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Está en jaque el desacople regional

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Reiteradamente hemos escuchado, con singular insistencia, que la economía uruguaya se "desacopló" de sus socios mayores del Mercosur y que su diversificación comercial contribuye a que los problemas por los que atraviesen estas dos grandes naciones no generen más efectos tan negativos como los de 1982, 1999 y 2002. Las crisis de esos años en Argentina y Brasil contagiaron a Uruguay y atizaron indudables cambios sociales y políticos.

Los vecinos están en problemas y la teoría del "desacople" vivirá en los próximos tiempos una dura prueba, la que le impondrá la realidad. Si efectivamente lo que pasa en la región no nos afecta medianamente como en ocasiones anteriores, entonces se habrá probado, por el método científico —hipótesis y prueba empírica de la hipótesis—, que la teoría es acertada. Solo debemos esperar el veredicto de la realidad.

Socio en recesión.

Brasil vive serios problemas que quitan autoridad y liman el poder de su conducción política. Al conocido deterioro de la imagen de la presidenta Rousseff, en el umbral de un juicio político y asediada por denuncias de corrupción a su entorno y al de la anterior administración, se suma una situación macroeconómica con marcados desequilibrios. De tal profundidad, que el grado de inversión que adorna a su deuda pública está en peligro. Recesión, inflación y problemas en su sector externo caracterizan a una economía que se deteriora vertiginosamente. Durante dos años la poderosa industria brasileña ha estado en receso y ello provocó una pronunciada caída de la confianza de los empresarios industriales. Lo mismo ocurre con la confianza de los consumidores. Y a la recesión la acompaña una inflación que duplica la meta oficial y sigue en aumento. Pero también aparece como dato en contra, aunque tal vez como solución natural a sus problemas de actividad pero no del inflacionario, la ininterrumpida y significativa devaluación del real de casi 60% en doce meses. Brasil ha reducido sus compras a exportadores uruguayos en casi 30% y no sería extraño que al cabo de este año la baja de las ventas sea aún mayor.

No existe razón para pensar hoy que la situación macroeconómica de Brasil mejore a corto plazo. Las medidas monetarias contra la inflación juegan en contra de la reactivación económica, como también obstaculiza lograr un mejor nivel de actividad, el ajuste fiscal que intenta mitigar el alto déficit público. Solo entonces la devaluación apunta a mejorarlo, pero es también lo que impide pensar que las ventas de exportables uruguayos con ese destino vayan a crecer. En los próximos doce meses Brasil seguirá derramando efectos negativos sobre la actividad exportadora uruguaya. Así, importaremos recesión y deflación del socio mayor del Mercosur. Pero también, nos impondrá la necesidad, como ya lo viene haciendo, de seguirle en materia cambiaria por lo que se depreciará nuestra moneda para evitar perder competitividad, ya no solo la de los bienes exportables sino también de las mercaderías y servicios transables.

El otro socio.

Argentina presenta una situación macroeconómica que tampoco es buena para Uruguay. El reflejo es una caída del monto exportado en mercaderías del 17% en los doce meses hasta junio. Y también de los que refieren a las ventas de servicios y a los de inversión, en el agro y en la construcción. El país vive un lapso extenso de estancamiento con altísima inflación provocada por el financiamiento, con significativa expansión monetaria, de un déficit fiscal que trepa aceleradamente y que no se transmite al tipo de cambio ni al oficial ni al paralelo, en este caso solo por la impresionante represión cambiaria. En el resto de este año al menos, la economía seguirá conducida en "piloto automático", sin otras variantes de política que no sean una acentuación de la represión y un cuidado cancerbero del stock de reservas internacionales. Las recientes elecciones primarias apuntan a una lucha por el poder en octubre y quizás noviembre, polarizada entre el candidato del kirchnerismo y el del partido que ha gobernado la Capital Federal. El eventual triunfador de las elecciones de octubre intentará desde el inicio de 2016 una solución "amigable" en el litigio con sus acreedores y, sobretodo, abandonar el "cepo cambiario". En este último objetivo —necesario para un manejo monetario y cambiario como el que exige no solo la preservación sino la recuperación de las reservas internacionales del BCRA— la apreciación del dólar se presenta insoslayable lo que haría aún más competitiva a la producción transable argentina sobre la uruguaya. Y ello pondría aún más presión alcista sobre el valor del dólar en nuestro país.

La prueba.

El "desacople" será testeado a fondo. Ya lo que ocurre en nuestros socios regionales —por sus propios problemas y por lo que les transmite la economía mundial— afecta, como en el pasado, al tipo de cambio local. El dólar se apreció 18% en los últimos doce meses y si la situación macroeconómica persiste en Brasil y se produce el ajuste del sistema cambiario en Argentina, la depreciación del peso continuará más allá de lo que ya requiere el comienzo esperado de la suba de la tasa de interés de la Fed.

El "desacople" ocurriría si en Uruguay la devaluación no siguiese una senda similar a la que tendrán sus vecinos y si no sintiese desde ellos ni un fuerte reflejo recesivo ni uno deflacionario.

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Argentina y Brasil nos plantean amenazas. Foto: Archivo El País

Jorge Caumont - Economista

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