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¿El gobierno no entiende?

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AFP - Cosecha en plantacion de soja, cultivos, cereales - FIN - Agriculture - A combine harvester pours cropped soybeans in a truck, in Campo Novo do Parecis, about 400km northwest from the capital city of Cuiaba, in Mato Grosso, Brazil, on March 27, 2012. AFP PHOTO/Yasuyoshi CHIBA BRAZIL-SOYBEAN-HARVEST - Campo Novo do Parecis - Mato Grosso - BRAZIL - YASUYOSHI CHIBA - YC/ma/se
YASUYOSHI CHIBA - AFP - AFP/AFP

JULIO PREVE FOLLE

Los desencuentros lo evidencian: este gobierno no entiende al campo, su lógica, la formación de las decisiones de los empresarios a quienes amenaza, agravia, y de los que desconfía.

Y así le responde el campo, mientras el gobierno celebra un crecimiento basado en una fiesta de consumo, fundamentado en endeudamiento, gasto público, retraso cambiario y un tipo de cambio de paridad con Argentina ampliamente favorable.

La tierra.

Una incomprensión notable es el típico panfleto de la izquierda con su zarabanda sobre la concentración, los extranjeros, los minifundios, etc. Si uno lee la exposición de motivos de la reforma de la ley de colonización de fin de año, con todo su agravio al pasado y su halago al tratamiento actual de la tierra, verá que en esto también se construye un relato ideologizado sin mirar cifras, que dicen que el mayor proceso de concentración de la tierra o de extranjerización se dio con la izquierda. Basta leer los censos para comprobar que en la década del 90 el número de productores creció de 54.816 a 57.131. Y que del 2000 al 2011 cayeron nada menos que casi 22%; nadie intentó explicar nada, y creen que el problema de la tierra lo pueden resolver leyes o relatos.

Pero hay cosas más graves, mirando las cifras de crecimiento del agro en volumen físico (BCU): mientras la economía creció 60% en 2005-2016, el PIB agropecuario lo hizo un 14,8% o sea casi nada, la pecuaria creció solo 1,8% o sea estancamiento puro, la agricultura 18,4%, y un buen desempeño de la forestación (40%). ¿Por qué ninguna voz oficial explica tan magro desempeño en un contexto de increíbles condiciones económicas y crecimiento global? Porque no entienden al campo.

Y qué decir de la pecuaria. Con un precio de la carne que en el mundo duplicó en dólares al de 2004 (Opypa, 2017), nadie se pregunta cómo la producción de carne, que había crecido entre 90 y 2006 un 3,18% anual, de 2006 a 2017 solo lo hizo 0,38%, lo mismo que entre el 60 y el 90, o sea nada. ¿Hay alguna explicación oficial para que con precios al doble, tasas de interés bajas, mercados en todo el mundo, la producción aunque creciendo algo todavía, no alcance los guarismos de 2005? ¿O que la productividad por hectárea pecuaria baje, o la participación de animales jóvenes en la faena?

¿Y el crecimiento del endeudamiento? Un buen trabajo en la última revista de INIA mide las transferencias por varios conceptos desde los 4 eslabones de la cadena cárnica a la economía global, lo que arroja una cifra de U$S 2 mil millones anuales, y en los dos últimos años una pérdida de 400 millones; es decir que las transferencias superaron el beneficio privado. En buen romance, la cadena se cae. Véase también que en 2017, según Opypa, la tributación sobre la tierra duplicó en su recaudación a la correspondiente sobre la renta, deshaciendo la promesa de la reforma tributaria del gobierno de izquierda y sus ajustes periódicos como el impuesto de primaria, el del patrimonio, las tarifas públicas, etc., que todo ha servido para la gran política social de gobierno consistente en contratar 70 mil empleados públicos (ONSC). En el agro inventaron también, para poder repartir plata ajena, la categoría de productores familiares, un concepto etéreo definido por decreto (hasta 500 hectáreas, un capital de un millón y medio de dólares) que poco tiene que ver con la vulnerabilidad y mucho con los curros de organismos internacionales serviles.

Expectativas.

El campo se lleva mal con la izquierda y esto se refleja en la formación de expectativas de largo plazo asociadas a la inversión. No es suficiente con creer que el precio va a ser bueno. Hay que creer que el gobierno valora al sector privado, que lo dejará ganar plata en lugar de meterse y amenazarlo, y no cambiará reglas. Recordemos los permanentes intentos de toqueteo: primero quisieron subsidiar el ternero, después inventaron el ridículo asado del Pepe; más adelante amenazaron a los frigoríficos con redistribuir cuotas si no bajaba el precio de la carne, y hasta con reflotar el Frigorífico Nacional; inventaron seudo retenciones a la leche para un fondo de ayuda a no sé quién; suspendieron lanzamientos en la cuenca lechera; eliminaron el anonimato de las acciones; también, beneficios a la forestación; rechazaron todo intento de TLC fortaleciendo en cambio el comercio con Venezuela; impusieron el permiso previo para casi todo, instalando la creencia de que quien decide (Mgap) está compuesto por gente que sabe más y mejor lo que los productores deben hacer. Y así el permiso para exportar, importar, plantar, producir biocombustibles, regar, elegir semillas... además del aumento de la presión fiscal, tarifas fuera de competencia, sin infraestructura, en tanto se humilla al agro dándole a UPM todo lo que se niega a la gente de a pie.

Incluso más; se siguen escuchando voces oficiales hablando de precios bajos en el mundo. Todos los informes de largo plazo (FAO, OCDE, Banco Mundial, etc.), sitúan en un nivel de estabilidad el precio de todas nuestras commodities, precios que no son malos, con los cuales la oferta mundial todavía crece. Ni los precios del trigo, ni de la carne, ni de la soja, ni del arroz, ni de la leche son ruinosos, aunque la producción de ellos, salvo la de carne, se caen como un piano. El problema no está allí ni en la productividad, sino en costos dependientes de decisiones de política pública.

Hace poco se divulgó otro estudio sobre el margen de la industria frigorífica aquí y en Paraguay, con costos menores a la mitad, que permiten pagar más por el novillo allí, aun sin contar con mercados que nosotros disponemos. Esto va a comprimir el negocio de la invernada con terneros influidos por el precio de Turquía, el ganado gordo con la exportación en pie prohibida —nunca creyó este gobierno en la libertad de exportar en pie, siempre ha sido caso a caso— y el actual costo industrial.

El diálogo se presenta lógicamente difícil. Y a futuro, para que el agro y en especial la ganadería crezcan como ocurrió, habrá que hacer como en el 90: golpear fuerte en la formación de expectativas de no intervención, de libertad, de derecho a ganar plata; cuanta más mejor.

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