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Infraestructura e inserción externa

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Las estimaciones oficiales del crecimiento económico para 2016 del 0,6% confirman que sigue el estancamiento. Esos resultados magros continuarán de no mediar cambios dramáticos favorables en el contexto externo.

El gobierno anuncia como tabla salvadora para recuperar crecimiento robusto, la construcción de una tercera planta de celulosa que en realidad, su puesta en marcha tendrá un impacto sobre el crecimiento por una sola vez. Además depende de inversiones previas en infraestructura limitadas por las restricciones fiscales imperantes.

Esto sintetiza algunas de las condicionantes objetivas de nuestra dinámica de crecimiento futura. Esta vez, de forma indeleble las limitantes de nuestra infraestructura física condicionan una mega inversión. No es válido responsabilizar al mayor crecimiento económico de su deterioro actual, pues es deber de todo buen gobierno anticiparse a los hechos y actuar en consecuencia. Desde hace décadas sobran los diagnósticos sobre el impacto de la industria forestal sobre nuestras carreteras y el papel de la red ferroviaria de cargas. En los numerosos años que han pasado la constatación objetiva es que la inversión pública en infraestructura ha decrecido respecto al PIB comparada con los promedios históricos. Y eso ocurrió cuando el país entró en una modalidad de crecimiento intensiva en el uso de infraestructura, que se hará cada vez más profunda y que de no adecuar las políticas para resolverla, atentará contra nuestra competitividad externa. Por omisión o decisión explícita se optó por discriminar en contra de la inversión publica para darle más espacio al gasto público en otras áreas, algunas realmente necesarias y otras cuestionables.

Las consecuencias están a la vista. Los mecanismos de participación público-privada por su complejidad aun no han dado los resultados esperados. Suponiendo que se alivianen los trámites, queda la incógnita de si son el instrumento más idóneo para resolver ese desafío.

A falta de alternativas y siendo realistas, propusimos usar la capacidad del Estado para endeudarse a largo plazo aprovechando las bajas tasas de interés a través de un vehículo especial fruto de un acuerdo político amplio, con el cometido de financiar y administrar la ejecución de las obras. Existe institucionalidad que puede adaptarse a ese cometido si hay voluntad política para hacerlo.

Después de años de brega sobre la importancia del marco externo, hoy existe consenso sobre su importancia en nuestro crecimiento. Más aún, la región aledaña comenzó a perder relevancia relativa como mercado, dándole paso a China como hegemon comercial omnipotente de nuestro país y nuestro continente. Argentina y Brasil hoy se posicionan en fase creciente como nuestros demandantes más importantes de servicios (turismo) en detrimento del comercio de bienes. Y está bien que así sea, pues ahí es donde se afincan nuestras reales ventajas comparativas a lo que se agrega el beneficio de la reducción de la dependencia con el ciclo económico de esos países.

En la práctica, implica un cambio en nuestra estrategia comercial externa. El Mercosur como espacio comercial pasa a segundo plano, siendo el resto del mundo y China en particular nuestro foco de atención futuro. En esto último se acaban de dar pasos en la dirección correcta, lo cual no implica que todo esté resuelto. Pero lo importante es que las partes muestran voluntad política en avanzar culminando en un TLC. Entre esa meta que debe sortear escollos importantes con un vecindario que nos mira con recelo y nuestras necesidades, hay espacio para avances significativos que no podemos desaprovechar. La actividad agropecuaria encontró en ese mercado una frontera de expansión inesperada y sin límites. Aunque todo parece continuar en esa dirección, hay ya competidores como Australia y Nueva Zelanda que incursionan en ese mercado con preferencias de acceso mejores. Y Argentina y Brasil seguramente buscarán transitar esa misma senda.

Por tanto, sin abandonar el objetivo final de un TLC con China, es posible allanar camino consolidando las corrientes comerciales actuales de origen agropecuario tanto sea en los volúmenes, espectro de productos y sus condiciones de acceso. Olvidarlo puede dejarnos fuera de mercado, lo cual lesionaría una alternativa genuina de crecimiento.

CARLOS STENERI

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