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El futuro del trabajo

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En el último año y medio se sumaron estudios prospectivos que advierten un futuro del trabajo marcado por la automatización y la pérdida de empleos. En Davos se planteó que no menos de 7 millones de empleos se perderían en los siguientes 5 años.

A su vez, la OCDE pronosticó que en Alemania, Austria y España el 12% de los trabajadores quedarían cesantes a causa de la revolución robótica. Según dijo la Secretaria de Trabajo en EE.UU., el 47 % de los puestos de trabajo en ese país correrán la misma suerte. Desde este lado del mundo, la Consultora McKinsey predijo que en Chile 3.2 millones de empleos serían reemplazados por sistemas automatizados en los próximos 20-40 años y el IEEM-UM estimó que el 54% de los empleos en Uruguay comparten igual riesgo.

Siendo consecuente pero con una visión bastante más integral del problema, la OIT, 6 y 7 de abril pasados, convocó al "Diálogo Internacional sobre el futuro del trabajo que queremos". Se abordaron temas tan relevantes como la transformación tecnológica: el cambio climático, las variaciones demográficas, nuevos perfiles de pobreza, la creciente desigualdad y estancamiento económico. Según manifestó el Director Gral. Guy Ryders, "es tarea urgente encausar con responsabilidad este proceso a fin de prevenir una injusta polarización entre países y al interior de ellos".

A pesar de las diferentes prioridades que cada región se encargó de dejar en claro, los consensos surgieron en torno a las reflexiones que el orador principal, Robert Skildelsky de la Universidad de Warwik presentó el primer día. Entre otras remarcó: "es hora de pensar la colectividad a nivel mundial porque formamos parte de un sistema global; no podemos detener la innovación, sí dirigirla y debemos tomar conciencia que hace bastantes años hemos renunciado al trabajo genuino al subsidiar empleos en el sector público y privado".

Diálogo mediante, siguen planteadas varias interrogantes:

Cómo se podría evitar la supresión de empleos y la creación de puestos de baja calidad. Robert Gordon, de Princeton lo definió bien: "El problema creado por la era informática no es el desempleo masivo, sino la desaparición gradual de trabajos buenos, estables y de nivel medio que se han perdido no sólo debido a los robots ni a los algoritmos, sino también debido a la globalización y a la externalización a otros países".

El desafío que tienen los países en desarrollo para encarar una diversificación productiva que genere más y mejores empleos. En ese esfuerzo, los jóvenes y la promoción del emprendedurismo merecen especial atención.

Las empresas y los trabajadores al igual que las comunidades, para evolucionar tendrán que pasar por ajustes difíciles y costosos.

Si bien serán mayores las ganancias emergentes de una sostenida productividad, éstas tendrán propensión a concentrase en determinados segmentos.

La creciente importancia de las políticas públicas distributivas con mecanismos eficaces de protección social y fuerte acento en desarrollo de capital humano.

Los existentes marcos de regulación, soportes gubernamentales, organizaciones sociales y políticas públicas, están siendo cuestionados por un mercado laboral que avanza sostenidamente hacia una mayor movilidad, flexibilidad, empleos atípicos y una economía freelance.

Sin embargo, pronósticos y reflexiones citados no pudieron invalidar un estudio global que Deloitte realizó en 2015. Allí se afirma que la tecnología creó en los últimos años más empleos en comparación con los que se han destruido: desde 1992 en el sector de la enfermería aumentó un 909% y en la educación se incrementó 580%.

Se están rompiendo vínculos con el pasado, con oficios y una forma de pensar la sociedad asalariada. En éste esgrima de visiones que aspira gobernar una rebelde incertidumbre, existe una certeza: la demanda de trabajo que importa estará orientada hacia altas calificaciones, exigirá habilidades de lenguaje y cálculo, mejor capacidad de aprender a aprender, un pensamiento más crítico y el poder de comunicarse y trabajar en equipo.

GUILLERMO DUTRA

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