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Incrementar la productividad para aumentar la calidad de vida

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Productividad. Foto: Pixabay

OPINIÓN

Durante los últimos 50 años el ingreso per cápita de América Latina se ha mantenido en cerca del 20% del de Estados Unidos.

En el caso de Uruguay, este indicador ha permanecido en el orden del 40%, mientras que en Corea del Sur pasó de 7% a 67% durante este período ¿Qué explica la diferencia entre el pobre desempeño de Latinoamérica y casos de éxito como España y Corea del Sur?
El último Reporte de Economía y Desarrollo (RED) de CAF-banco de desarrollo de América Latina- ofrece una respuesta: la baja productividad. En “Instituciones para la Productividad: Hacia un Mejor Entorno Empresarial”, presentado recientemente en Montevideo, se analizan las causas de la reducida productividad en la región y en las instituciones que afectan el accionar de las empresas.

El análisis muestra que la baja productividad es generalizada en todos los sectores de la economía, lo que implica que las ganancias de reasignar recursos entre sectores para mejorar su desempeño son limitadas. Las razones para este fenómeno tienen que ver con la reducida productividad de las empresas formales, y con la informalidad. Esto lleva a plantear que para mejorar los resultados de las firmas en América Latina, es fundamental incidir en las instituciones, en particular en aquellas que impactan el entorno empresarial: competencia, empleo, acceso a insumos y cooperación entre compañías y financiamiento.
Varios indicadores muestran que el poder de mercado de las empresas en América Latina es mayor que en países de la OCDE, lo que implica mayores márgenes sobre precios que están asociados a su vez a menores crecimientos de la productividad. Para fomentar una mayor competencia en la región es necesario reducir las barreras a la entrada y salida de empresas, impulsar la formación de instituciones para defender la competencia y facilitar el comercio internacional.
Un factor que puede contribuir a mejoras en la productividad es el acceso a insumos de calidad y bajo costo, que además pueden implicar transferencias de tecnología y llevar a mejoras en los procesos productivos. De igual forma, la cooperación entre empresas en infraestructura común, en acciones conjuntas para la internacionalización, en la generación y difusión de conocimiento y en el relacionamiento con el Estado, pueden contribuir a importantes reducciones de costos. En esta dirección el comercio internacional y la integración son claves, así como la adecuada regulación de servicios públicos y los encadenamientos productivos a través de clústeres y cadenas de valor.

En Latinoamérica, la alta informalidad en el mercado laboral y el reducido tamaño de las empresas atentan contra el crecimiento de la productividad laboral en la medida en que dificultan la acumulación de habilidades por parte de los trabajadores. Adicionalmente, la brecha de género en el mercado de trabajo también limita el potencial de incrementar la productividad.
Una encuesta realizada por CAF en las principales ciudades de América Latina muestra que 4 de cada 10 trabajadores consideran que su calificación no está acorde con su puesto de trabajo, mientras que apenas un 33% de los desempleados utilizan a empresas de colocación o avisos de empleo para buscar trabajo.
Desde el punto de vista de las políticas públicas, las mismas deberían enfocarse en balancear la protección a los trabajadores con la facilitación de su tránsito hacia empleos productivos. Los gobiernos pueden contribuir a una mejor alineación entre puestos de trabajo y trabajadores a través de servicios públicos de empleo y políticas de formación y de primer empleo a jóvenes, que mejoren sus habilidades y sus posibilidades de empleo formal en el mediano y largo plazo.
Con respecto al financiamiento, América Latina se caracteriza por sus bajos niveles de crédito domestico cuando se compara con países de la OCDE y por el reducido acceso de las empresas a servicios financieros a la medida de sus necesidades.
Varias políticas públicas pueden incidir positivamente en la intermediación financiera, por ejemplo, el mejoramiento de los procesos de quiebra empresarial que reduzcan los tiempos y los costos, y que contribuyan a mejorar los procesos de crédito. Por otra parte, mecanismos de financiamiento innovadores para emprendedores y el uso de tecnologías para canalizar recursos financieros pueden ayudar a reducir las limitaciones de financiamiento que enfrentan las empresas.
En Uruguay, CAF contribuye a fortalecer las instituciones para la productividad a través de programas y proyectos diversos que mejoran la logística y reducen los costos de transporte, como por ejemplo, los proyectos de Participación Público Privada para suplir infraestructura de calidad. También se apoyan diversos programas para fortalecer el mercado laboral, como la formación dual, que prepara a estudiantes de secundaria para el mercado laboral y el fortalecimiento del sistema educativo en general. En materia de financiamiento, además de proveer recursos financieros para proyectos privados de alto impacto, la CAF proporciona líneas de crédito a la banca local para apoyar a empresas, especialmente a PYMES. Se financian varias iniciativas para favorecer clústeres, especialmente a nivel agroindustrial.

Mejorar la productividad requiere diálogo y consensos que permitan implementar políticas públicas que impacten positivamente en las instituciones que afectan al entorno empresarial y a los trabajadores. Las ganancias en productividad redundan en mejores empleos y mayores niveles de ingreso para la población en general, y fortalecen las bases para el crecimiento económico de largo plazo y el mejoramiento de la calidad de vida.
(*) Director representante de CAF en Uruguay

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