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Gane quien gane en Argentina será más amigable con los privados

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Sebastián Auguste. Foto: Francisco Flores

Para el doctor en Economía Sebastián Auguste, hay un convencimiento en el empresariado argentino de que gane quien gane en las elecciones del próximo domingo en la vecina orilla, tendrá una política más amigable para con el sector privado que la llevada adelante por la actual administración.

LUIS CUSTODIO - [email protected]

El docente de la Universidad Torcuato Di Tella sostiene que todos los candidatos a Presidente y sus equipos económicos coinciden en el diagnóstico de lo que se debe hacer para sacar el país a flote, pero se diferencian fundamentalmente en los tiempos. Mientras el candidato del PRO y jefe de gobierno de Buenos Aires, Mauricio Macri apuesta a una política de shock, el oficialista del Frente para la Victoria, Daniel Scioli y su equipo hablan de "gradualismo".

A continuación, un resumen de la entrevista con este doctor en Economía por la Universidad de Michigan y consultor para varios organismos internacionales.

—¿Cómo se para hoy un empresario argentino ante la realidad política del país, días antes de las elecciones?

—Hay una gran incertidumbre entre el empresariado en Argentina, cuesta creer en la clase política. Porque si bien está claro que el próximo gobierno cualquiera que sea va a impulsar políticas diferentes al actual y que en cualquiera de los casos las medidas que se lleven adelante serán más propicias para el sector privado, hay mucha inquietud, fundamentalmente por lo manejable que pueda ser la situación.

Los candidatos tienen todos un diagnóstico correcto y coincidente en lo económico, las medidas que mencionan están medianamente alineadas, no hay diferencias de fondo. Los matices están en cómo se implementan esas medidas y si serán suficientes.

Pensemos que Brasil, que hizo los deberes mejor que Argentina está en una situación muy compleja, y que el resto de América Latina está sufriendo las consecuencias que emergen del contexto global, aun los más prolijos; imaginen cuál es el panorama en una Argentina tremendamente vulnerable.

—¿Son tantas las coincidencias entre las propuestas económicas de los candidatos?

—No digo que las propuestas sean idénticas, pero en los diagnósticos todos coinciden. Todos saben que la inflación es un gran problema que genera un déficit fiscal y la amortización de ese déficit. Que hay que reducir lo que gasta el gobierno en subsidios, por ejemplo en el sector energético, que algo hay que hacer con la competitividad del sector agropecuario, todos coinciden en que Argentina está atrasada en el tipo de cambio. Los disensos pueden estar en la velocidad con que hay que dar respuestas. Desde filas de Macri se remarca que se pueden tomar medidas rápidamente, con un concepto de shock, mientras Scioli plantea cierto gradualismo, en el entendido que se deben ir tomando las medidas de a poco.

—¿Se puede ser gradualista en la realidad actual de Argentina?

—El tema es precisamente si la economía argentina permite ese gradualismo. Las condiciones de la economía del país resultan más apremiantes de lo que la gente cree, y el mercado se ha dado cuenta de eso. El mercado accionario, que refleja el sentir del sector empresario, está bastante convulsionado, no ha estado creciendo y refleja mucha preocupación. Es un buen termómetro de la situación.

—Mucho se ha hablado de la "bomba" que este gobierno dejará a su salida para el próximo…

—Se viene hablando desde hace tanto tiempo de la bomba y nunca explotó, que yo creo que es poco realista. Estamos muy vulnerables, se van del gobierno casi sin reservas, con un déficit fiscal muy grande y con un enorme déficit en infraestructuras; es evidente que no estamos en una situación ideal. Cuatro o cinco años sin crecimiento, con pérdidas de empleo en el sector privado, son cuestiones preocupantes. Pero hay condiciones que pueden jugar a favor de quien venga al gobierno y me hacen pensar que no hay tal "bomba". El contexto externo no es tan malo como podía esperarse, la soja no vale 100 dólares, tampoco 600, pero si 300 dólares; Argentina no tuvo acceso al financiamiento pero no está endeudada, puede tener impulso de financiamiento si puede acceder; tiene años sin invertir por lo tanto hay una gran cartera de proyectos que pueden ser muy interesantes para el inversor privado, entonces en cierta forma creo que hay que ser moderado con el pesimismo.

Es una situación crítica, pero no creemos que explote. Distinto es si el contexto internacional y regional empeora y entramos en una gran crisis, pero no creo que eso suceda.

—Otra afirmación ha sido que las últimas decisiones del gobierno saliente dependerán de quien sea el candidato triunfador…

—Yo creo que no, que el gobierno va a actuar de la misma manera sea quien sea el que esté asumiendo. No creo que esté en el espíritu de quienes se van dejarle a su sucesor todo aceitado, porque si esa fuera la idea ya lo habría hecho este año. Por ejemplo, Argentina tuvo un ahorro con la importación de petróleo debido a los bajos precios internacionales y ese dinero, que podía haberse destinado a achicar el déficit fiscal pensando en la próxima administración, no se usó para eso, directamente se gastó. Entonces, esa no es una medida muy amistosa para quien viene después. Lo mismo con las reservas, que se están gastando minuto a minuto con una política de devaluación de tipo de cambio muy laxa comparada con los países de la región.

