados.

Pese a este deterioro aún se está lejos de a situaciones de compromiso social. Sin margen fiscal para políticas activas por parte del gobierno, la suerte futura está ligada a que el nivel de actividad privada se reactive. La incertidumbre generada por el contexto internacional y el ahogo de un gasto público creciente no permiten ser muy optimistas al respecto.

HORACIO BAFICO Y GUSTAVO MICHELIN

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