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Inserción comercial en su laberinto

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Una de las preocupaciones a nivel oficial, de políticos y analistas es sobre cuál debe ser la inserción comercial internacional de nuestro país. Tanto para el comercio de bienes como para el de servicios. Para el de servicios, se ha descartado el trato con quienes ya estudian el tema a nivel institucional internacional.

En cuanto al comercio internacional de bienes, la condición que viene impidiendo cambios es la adhesión en 1991 al Tratado de Asunción por el que se creó el Mercosur. Sin embargo, no se han descartado y se discuten y proclaman, pero no se toman, otras alternativas.

La evaluación.

En varias ocasiones he mencionado las razones por las que no ha sido beneficioso para Uruguay pertenecer al Mercosur. Antes de 1991 se habían firmado acuerdos con los dos socios mayores, por los cuales nuestro país podía venderles determinadas cuotas de bienes con entrada a esas dos naciones sin pagar aranceles. El Convenio Argentino Uruguayo de Cooperación Económica (CAUCE) y el Protocolo de Expansión Comercial (PEC) que permitían ese beneficio, se extinguían con la firma del Tratado de Asunción que preserva ese beneficio a la mayoría de los bienes del universo arancelario. Desde el punto de vista estrictamente arancelario, de impuestos a las importaciones, Brasil y Argentina concederían para siempre a Uruguay —y a Paraguay— la posibilidad de venta de sus productos libre de aranceles y con un margen de preferencia que hoy es del orden del 20% respecto a la competencia de terceros países. Un producto importado por los países del Mercosur desde un país de fuera de la región, paga ese arancel, y no lo paga si es originario de uno de los miembros del acuerdo. La mutua concesión implica que el país importador sacrifica recaudación arancelaria —la que tendría si viniera el producto de fuera de la región— y le egresan más divisas porque el precio de traerlo de una nación de la región amparado por el margen preferencial, puede ser más caro que comprarlo de un origen fuera de ella. Esas son consecuencias de una protección discriminatoria de la competencia extra regional que juega tanto para las importaciones de los demás miembros del Mercosur como para el propio Uruguay.

Cuando analizamos lo ocurrido desde 1991, observamos que las exportaciones uruguayas a la región han subido en términos nominales pero han declinado en términos de volumen físico, en términos reales mientras que, por otro lado, ha habido un marcado crecimiento en términos reales de las importaciones uruguayas desde los dos países grandes de la región por una desviación de comercio permitida por el margen de preferencia. Para Uruguay el Mercosur no ha creado comercio, sino desviado comercio de orígenes más eficientes a los países grandes de la región.

La alternativa.

En otras ocasiones y porque se ha probado empíricamente, he señalado que el área óptima de comercio para un país, en especial para uno pequeño, es el mundo. He señalado asimismo, que impuestos o prohibiciones de importaciones implican impuestos a las exportaciones y que un arancel único es el que vuelve más eficiente a la estructura productiva de un país. Por todas esas razones, la inserción comercial internacional de Uruguay debe ser con un tratamiento arancelario similar para los miembros del Mercosur y los del resto del mundo y, además, un arancel próximo a cero, sensiblemente menor al actual —con obvias excepciones— y solamente responsable del financiamiento de los controles aduaneros que se estimen por razones comprensibles y aceptables.

Encarar la inserción comercial internacional de ese modo puede parecerle a muchos un ejercicio teórico. A otros, un delirio de alguien que cree en los mercados y más cuanto más competitivos. Otros ni lo considerarán serio. Pues entonces continuemos pensando en una alternativa y veamos a qué arribamos en otros sesenta y cinco años tras la continuidad de discusiones si es mejor la autarquía, el bilateralismo, el multilateralismo, la integración regional, la integración comercial latinoamericana, la integración con el Pacífico y otras cosas por el estilo. No olvidemos que hasta 1973 y ya muerta la Alalc-Aladi, se pensaba que poner aranceles de más de 2.000% —como lo constituían los variados conceptos que había que pagar lo que se podía importar pues existía prohibición de compras externas— era algo lógico y eficaz para proteger a la industria local sin que la autarquía generara problemas al consumidor al generar puestos para el trabajador. Tras un proceso de rebajas arancelarias una vez liberadas las importaciones, llegamos hoy al arancel ya señalado.

La pregunta a todos aquellos que desean mantener el statu quo del comercio regional, sería si les parece que los uruguayos desearían volver a la situación que rigió hasta los años setenta o aún la solo promisoria de comienzos de los sesenta si tras la evidencia empírica, la que fundamenta o al menos debería fundamentar los "versos" que a diario escuchamos, da espacio para reconsiderar aquel verdadero "verso" de ir por "más y mejor Mercosur". Aún con Mauricio, con Dilma o eventualmente con Temer o con alguien como Maduro, el camino no es el Mercosur, el camino es con el mundo y con arancel próximo a cero.

Jorge Caumont

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