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Habrá desafíos considerables para el próximo presidente

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Foto: Pixabay

Opinión

Si bien en términos cuantitativos estamos felizmente lejos de la situación argentina, ello no es tan así si, en cambio, vemos ambas realidades en términos cualitativos.

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Más precisamente, encuentro algunas lecciones a tener presentes en el Uruguay de 2020-2025, a partir de lo sucedido en Argentina en 2016-2019.
Se trata de lecciones que el próximo gobierno uruguayo debe tener en cuenta (en realidad, todo el sistema político) y muy en particular, nuestro próximo presidente, venga de donde venga, desde el actual gobierno o desde la actual oposición.

Primero, la magnitud de los desafíos (en realidad u201cproblemasu201d, u201criesgosu201d y u201casignaturas pendientesu201d) es tan grande que creo que el próximo presidente debe ir al sacrificio. Esto implica, en términos políticos, asumir que será presidente una sola vez. Es más, creo que parte de su estrategia para encabezar un gobierno exitoso debería ser jurar, el próximo primero de marzo, que cinco años más tarde estará retirado, para siempre, de la política.

De ese modo, creo que tanto la oposición como sus compañeros de coalición, que a veces son los peores, deberían darle un crédito mayor al que le darían a alguien que percibieran jugando en próximas instancias electorales. Y, sin dudas, él podría jugar más fuerte en materia de agenda de gobierno, ajustes y reformas. En términos argentinos, él debería decir algo así como u201cdéjenme hacer lo que se debe hacer y yo pagaré los costos políticos, no me arrinconen contra el helicóptero, y en las próximas verán entre ustedes quien me sucederáu201d. Un gran error de Macri fue solo trabajar para ganar elecciones y no para las próximas generaciones.

Segundo, debe denunciar la herencia. Esto es más complicado para quien sucede a un compañero de partido (Batlle tras Sanguinetti en 2000, Tabaré tras Mujica en 2015) pero es fundamental que lo haga. Sólo se puede encarar todo lo que hay que hacer explicando el por qué; y en particular, cuando las razones vienen del pasado inmediato. De no hacerlo, se corre el riesgo de que, un tiempo después de asumir, las culpas ya se atribuyan a quien esté a cargo. En el caso de Macri, a pesar de no pertenecer al mismo partido que Cristina, nunca denunció su herencia con el propósito de dejarla u201cvivau201d para dividir a la oposición.

Tercero, debe liderar una coalición con la mayor base posible y con holgura de votos en ambas cámaras del Parlamento. No puede depender permanentemente del voto 50° en Diputados o del 16° en Senadores. Para ello, es posible que el próximo gobierno (sea del FA o de la oposición actual) deba estar integrado por al menos tres partidos (o más en el caso de la oposición) y esto puede dar lugar a una coalición u201ccostosau201d, en la que haya que estar contemplando al mismo tiempo y muchas veces, las demandas de varios sectores y partidos. El riesgo es que esto puede dar lugar a una agenda más diluida o con contradicciones.

Cuarto, la agenda debe ser frondosa y ambiciosa. Me he referido a ella reiteradamente en los últimos dos años desde esta tribuna. Es inevitable que incluya por un lado el u201capagado del incendiou201d y, por otro lado, una reforma profunda en la u201cestructura de la casau201d. Lo primero refiere a los ajustes y las correcciones de políticas de corto plazo, en materia fiscal, donde hay un déficit que hace insostenible a la deuda pública, y en materia de consistencia entre las políticas, que tienen hoy un sesgo hacia el atraso cambiario. Lo segundo se refiere a cambios estructurales en la gestión presupuestal, en la institucionalidad de las empresas públicas, en el sistema previsional, en la creación de una verdadera regla fiscal, en las normas que rigen el mercado de trabajo, en la inserción internacional (yendo a una mayor apertura efectiva), en la institucionalidad y los incentivos en el sistema de enseñanza pública, en materia de infraestructura, en las condiciones de competencia en sectores regulados, entre otros. En el caso del gobierno de Macri, la agenda u201cestructuralu201d brilló por su ausencia.

Quinto, el próximo presidente y su gobierno tienen el desafío de hacer que el péndulo se centre en el medio, y que su gestión no sea la continuación de lo que hoy tenemos ni la restauración de lo que tuvimos antes. Además, el medio no es el mero promedio de políticas diferentes entre sí.
Nuestro país cuenta con u201cpolíticas de Estadou201d, algunas buenas, otras malas. Mediante consensos, el próximo gobierno debe procurar que las que son malas (como es el caso de la gestión de la enseñanza pública, que ha atravesado numerosos gobiernos de ambos signos) se puedan volver positivas. Es clave que ese gobierno sea una síntesis de las cosas buenas de unos y de otros (que todos las han tenido) y que no repita los errores y las omisiones de unos y de otros (que también todos los han tenido). Y que no se diluya en discusiones ideológicas intrascendentes y desactualizadas, basadas en etiquetas: que se dedique a sacar lo mejor tanto del mercado como del Estado.

Nuestro país no podría soportar otros cinco años de lucro cesante y mucho menos, de retrocesos. El próximo presidente debe liderar la ejecución de una agenda considerable y debe, además, poner el pie en el acelerador en una sociedad cuyo ritmo le viene haciendo perder posiciones desde hace décadas.

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