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Ignorancia ideología e intereses

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Foto: Pixabay

Opinión

La política comercial de un país engloba un conjunto de instrumentos que, según cómo se utilicen, pueden llegar a distorsionar severamente la relación entre los diferentes precios internacionales.

Entre esos instrumentos están los aranceles a la importación, las detracciones o retenciones sobre la exportación, las restricciones cuantitativas sobre las importaciones, ya sea mediante cupos o por prohibiciones lisas y llanas de importar. Fuera de la política comercial, en la política cambiaria, hay otro instrumento que tiene consecuencias similares: los tipos de cambio múltiples.

En nuestro país, a mediados del siglo pasado fue abundante el uso de esos instrumentos, con el propósito deliberado de distorsionar la relación internacional de precios al ser internalizada al país. Se castigaba a la exportación para "proteger" (en realidad "privilegiar") industrias sin perspectivas. El resultado es conocido y fue el estancamiento de nuestra economía por muchos años.

Va de nuevo.

Cuando era difícil imaginar que alguien repetiría aquellos errores, el Kirchnerismo lo hizo y, razonablemente, obtuvo los mismos resultados. El actual gobierno argentino, a poco de asumir, comenzó a desfacer entuertos y terminó con casi todo aquello, excepto las retenciones sobre las exportaciones, para las que estableció un cronograma de disminuciones (del tipo "sin prisa, pero sin pausa") que todavía está vigente.

Lo sucedido con el agro argentino como consecuencia de aquella horrible política comercial es bien conocido, con el desplome de la producción y la caída de Argentina en el ranking de los principales países exportadores de algunos de esos bienes. Y también se sabe lo que sucedió de este lado del charco, con un boom de producción cuya piedra de toque fue en parte la llegada de productores argentinos.

Las nuevas políticas muestran resultados alentadores y la producción argentina se recupera firmemente.

Llegados a este punto, viene la crisis cambiaria en Argentina y con ella, el rápido planteo de volver a medidas kirchneristas: interrumpir la caída en las tasas de las retenciones, imponer un tipo de cambio diferencial para el turismo. Quienes eso impulsan, imaginan que la suspensión del cronograma referido a las retenciones dará lugar a mayor recaudación de ese tributo y quienes pretender implantar nuevamente el "dólar turismo" esperan con ello frenar los viajes al exterior.

Más allá que en lo inmediato algo de eso puede ocurrir, unos y otros olvidan los efectos que esas medidas distorsivas producirían. En el caso de las retenciones, es claro que la señal que se enviaría a los productores consistiría en una nueva ruptura de las reglas de juego y su resultado sería "desensillar hasta que aclare", frenando el impulso hacia una mayor producción. Y con el dólar turismo, los argentinos —que son expertos en hacer y eludir macanas— rápidamente encontrarían como zafar de él, por ejemplo, contratando sus viajes desde Montevideo.

Un aspecto interesante de todo esto consiste en saber desde dónde vienen las propuestas. Y me importa especialmente considerar el primer caso, porque viene… desde el FMI. Es insólito que desde este organismo no sea vea la totalidad de la película (los efectos económicos de la medida propuesta) y se queden con apenas una foto, y equivocada: la recaudación de los impuestos no evoluciona como en una regla de tres simple, subiendo o bajando proporcionalmente con las subidas y bajadas de las tasas. A veces en el Fondo no piensan como economistas…

¿Y por casa?

Al hablar de retenciones sobre las exportaciones, es inevitable recordar la ley impulsada por el ministro Alfie en el final de la presidencia de Batlle, por la cual se eliminó la facultad del Poder Ejecutivo de disponer aumentos por decreto. No conocemos la historia no vivida, pero tengo la impresión de que esa ley fue clave en los años recientes de viento de cola y altos precios de exportación.

Mientras tanto, desde hace unos meses, se observa a los frigoríficos moviéndose para impulsar la prohibición de la exportación de terneros. Y, nuevamente, sólo se ven los efectos inmediatos de una política, pero no se ven o no se quieren ver los efectos mediatos. Con la libre exportación de terneros se generan incentivos en los productores para producir más terner os.

La libertad en el funcionamiento de los mercados es clave para la mejor asignación de recursos en la economía y es la mejor garantía para los diferentes participantes en el proceso de producción. Así como la libre exportación de terneros (y de ganado en pie, en general) es un "seguro" para el productor, la libre importación de carne (como rige hoy en nuestro país y se ve en carnicerías y supermercados) es una garantía para el consumidor.

Las malas políticas, como las que hemos referido (restricciones a las exportaciones y a las importaciones, tipos de cambio diferenciales) suelen deberse al menos a una de tres razones, las "tres íes" de las malas políticas, por parte de quienes las impulsan: la ignorancia de sus efectos económicos; ideologías retrógradas, promotoras de políticas propias del pasado, que han quedado obsoletas por sus fracasos; y (nunca hay que subestimar esto) los intereses creados.

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