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Indicadores de adelanto muestran que la economía siguió creciendo en el tercer trimestre

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Foto: Getty Images

TEMA DE ANÀLISIS

En agosto las ventas de energía industrial y combustible vinculado a la producción agrícola llegaron a niveles superiores al inicio de la pandemia. Otro tanto ocurrió con la recaudación de DGI.

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La economía retomó su senda de recuperación, previamente interrumpida en los primeros meses del año ante el impacto del turismo, y creció un 0,9% en el segundo trimestre. Si bien existía cierto consenso de que la economía crecería nuevamente, el dato estuvo por encima de lo proyectado por la mayoría de los analistas, en especial considerando que durante el segundo trimestre el país sufrió la peor cara de la pandemia desde el punto de vista sanitario.

La recuperación continúa influenciada por la construcción de la tercera planta de celulosa y sus obras asociadas (ej. Ferrocarril Central), así como por el desempeño récord de las exportaciones de bienes, en particular la carne y la madera. La inversión no solo creció un 32% en términos interanuales (en parte por la baja base de comparación, ya que el segundo trimestre de 2020 fue el peor en términos de actividad económica) sino que se ubicó en su máximo nivel desde al menos el año 2016, un 16% por encima del segundo trimestre de 2019. A su vez, el sector de la construcción creció un 9% en relación a 2019 y se ubicó en su nivel más alto desde el año 2016.
Las exportaciones de bienes y servicios, que se mantienen aún afectadas negativamente por el impacto del turismo, crecieron un 24% en términos interanuales y se ubicaron solamente un 4% por debajo del nivel de 2019.

El buen desempeño del sector agroexportador ha influenciado positivamente al sector industrial, que representa cerca del 13% del PIB total. Durante el segundo trimestre, el PIB de las industrias manufactureras se ubicó un 2% por encima del nivel de 2019, con una fuerte incidencia de la industria frigorífica, que creció un 41% en términos interanuales y un 18% frente a 2019.

Los sectores más afectados durante el segundo trimestre continuaban siendo los más vinculados a la movilidad y las restricciones. Los sectores de salud, educación y otros servicios, que explican casi un cuarto del PIB, se mantenían un 6% por debajo del nivel de 2019 similar a lo que ocurría con los sectores de transporte y comunicaciones.

Además de la recuperación algo más optimista que lo previsto en el segundo trimestre, la mayoría de los indicadores económicos adelantados confirmarían que la recuperación y el dinamismo de la economía habrían continuado durante el tercero. En agosto, las ventas de energía industrial crecieron un 3% frente al segundo trimestre y se ubicaron un 6% por encima del nivel pre-pandemia, mientras que las de gasoil, vinculadas al sector agropecuario, se ubicaron un 5% por encima de dicho nivel. La venta de nafta, que estuvo fuertemente afectada en el segundo trimestre por la caída de la movilidad, creció un 11% en el tercer trimestre y se ubicó un 2% por encima del nivel pre-pandemia. Por último, la recaudación bruta real de la DGI creció algo más de un 1% frente al segundo trimestre y se ubicó un 3% por encima del nivel de 2019.

En este contexto, los analistas encuestados por el Banco Central han incrementado sus proyecciones de crecimiento para los próximos años. En 2021 esperan (en mediana) un crecimiento de 3,00% (+0,3% frente a lo previsto un mes atrás) mientras que para 2022 y 2023 se esperan crecimientos de 3,25% (+0,1%) y 2,92% (+0,1%). En términos anuales, el PIB alcanzaría el nivel pre-pandemia en 2022.

El escenario externo continúa siendo favorable para nuestra economía. Si bien la situación de nuestros vecinos es compleja, en particular de cara a la próxima temporada turística, los precios internacionales de nuestros productos de exportación se mantienen en su nivel más alto desde el último boom de los commodities. Los precios de los alimentos se ubican un 31% por encima del nivel de febrero 2020 y son 8% superiores al promedio de los años 2011-2013, mientras que el precio del petróleo, uno de los principales productos importados por nuestro país, aumentó un 24% frente al nivel pre-pandemia, pero se ubica un 28% por debajo del promedio 2011-2013, mejorando así nuestros términos de intercambio.

En el plano financiero, si bien la FED adelantó el comienzo del proceso de normalización monetaria y prevé ahora comenzar con la suba gradual de tasas de interés en 2022, el contexto continúa siendo de abundancia de liquidez global y tasas en niveles históricamente bajos, con el rendimiento del bono a 10 años de EE.UU. oscilando en torno al 1,5%. A su vez, el rendimiento que pagan los bonos uruguayos por encima del de EE.UU. (riesgo país) se mantiene cerca de los 135-140 puntos básicos, no solo por debajo del promedio de los últimos 15 años (225) sino que actualmente es el más bajo entre todos los países de Latinoamérica. El bajo costo de endeudamiento es clave, no solo para financiar el déficit fiscal, sino también para atraer flujos de inversión extranjera directa.

La mejora de las perspectivas económicas para el corto y mediano plazo no debe matizar la necesidad de avanzar y profundizar en las reformas estructurales que tiene por delante nuestro país. Se ha debatido sobre la importancia de mejorar nuestra inserción en los mercados internacionales, invertir en capital humano (educación y capacitación) y mejorar la eficiencia en la que el Estado provee sus servicios públicos. La agenda político-electoral, crecientemente enfocada en el referéndum que tendrá lugar el próximo año, marca que los tiempos para discutir y aprobar una reforma integral del sistema de seguridad social son cada vez más acotados.

Para ilustrar la relevancia que tiene el sistema de pensiones para nuestra economía, hemos analizado los factores que han contribuido a incrementar el déficit fiscal entre 2013 y agosto de 2021, desde 2,1% a 5,1%. Si bien gran parte del aumento del déficit responde a los gastos asociados al combate a la pandemia (1,6% del PIB), el gasto en pasividades ha aumentado sistemáticamente en la última década y explica casi la mitad del aumento del déficit fiscal (1,4% de 3,0%). La discrecionalidad para reducir el gasto en pasividades (+1,4%), Fonasa (+0,7%) y las remuneraciones del Estado (+0,7%) es limitada, —están garantizados en la Constitución o son rígidos a la baja en el corto plazo—, y ello es un fiel reflejo del deterioro de las cuentas públicas en los últimos años. El margen para continuar reduciendo el gasto en inversiones, que pasó de representar el 3,6% del PIB al 2,0%, parece haberse agotado y más allá de encontrar eficiencias en sectores del Estado que permitan reducir el gasto, en el mediano/largo plazo no existe otro camino que reformar el sistema de seguridad social, cuyo gasto representa más del 10% del PIB y aumenta a un ritmo promedio de 0,2% del producto por año.

(*) Nicolás Cichevski. Gerente del Área de Consultoría Económica de Grant Thornton Uruguay y Paraguay.

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