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Los indicadores de una situación en deterioro

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Foto: Pixabay

OPINIÓN

Mes a mes, con cada publicación de cifras oficiales, los indicadores dan cuenta del deterioro de las condiciones económicas imperantes.

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Dos semanas atrás, se conoció el PIB del primer trimestre que, en su medición estadística, mostró una reducción de 0,2% frente al año previo, lo que, en los hechos, seguramente esté significando una caída superior al 1%, dado el peso de las telecomunicaciones en el cómputo global, tal como he intentado explicar desde esta columna desde hace ya casi 3 años.

En la variación interanual, desde la perspectiva de la oferta, no crecen las actividades primarias pese a la excepcional campaña de verano, cae la industria, la construcción, el comercio restaurantes y hoteles, el transporte, el almacenamiento, al igual que las “otras actividades”. Sólo crece la generación de energía eléctrica y las telecomunicaciones. Mirado por la demanda, se contraen las exportaciones e importaciones, la inversión y el consumo privado y, únicamente aumenta la inversión y el consumo público.

Largo estancamieto
Si analizamos el PIB midiéndolo en años móviles y valores constantes, tenemos el marco para una verdadera perspectiva de las cosas. Desde el 2012 a la fecha, el PIB —sin considerar telecomunicaciones— apenas creció 6,8% (1,1% anual) e, incorporando dicho sector, el crecimiento fue de 2,3% anual. Mi estimación es de un aumento efectivo entre 1,4 y 1,6% anual. Si la base la ponemos en 2014, el PIB casi no se expande, sólo 0,4% en los 17 trimestres (menos de 0,1% anual) si excluimos las telecomunicaciones y 6,7% (1,5% anual) si tomamos a éstas en su ponderación oficial. En base a estas cifras y su peso, estimo que el aumento de la actividad global apenas si sobrepasa el 0,6% anual en los últimos 4 años.

Mirado por sectores de oferta y tomando como base el 2012, año donde podría decirse que comenzó el fin de los precios de exportación exorbitantes (1), llegamos al año culminado en el primer trimestre de 2019 con una actividad primaria que en los 25 trimestres creció sólo 2,1%; la industria, básicamente explicado por el ingreso de Montes del Plata y la ampliación de la capacidad en UPM, se expandió 10,2% (2), el comercio 4%, las “otras actividades” 7,7% y la construcción se contrajo 10,7% en ese período. Las telecomunicaciones aumentaron 88%.

En buen romance, excepción hecha de la mayor disponibilidad de servicios de telecomunicaciones, la economía está estancada desde hace 4 años y, seguramente, completará un quinquenio en esa situación a fin del 2019; en tanto, en los 7 años siguientes al 2012, apenas si crecerá al 1% anual, muy por debajo de la media histórica (3).

Las importaciones de maquinarias y equipos de inversión del sector privado, medidas en años móviles y dólares nominales, están a niveles del setiembre-octubre de 2008; algo parecido pasa con la importación de equipos de transporte, su nivel en abril de 2019 fue similar al de abril de 2008.

El núcleo industrial sigue contrayéndose a tasas altas, 4,7% durante el primer trimestre, destruyendo empleo. Dado lo anterior, poco puede llamar la atención que el empleo privado hizo su pico en 2012, tuvo altibajos hasta el 2014, pero luego comenzó a caer, tendencia que perdura hasta hoy. Tampoco puede causar sorpresa que el déficit fiscal crezca porque la recaudación cae y la política ha sido el aumento permanente del gasto público a una tasa que, si bien se moderó en los últimos años, de todas maneras “no se enteró” que la economía no crecía. Algo parecido se quiso hacer con los salarios y el resultado fue la caída en el empleo que compensó lo anterior y mantuvo la masa salarial en línea con el comportamiento de la economía en su conjunto.

Veamos lo positivo
Con este largo período de estancamiento, sería razonable que la economía se encuentre alejada de su frontera de posibilidades de producción, es decir, debe tener capacidad ociosa, con lo que sería posible crecer rápidamente si las condiciones para la inversión y el riesgo resultan adecuadas. Por tanto, habrá que poner el énfasis en restaurar las condiciones de estabilidad macroeconómica, respeto de las reglas del juego y los derechos de propiedad, para que la confianza del inversor retorne y el cálculo económico sea más fácil de realizar, lo que puede traducirse en una recuperación razonablemente importante.

A su vez, el mundo sigue creciendo; la nota destacada es la enorme creación de empleo pese a los cada día más asombrosos procesos de robotización de actividades. Las perspectivas de que la tasa de interés real continúe siendo prácticamente nula, cuando no negativa, vuelve a otorgarnos espacio (tiempo) para hacer las necesarias correcciones sin mayores urgencias financieras de corto plazo, a menos que de aquí a un año se cometan macanas grandes. Argentina debería comenzar a mostrar mejores cifras, pero allí la incertidumbre política es demasiado grande como para esperar algo muy positivo, al menos por el resto del año.

Los desequilibrios acumulados son grandes y los tiempos de resolución no muy largos, pero el entorno sigue dando una oportunidad de ordenar la casa de forma planificada y bajo control de quien lo hace. Para ello, hay que tomar medidas que son poco simpáticas, pero como la evidencia empírica enseña, son necesarias para evitar males mayores y resultan poca cosa frente a la alternativa de que “el control” lo tome el mercado.

(1) De todas maneras, para Uruguay los precios de exportación se mantuvieron estables en su máximo hasta septiembre de 2014.
(2) La producción industrial sin considerar el complejo celulósico, está a niveles del primer semestre de 2011, 8 años de estancamiento en un mundo que no ha parado de crecer.
(3) 3,3% anual es el promedio desde el retorno a la democracia.

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