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La industria manufacturera destruyó 1.700 puestos de trabajo en 2014

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Cr. Sebastián Pérez. Foto: Archivo El País
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ARIEL COLMEGNA

El tipo de cambio sigue generando graves problemas de competitividad en el mercado doméstico y en el externo.

La industria manufacturera registró en 2014 el primer dato negativo anual desde la crisis global de 2008, de acuerdo con las estimaciones de la Cámara de Industrias que excluyen la actividad de la refinería de Ancap y de las zonas francas.

El Director de Estudios Económicos de dicha gremial, Cr. Sebastián Pérez, explicó que de acuerdo con la metodología que aplica ese centro de investigación, la industria manufacturera cayó medio punto porcentual el año pasado. De la misma forma, se perdieron unos 1.700 puestos de trabajo, en una tendencia que ya lleva tres años.

Sin embargo, los empresarios siguen invirtiendo, buscando a través de nuevas tecnologías reducir sus costos. En 2014, la inversión en maquinaria y equipos creció 8% frente al año anterior. El Cr. Pérez asume los problemas de competitividad como el gran mojón a superar, y el tipo de cambio como la principal amenaza que hoy enfrenta la industria, tanto en el mercado externo como en la plaza local. A continuación, un resumen de la entrevista.

—La actividad de la industria manufacturera en 2014 creció 1,1% en el pasado año (ver análisis en páginas 7 y 8). ¿Este dato está dentro de lo esperado?

—Claramente. Un número que queda bastante influenciado por la actividad de la empresa Montes del Plata que comenzó a mediados del pasado año. Nosotros estimamos el comportamiento de la industria excluyendo la refinería de petróleo y las fábricas de pulpa de celulosa de las zonas francas, así como la rama de alimentos procesados donde destacan los concentrados de Pepsico.

De esa forma, nuestro análisis nos muestra una caída de medio punto en 2014. Se confirma como un escenario de estancamiento en materia de volumen físico producido, con una leve tendencia hacia la desaceleración. En 2013, con el mismo sistema de cálculo, la actividad industrial tuvo una suba en torno a un punto porcentual. El de 2014 es el primer dato negativo desde 2008-2009, aunque ya se iban notando tasas de crecimiento menores cada año.

Perspectivas.

—¿Qué perspectivas vislumbra para la industria en 2015?

— Un crecimiento muy moderado, que estará entre el 0 y el 1,5%, sin considerar las zonas francas y la refinería. En forma global, podría llegar a ser un punto más de crecimiento.

En materia de empleo, se van a seguir destruyendo puestos de trabajo, no a tasas elevadas, pero sí caídas de entre medio y un punto porcentual para 2015.

En materia de inversión productiva, se seguirá observando una desaceleración, pero va a seguir creciendo, porque es la única vía que tiene el empresario para mantenerse en carrera. Como el costo del crédito está relativamente bajo y es accesible y, al mismo tiempo los importados son más baratos y por ese lado puede ser tentador traer nueva tecnología y maquinarias para la industria. Pero creemos que se va a seguir desacelerando.

Estamos produciendo más o menos lo mismo que en los dos o tres últimos años, hay capacidad ociosa en las empresas y en ese contexto no es una buena ecuación seguir invirtiendo a las mismas tasas.

Competitividad.

—¿Cuál es a su juicio, el principal problema por el que atraviesa el sector?

—Indudablememente la competitividad y su correlato en los costos de producción. Como consecuencia, en 2014 Uruguay tuvo un desempeño magro en sus exportaciones, particularmente afectadas las manufacturas de origen industrial. Globalmente, sin zonas francas, las exportaciones terminaron el año prácticamente estancadas. En el caso de las industriales tuvieron un punto de crecimiento, y si dividimos las de origen agropecuario de las manufacturas como el caucho, plásticos, químicos, automotriz y autopartes, medicamentos, etc., que básicamente tienen destino en a la región, estas últimas tuvieron una caída del 5%. Es más, la tendencia de los últimos meses, incluyendo los dos primeros de 2015, muestra que el desempeño de las exportaciones es declinante.

—Los exportadores lo sufren directamente...

—Para los sectores que tienen buenos precios internacionales, especialmente commodities, la debilidad del tipo de cambio se puede ver compensada por los altos precios de exportación. Para los demás sectores, que son más intensivos en mano de obra y venden a la región, el desalineamiento cambiario, particularmente con respecto a nuestros principales socios regionales, no hay forma de compensarlo. Argentina y Brasil tienen una demanda debilitada, y si a eso le sumamos el tipo de cambio, nos dejan fuera de mercado en varios sectores o con márgenes muy bajos.

—Pero los problemas también se observan en el mercado interno…

—Exacto, y por las mismas razones. Argentina y Brasil están muy competitivos respecto a Uruguay. Si bien hubo una adecuación de la cotización del dólar en el primer semestre, perdimos pie en el segundo y esa tendencia parece seguir. En los últimos trimestres del año pasado ya se observaba un estancamiento e inclusive caída en algunas ramas que trabajan para el mercado local.

