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Sobre el gasto público y el peso del Estado (II)

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Quien ingrese al MEF en 2020 tendrá que afrontar temas sustanciales. Foto: F. Ponzetto
Fachada del edificio sede del Ministerio de Economia y Finanzas (MEF), ubicado en Colonia 1089, barrio centro, Montevideo, ND 20170713, foto Fernando Ponzetto - Archivo El Pais
Fernando Ponzetto/Archivo El Pais

ANÁLISIS

En los países nórdicos el gasto privado de educación, salud y seguridad es casi inexistente. ¿Cuánto gastamos nosotros en ellos además del estatal?

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Dos semanas atrás abordé este tema instalado en el debate público. Me propongo hoy complementar el comentario con algunas cifras que deberían motivar reflexiones.

En la primera parte hacía referencia a los países Nórdicos, porque a ellos se los ve como el paradigma del estado del bienestar intervencionista. En estos países el gasto público global había llegado a representar más del 60% del PIB y, en casos como Suecia 68% a comienzos de los 90 (1), hoy en general están por debajo del 50%. El lector dirá, pero 48 - 50% es bastante más que el 38% de Uruguay o los 43 - 45% de Argentina o Brasil, lo cual es numéricamente cierto, pero totalmente incomparable cuando se completa la película. El cuadro adjunto muestra algunos indicadores que ilustran mejor.

Entre ellos, se destaca la fenomenal caída del gasto público en relación al PIB de los países del norte de Europa cuando prácticamente hicieron eclosión en medio de una enorme crisis cuando cae la Unión Soviética. Más allá de las cifras, las personas informadas saben que el peso del estado no se mide exclusivamente por la razón gasto público a PIB, sino que las regulaciones e intervencionismo son parte central de la intromisión del estado en la economía y la sociedad y, por tanto, parte de su carga. Éstas (las regulaciones e intervenciones) pueden ser variadas y, como se dijo, justificadas o no justificadas. A su vez, algunas acciones justificadas en ciertos períodos, no lo son en otros. De allí que un análisis, interpretación y extracción de conclusiones de manera atemporal constituye un enorme error.

A vía de ejemplo, en los citados países las regulaciones son laxas a tal punto que no existe un salario mínimo. De la misma manera nos sorprendería la menor cantidad de obligaciones que los particulares tienen para con el estado, entre otras, de brindarle información. Esta porción cualitativa, de por sí muy importante, no se suele utilizar al comparar porque su efecto no es sencillo ni directo de cuantificar, de allí que una medición de gasto y otras variables en términos del PIB es lo común.

Ahora bien, como se sabe, el PIB es “casi lo mismo” que el ingreso bruto nacional (2) , y la aproximación de primer orden a la medición del bienestar. También se supone que la utilidad marginal del ingreso, cuánto valoramos nosotros un peso adicional de ingreso neto, cae a medida que éste aumenta. No se valora lo mismo recibir $ 100 adicionales ganando $ 15.000 al mes que ganando $ 100,000. Por tanto, a mayor PIB per cápita, la utilidad marginal del ingreso es menor y, entonces, la valoración individual del costo de los impuestos en términos de bienestar perdido menor. En valores aproximados y redondeados las cifras nos dicen que el PIB per cápita de Suecia es US$ 54.000, el de Noruega US$ 82.000, US$ 50.000 el de Finlandia y US$ 60.000 en Dinamarca. Nosotros con una moneda local más fuerte que sus fundamentos, rondamos los US$ 16.500 y Brasil y Argentina entre 10 y 12 mil. El costo de cubrir las necesidades básicas no difiere demasiado entre los países, por lo que la capacidad de abonar impuestos es totalmente diferente y bastante más limitada en esta zona del mundo.

Gasto público

Una comparación sensata no puede quedar en estos dos indicadores. En los países nórdicos el gasto privado de educación, salud y seguridad es casi inexistente. ¿Cuánto gastamos nosotros en ellos además del estatal? No menos de 6.5% del PBI (3). Es decir, hoy nuestro gasto comparable no es tan diferente a los de Suecia y Noruega, pero ganamos entre un 20 y 30% que ellos. Es esta la razón por la que todos sentimos el insoportable peso estatal; pagamos una porción muy parecida de nuestros ingresos, recibimos malos servicios y, además, estamos llenos de regulaciones y obligaciones que nos limitan.

Para completar el panorama y la sostenibilidad de las políticas públicas, el peso de la deuda y el resultado fiscal son dos indicadores importantes. Salvo el caso de Finlandia, la deuda bruta del resto de los países nórdicos está en niveles que se pueden considerar “fuera de peligro”, más aún cuando vemos su resultado fiscal, del que podríamos decir que, con excepción de Noruega que tiene un enorme superávit producto de la renta petrolera que ahorra en base a una política deliberada, el resto de los países están básicamente en equilibrio fiscal.

Entonces, países con equilibrio de sus cuentas públicas, bajo nivel de endeudamiento, niveles de ingreso per cápita extraordinarios y un peso del estado en retroceso ¿qué tienen que ver con nosotros? Todo tiene un límite y éste no es “universal” sino que depende del “entorno”.

(1) Cifras extraídas de las estadísticas del FMI. www.imf.org

(2) La diferencia entre ambos en la remuneración neta de factores del exterior, es decir qué parte del dinero generado en el país se destina a remunerar el capital y el trabajo de agentes del resto del mundo y viceversa.

(3) La cifra es muy conservadora si se toman en cuenta las estadísticas de estructura de consumo disponibles, pero dado que la base de éstas están muy desactualizadas y han ocurrido cambios significativos en ciertos casos, preferí, en todo caso, subestimarla.

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