No creo que haya un acto de generosidad de quien se va con sus sucesores. Sea quien sea. No acomodaron las cosas durante cuatro o cinco años, no lo van a hacer a último minuto. Sea Scioli o Macri el triunfador.

—A su juicio, ¿cuánto tiempo pasará para que Argentina tome la decisión de devaluar?

—Argentina ya está devaluando, el tema es hasta dónde, cual es el punto de equilibrio. Hacer una devaluación pero por otro lado mantener un déficit fiscal galopante financiado con emisión monetaria, es una devaluación que resulta integrada rápidamente a precios y no es una devaluación real.

Tuvimos un experimento cuando Juan Carlos Fábrega, el anterior presidente del Banco Central devaluó fuerte en enero, y esa devaluación duró seis meses, después se la licuó la inflación. La devaluación tiene sentido si hay un plan macroeconómico que permita que esa devaluación sea real y no se traslade directamente a precios.

Son un menú de medidas, no una sola. Creo que la gente descuenta que esto va a pasar de cualquier forma; el tema es que se haga bien, puede ser un dólar a doce pesos que la economía pueda mantener y si se hace mal, se puede ir mucho más arriba.

—¿La devaluación será después de la asunción del nuevo presidente?

—Sí, siempre será después de diciembre. Que se arregle el que venga. Pensemos que en Argentina cualquier decisión como esa se ve como un ajuste y eso está muy mal visto en el país. En cualquier lugar del mundo el dólar está alto, hay que bajarlo y listo, se lleva a cabo el ajuste y resulta algo sano para la economía; acá no. Todo lo que sea racionalidad económica se ve mal, porque hemos tenido en el pasado reciente políticas muy poco felices y los argentinos tenemos mucha desconfianza en todo aquello que se defina como "ajustes".

—¿Década ganada o década pérdida en Argentina?

—Cuando decimos ganada es porque las ganamos en serio, cuando viene de arriba no es ganada. Entonces, creo que en Argentina, por un lado, podríamos decir que fue ganada porque logramos salir de una crisis importante, aunque salimos no gracias al kirchnerismo sino que fue el gobierno de Duhalde el que ordenó un poco las cosas antes del gobierno de Néstor Kirchner; se ganó en igualdad social, también, pero el resto ha sido más viento de cola y suerte de lo que estuvo pasando en el mundo que ganancia mediante el esfuerzo. Argentina creció con precios extremadamente alta de nuestros productos, tuvo suerte, eso no es década ganada.

—¿Cuáles deberían ser las primeras medidas del nuevo equipo económico?

—Ordenar la macroeconomía es prioridad número uno, eso quiere decir llevar un déficit fiscal más bajo y financiable, financiar ese déficit y la inversión que tiene que hacer Argentina para poder crecer que está muy rezagada, no con emisión monetaria sino a través de endeudamiento si el mercado le permite. Tratar de contener la inflación, ajustar las cuentas a algo más razonable de cara a una nueva realidad económica, ordenar el gasto público que es muy ineficiente, direccionándolo especialmente a las áreas donde debe tener efecto, que es en lo social, la salud y la educación.

Tenemos mucho gasto superfluo que deberíamos cortar. Con mucha gente pasando extrema necesidad, mantener una aerolínea o tener "Fútbol para todos" no me parece razonable. Aparte de las obligaciones sociales, que el Estado haga lo que puede hacer bien y sin necesitar de dineros extra, y si no que lo haga otro. El Estado creció mucho, se convirtió en un muñeco bobo, que está en todos lados, como una cosa gigante, pero que anda a los tropezones y hace todo mal.

El equipo económico de Macri hace diferencia frente al de Scioli.

—¿Cualquiera de los dos "equipos económicos" está en condiciones de llevar adelante una salida?

—Creo que los equipos tienen alguna diferencia en capacidad. Veo mejor el equipo de Mauricio Macri, con gente bien formada, pero Daniel Scioli podría tener el poder político de un congreso a favor para empujar las medidas.

Carlos Melconian, Alfonso Prat Gay, Rogelio Frigerio Federico Sturzenegger, integran un equipo técnico muy sólido, respetable, donde creo que hace diferencia el macrismo. Por otro lado, hay un equipo encabezado por Miguel Bein, el asesor más escuchado por Scioli, fue funcionario durante el gobierno de De la Rúa y también podríamos nombrar a Mario Blejer, que estuvo igualmente en el gobierno de De la Rúa y luego fue nombrado presidente del Banco Central por Duhalde. Insisto que me genera mayor confianza el equipo de Macri.

Pero cualquiera de los dos que la agarre la va a tener fea, no me gustaría estar en los zapatos del próximo ministro de economía.

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Sebastián Auguste. Foto: Francisco Flores

La devaluación en Argentina llegará después de diciembre

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