Se trata de un mundo muy heterogéneo de empresas, disperso en muchos sectores, pero que van teniendo cada vez más dificultades. Si bien el consumo interno sigue creciendo, aunque a menores tasas, lo hace más en base a productos importados que nacionales.

Rivalidad.

—¿La competencia argentina es el gran enemigo?

—Son dos los principales componentes que actúan en ese terreno: Argentina, con precios distorsionados y una competitividad artificial a partir de precios de energía subsidiados, etc., y la competencia de China, un problema ya más estructural, muy difícil de superar para muchos sectores.

Si bien esto ya tiene larga data, el atraso cambiario hace que el proceso de deterioro sea más rápido, más agresivo, dando menos tiempo a las empresas a adaptar su estructura productiva o cambiar el foco, buscando nuevos nichos.

—Pero competitividad no es solo tipo de cambio…

—Es cierto, pero para la industria es uno de los temas más importantes. Es una variable que es muy directa, que influye rápidamente.

Los equilibrios macroeconómicos son condición necesaria para el desarrollo industrial y el desalineamiento cambiario responde a problemas macroeconómicos.

Todos los demás aspectos son cuestiones micro, mucho más lentas de modificar, donde ha habido cambios pero si se miran indicadores internacionales, estamos a media tabla. El gobierno muchas veces destaca los cambios en reforma tributaria, promoción de inversiones, ley de quiebras, etc. que van en una orientación adecuada, pero la comparación no debe hacerse solo con nosotros mismos, sino ver cómo avanzan los demás. Y en esa carrera seguimos más o menos en el mismo lugar, según muestran los indicadores internacionales sobre clima de negocios.

Es algo que desde la industria se venía anunciando, que cuando las circunstancias fueran menos favorables, tener un esquema bastante rígido en materia de empleo, salarial, de la regulación de los negocios en general, iba a hacer mucho más complejo responder ante un escenario cambiante a nivel internacional. Hoy por hoy se está notando.

Se está haciendo cuesta arriba porque no hay mucha flexibilidad para introducir cambios en las empresas, para que puedan adecuar su estructura productiva a efectos de sortear una crisis que puede ser temporal o simplemente para mejorar la productividad, entonces ante las dificultades terminan en un régimen concursal o cerrando, como tenemos ejemplos recientes, incluso de industrias relativamente grandes para la escala uruguaya.

También empresas multinacionales que levantan sus operaciones en Uruguay, por ejemplo. Esos casos son cada vez más recurrentes y probablemente los sigamos viendo en el futuro próximo.

Empleo a la baja.

—¿El estancamiento productivo del que hablaba ha generado un ajuste por la vía del empleo?

—Es exacto. Tenemos una caída de 5,2 puntos porcentuales en los últimos tres años en los puestos de trabajo de la industria. Eso representa entre 7 y 9 mil empleos en el sector. En el entorno de los 1.700 puestos durante 2014.

La caída del empleo en la industria manufacturera viene siendo una constante. Si bien en 2014 fue menor, con una reducción de 1,1%, en 2013 fue de 1,2% y de 2,8% en 2012. Tengamos en cuenta que considerando todas las empresas, incluso los cuentapropistas y estimando los informales, la industria tiene unos 195 mil trabajadores.

—Otro tema no menor es que también ha ido bajando la representatividad del sector dentro del producto interno bruto...

—Eso es así, si no consideramos las zonas francas. En caso de tomarlas en cuenta, con casos como el de UPM o Montes del Plata, es diferente. Esa realidad que usted plantea se generó especialmente en los últimos 4 o 5 años, porque hasta 2008 veníamos con altas tasas de crecimiento; desde allí comenzó a distanciarse el crecimiento de la industria del de la economía en su conjunto, suceso esperable en un escenario de mayor desequilibrio del tipo de cambio.

Igualmente, debemos destacar que la industria sigue siendo uno de los sectores más relevantes de la economía, que más encadenamiento tiene con el resto de los sectores, con una vasta inserción territorial dentro del país y que paga mejores salarios, contratante de personas con los más diversos niveles de calificación, desde un obrero no calificado hasta un profesional doctorado.

Como referencia de su importancia en la generación de valor, anualmente la industria paga más de 2.500 millones de dólares en remuneraciones a sus empleados y fazoneros, sin contar la mano de obra indirecta de los proveedores de la industria; y en el entorno de 500 millones de dólares se destinan a impuestos directos, incluyendo los aportes patronales a la seguridad social, el impuesto a la renta y también el impuesto al patrimonio.

La inversión en maquinaria siguió creciendo pese al estancamiento

—¿Qué puede hacer el empresario por sí mismo para superar esta situación?

—Si las condiciones del entorno son razonables, la mayor fuente de mejora de la productividad de las empresas está en el propio establecimiento. Básicamente se trata de invertir, especialmente en tecnología, y en eso la industria uruguaya ha tenido un destacado comportamiento. Aún en este entorno de estancamiento y caída del empleo estimamos que la inversión en maquinaria creció 8% en 2014, según el Índice de Inversión en Maquinaria y Equipos que elaboramos en la Cámara de Industrias del Uruguay. El empresario tiene la responsabilidad de abaratar costos, mejorar en eficiencia y productividad, y el más rápido camino para ello es la inversión, en maquinarias y en el capital humano.

