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El Inefop que nos merecemos

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

Hechos que ocurrieron días atrás me obligan a retomar desde estas páginas el tema Inefop.

Me refiero a la aparición de sus estados financieros a 2018, el informe de auditoría independiente que realizó CPA Ferrere y el análisis de gestión que hizo el Programa de TV Santo y Seña. Ello transparentó una contabilidad crecientemente deficitaria, acciones que derivaron a la justicia penal, deudas incobrables que se pretendieron reconocer como activos y la visión de autoridades que se desdicen o esquivan sus obligaciones. Además, un Estado que acumula el incumplimiento de sus aportes y una burocracia que no puede satisfacer las expectativas de proveedores y beneficiarios. Al considerar que estos últimos son ciudadanos que buscan mejorar su empleabilidad, queda comprometida una responsabilidad institucional frente a toda la sociedad.

Las reacciones públicas no se hicieron esperar; surgieron críticas, reproches y fuertes cuestionamientos sobre la necesidad de contar con esta organización, pero lo más desalentador durante ese debate fue constatar la indiferencia respecto de lo que está en juego.

No aquilatar los aprendizajes adquiridos desde 1992, no hará otra cosa que profundizar la confusión instalada. A su vez, frívolo es que la inmediatez nos sumerja, sin una previa y rigurosa contextualización, a retocar su perfil y misión, cambiar sus objetivos, reformular prioridades y estructura de gestión. El meollo es, nada más ni nada menos, que el país pueda contar con un soporte institucional que asegure el desarrollo de nuestro capital humano en el marco de la cuarta revolución industrial. Ese es el cometido que está llamado a cumplir el Inefop: garantizarle a quienes trabajan y/o buscan trabajo un aprendizaje a lo largo de la vida a fin de puedan adquirir competencias, perfeccionarlas y reciclarse profesionalmente.

Estoy hablando de brindarle a los uruguayos los saberes que les permitirán aprovechar las oportunidades como trabajadores o emprendedores, según su libre y legítima opción de vida. El dinamismo que impone la nueva economía hace que constantemente surjan empresas nuevas, que otras muten o desaparezcan; la protección social debe centrarse entonces en afianzar aquellos intangibles que diferencian y dan certezas, esos que las personas portarán con independencia de su situación laboral y están vinculados con el conocimiento.

¿En qué otro ámbito que no sea el Inefop esperan los empleadores resolver el déficit de una fuerza de trabajo adecuadamente formada? ¿Qué mejores armas podría ofrecer a los trabajadores el Pit Cnt que no sean calificaciones de calidad? ¿Desde qué plataforma se va auxiliar el actual malón de desempleados con mínima educación o la población joven carente de cultura de trabajo y desertora de la enseñanza media?

Ahora bien, ¿qué incidencia tienen los sectores exportadores en las decisiones estratégicas que ha venido adoptando la organización? ¿Quienes representan al sector privado en ese directorio, funcionan coordinadamente como un brazo ejecutor y asesor de la Confederación de Cámaras Empresariales? ¿Hasta qué punto la desconfianza que ésta mantiene hacia el gobierno no es lo que genera su notoria lejanía? ¿La acción del Pit Cnt no ha estado más orientada hacia el interés de los sindicatos poderosos que en socorrer las personas que la pelean para no engrosar el 10% de desempleo? ¿Qué tan adecuado es afectar fondos —que el contribuyente aporta para capacitación— para formar gente en negociación y relaciones laborales? ¿No sería más apropiado destinar recursos para el salvataje de trabajadores que al de empresas amigas notoriamente fundidas?

Hay madurez ya para saber distinguir el Hábito del buen Monje y durante estos 15 años siguen sin resolverse pilares vinculados con:

• La prospectiva para proyectar demanda y prevenir el cambio tecnológico y en la organización del trabajo. ¿Es esa la función que quiere cumplir el observatorio del MTSS?
• La construcción y validación de perfiles ocupacionales para orientar la oferta de formación, la evaluación y certificación de competencias. ¿Cuánto de esto está efectivamente disponible —sin ser papers— para sectores, empresas y trabajadores?
• Una formación que metodológicamente articule instituciones y empresas. ¿No sigue primando la oferta preexistente y desde el aula?
• La certificación de competencias para acreditar desempeños cognitivos. ¿No llegó el momento de resolver la contienda MTSS / CETP-UTU y darle, al igual que en el primer mundo, también participación a las Cámaras Empresariales?
• El monitoreo y evaluación de impacto de las políticas. ¿Es una encuesta que recaba la conformidad de los beneficiarios suficiente indicador de calidad de las políticas implementadas?

Con miras al Siglo XXI, pesa sobre los hombros del Inefop una responsabilidad enorme; es el basamento donde se asientan las posibilidades de mejora de productividad de la economía y de inclusión social sustentable. Es hora de revisar las prácticas que fueron funcionales a otros modelos de mercado y que hoy sólo sirven para mantener el status quo de los Directores y funcionarios. En este análisis, me resulta incontenible no prever las conclusiones a las que arribará el lector al rememorar la frase de Winston Churchill: “El político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones y no en las próximas elecciones”.

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