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Otro golpe para la industria manufacturera

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Foto: El País

TEMA DE ANÁLISIS

Con problemas de larga data, agudizados por la pandemia, 2020 será un nuevo año de contracción de la producción y el empleo industrial

La industria manufacturera venía atravesando serias dificultades en los últimos años, y la llegada del COVID-19 representó un fuerte golpe, especialmente para aquellas empresas que ya se encontraban en una situación crítica antes de la pandemia.

Tres rounds en la historia reciente de la industria

La industria (actividad que transforma las materias primas en productos elaborados o semielaborados) ha sido tradicionalmente un sector con importante peso en la economía local, representando en torno al 13% del PIB.

Analizando al sector en su conjunto, la industria manufacturera uruguaya muestra tres claros períodos en los últimos 15 años, como se observa en la gráfica 1.

La primera etapa va hasta 2009, con una producción que crecía en promedio a tasas de un 10% (considerando variaciones de 12 meses). Ese año se da un quiebre, con una caída de 4% de la actividad, y desde entonces comienza una segunda fase en la que la industria muestra cierta recuperación, pero a tasas mucho menores y por impulso de algunas ramas, mientras que otras siguieron cayendo. Ese período finaliza en 2014, cuando la industria ingresa en un escenario recesivo. De acuerdo a nuestros cálculos, el volumen producido por el núcleo industrial (que excluye la refinería de Ancap, la producción de celulosa y de concentrados de bebidas) registra caídas prácticamente consecutivas en esta tercera fase (la única excepción fue la suba del 2% registrada en 2017).

De esta manera, 2019 cerró con niveles de producción similares a los que se tenía una década atrás y con una utilización de la capacidad instalada de un 64%, valor históricamente bajo.

La continua contracción de la producción industrial de los últimos años implicó, además, una significativa reducción del empleo. El índice de personal ocupado y el índice de horas trabajadas (ambos elaborados por el Instituto Nacional de Estadística -INE-) han venido cayendo desde 2009-2011, como se ve en la gráfica 2.

¿De dónde vinieron los golpes?

El primer “gancho” vino a raíz de la crisis financiera de Estados Unidos. Si bien la economía uruguaya logró sortear la recesión internacional con relativo éxito (el PIB aumentó un 4,2% en 2009), la demanda internacional de productos industriales se redujo, lo que afectó al sector.

A esto se suma la inestabilidad de la economía argentina en los últimos años (principal destino para algunos productos industriales) y una sistemática baja del tipo de cambio real, que el año pasado alcanzó mínimos históricos, lo que encarece los bienes y servicios uruguayos. Esto tiene un doble efecto para la industria, al dificultar la colocación de nuestros productos en el exterior y dejarnos en una posición de desventaja frente a la competencia.

Todo esto en una estructura económica compleja, con altos costos fijos y serios problemas de rentabilidad.
En cuanto a la afectación del empleo, jugó un factor adicional: la incorporación de tecnología, que en varias empresas implicó la sustitución de mano de obra.

El COVID-19 aparece como un golpe croché

A estos golpes que venía recibiendo la industria en los últimos años, en 2020 se sumó la pandemia, que significó una baja de la demanda primero desde el exterior y luego en el plano local (por la menor capacidad de compra de los hogares y la caída de la actividad de los sectores de comercio, restaurantes y hoteles, donde el sector industrial es proveedor). Asimismo, el confinamiento trajo aparejadas nuevas formas de trabajo y problemas de acceso a materias primas, factores que también operaron como restricciones para el sector.

Ello redundó en bajas más pronunciadas del núcleo del sector industrial: las ventas (que ya venían mostrando una tendencia descendente desde 2014) registraron una contracción interanual del 14% en el primer trimestre de 2020; en tanto la producción retrocedió en abril y mayo entre un 23% y 26% en comparación con los mismos meses de 2019.

Otro dato que evidencia el impacto de la pandemia en el sector son las solicitudes de desempleo que informa el Banco de Previsión Social. Entre marzo y mediados de julio, la cifra ascendió a casi 45.000 solicitudes en la industria manufacturera.

La situación afectó también las decisiones de inversión en las empresas industriales. El índice de inversión en maquinaria y equipos de la industria, que elabora la Cámara de Industrias, disminuyó un 36% interanual en el segundo trimestre de 2020, uno de los peores registros de los últimos 10 años.

La situación de deterioro impactó en las expectativas de los empresarios, que disminuyeron significativamente. En particular, las expectativas referentes a la economía y a la empresa registraron el menor valor desde que se releva la encuesta (desde 1998), mientras que las referentes al mercado interno y externo también se encontraron en niveles muy deteriorados en la comparación histórica.

En este contexto, 2020 será un nuevo año de contracción de la producción y el empleo industrial.

La afectación por ramas: inicio de la pelea para algunas y knock out para otras

Hasta ahora nos referimos a la industria en su conjunto, pero se debe tener en cuenta que los números globales esconden distintas realidades, tal como se observa en las gráficas 3 y 4.

Comparando las cifras de 2019 con las previas a que la industria recibiera el “primer golpe” (año 2008), se observa que de las 19 ramas para las que el INE releva datos, 13 de ellas muestran caídas tanto en sus niveles de producción como en términos de empleo. Entre las más afectadas se encuentran la industria textil y la producción de prendas de vestir, que en 2019 mostraron un volumen de producción un 60% y 90% por debajo del que se encontraban 10 años atrás respectivamente, y reflejaron bajas de magnitudes similares en los niveles de empleo.

En un segundo grupo ubicamos tres ramas con situación intermedia: elaboración de productos alimenticios y bebidas, producción de madera y fabricación de papel. Estas tres actividades mostraron mayores niveles de producción en 2019 respecto a 2008, pero con menos empleo en los tres casos.

Finalmente, dentro de lo que se podría llamar el grupo en situación privilegiada se ubican la fabricación de productos derivados del petróleo y carbón, la industria química y la fabricación de instrumentos médicos, ópticos y de precisión. Estas son las únicas tres ramas que aumentaron tanto el volumen producido como el empleo.
Si centramos la atención en los últimos meses, a raíz del COVID-19 las actividades más afectadas en relación al volumen de actividad fueron las relacionados a la producción de bienes no esenciales (como la industria automotriz, las curtiembres y la producción de bebidas alcohólicas), mientras que los menos afectados fueron los vinculados a la producción de alimentos, farmacéutica y la industria química.

Clinch para algunos, knock out final para otros

En esta coyuntura, la industria (al igual que otros sectores de actividad) ha recibido ayudas desde el sector público y privado que, en algunos casos, le ha permitido (al menos) ganar tiempo. Sin embargo, como explicamos en la nota, los problemas del sector no nacen por la pandemia, sino que son de larga data. Así, una vez pasada la situación actual, quedará en evidencia la capacidad de resiliencia de las distintas empresas industriales luego de tantos años de duros golpes: algunas saldrán adelante sin mayores problemas, otras quizá logren sobrevivir, aunque con dificultades, y para un tercer grupo será el knock out definitivo, lo que restablecerá las bases para la competencia.

(*) Consultoría económica de PWC

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