Claro está, siempre que el negocio "cierre", o sea cuando hay un retorno esperado para el futuro por encima del repago de la inversión. Además, debe propender a introducir innovaciones en los procesos de producción y en los productos que fabrica, así como en la cadena de abastecimiento. El otro camino que los empresarios exploran es la búsqueda de nuevos mercados y nuevas alternativas de negocios, que en un contexto de costos poco competitivos como el actual se hace muy difícil.

—Los problemas por los que atraviesa la industria manufacturera no son comunes a todo el sector…

—Cierto. Tenemos por un lado la industria que procesa recursos naturales, que crece, moderadamente, pero está perdiendo terreno respecto a otros países, porque tenemos aranceles, cuotas, restricciones, y en esa materia Uruguay está mucho menos activo que sus competidores para intentar abatirlas. Eso nos lleva a perder competitividad por problemas de acceso, principalmente en los países desarrollados. Un claro ejemplo es la distancia que nos sacan Australia y Nueva Zelanda con la firma de acuerdos comerciales. Por ese lado estamos perdiendo oportunidades y eso será así mientras no seamos más activos. Por otra parte, hay otro grupo de ramas que dirige su producción principalmente a la región y para las cuales el mercado interno es bastante importante, industrias que generalmente procesan insumos importados, intensivas en el uso de la admisión temporaria. Esas empresas tienen menos condiciones de competitividad en el exterior, ya no por la vía arancelaria, sino por cuestiones de lejanía, escala, innovación, o el hecho de no estar insertos en cadenas globales de valor. Aquí lo que más incide es que nuestros socios comerciales no estén teniendo condiciones de comercio más libres.

Es imposible olvidarse de Argentina como destino comercial natural

—En marzo de 2013, en una reunión con empresarios, el entonces Ministro de Economía Fernando Lorenzo, dijo "olvídense de Argentina para exportar". ¿Está vigente esa frase?

—Cuando el entonces ministro lo dijo suponemos lo hizo como un vaticinio, y en realidad auguraba lo que podía pasar con la política que tenía y lamentablemente, hoy sigue teniendo Argentina. Pero por otro lado, para el industrial uruguayo olvidarse de Argentina es imposible. Por dos razones, en primer lugar porque es el destino natural de sus exportaciones, tenemos lazos naturales e históricos, como proveedores de cercanía siempre vamos a tener oportunidades, y porque además, tenemos firmado un acuerdo, que nos liga en el Mercosur. En segundo lugar porque es un competidor relevante tanto en el mercado interno como en terceros mercados, particularmente en Brasil.

—Lo cierto es que las restricciones se siguieron dando...

—Es verdad, y Argentina tendrá sus razones para llevar adelante su política y restringir las exportaciones del mundo y entre ellas las de Uruguay, pero resulta injusto que, mientras tanto, nosotros importemos de dicho país sin ninguna dificultad. Y de eso no se trata el comercio internacional La balanza comercial es totalmente deficitaria, tanto en bienes como servicios. Con esta diferencia cambiaria, el argumento muy utilizado habitualmente de que la desventaja en bienes se balanceaba por el lado de servicios ya no es así. La dinámica del comercio entre los países apunta a esquemas de ganar-ganar y esa regla, con Argentina, no se cumple.

—¿Cómo deberíamos plantearnos entonces el relacionamiento con los vecinos?

—Quizá no se trata de olvidarse de Argentina, sino que, teniendo en cuenta su política de desarrollo actual, es necesario trazar una estrategia, consensuada —que hoy el país no tiene— de cuál es el nuevo modelo de inserción internacional que debemos adoptar. Hay que negociar flexibilidades que nos permitan llegar a otros mercados, porque si tenemos los problemas actuales con nuestros socios comerciales, pero además no avanzamos en la consolidación de otros acuerdos, nos estamos cercenando a nosotros mismos la posibilidad de crecer. Uruguay necesita buscar nuevos socios, explorar otras oportunidades, abrirse a los acuerdos de libre comercio que hoy rigen el intercambio mundial, del que no podemos quedar fuera. Es imposible pensar en que el país siga creciendo si no contamos con mayores posibilidades de vender nuestros productos al mundo.

Ficha técnica.

Sebastián Pérez es Contador Público egresado de la UdelaR. Realizó cursos de posgrado en Economía en la misma universidad y en Finanzas en la Universidad de Montevideo. Obtuvo un Máster en Integración y Comercio Internacional en la Universidad de Montevideo. Es Asesor Económico y Director de Estudios Económicos de la Cámara de Industrias del Uruguay. Socio fundador de Elesé Soluciones Empresariales. Docente de Política Industrial en el Máster en Integración y Comercio Internacional de la UM.

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