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Una fractura expuesta

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Los autoconvocados fueron temprano a caballo y embanderados con el pabellón. Foto: Darwin Borrelli.

Opinión

Escribo con cierta preocupación, porque varios episodios de los últimos días vuelven a poner en evidencia una fractura en la sociedad que quizás mejore si el próximo gobierno —con este ya es imposible— es capaz de tender puentes, no solo entre partidos, sino entre importantes sectores sociales.

Auto convocados.

Véase por ejemplo estas nuevas manifestaciones de los llamados "auto convocados" del sector agropecuario, así como las reacciones que suscitan en el Pit Cnt. Ese movimiento que plantea acciones de sensibilización sin cortar rutas, respetando a todos, supone en esta característica suya pacífica un ejemplo muy bueno para lo que a lo mejor se venga a futuro.

Sus banderas ya comentadas otras veces, ostentan un trasfondo de cansancio respecto de una situación de arrinconamiento del campo desde un gobierno que no entiende bien la realidad del sector, cuáles son sus estímulos, cómo asigna recursos, cuáles sus sensibilidades, etc. Así, en momentos en los que la situación se va poniendo muy dura para varios sectores, la voz firme pero pacífica de este grupo de uruguayos resulta de una fuerza inusitada. Y nos llaman la atención a todos acerca de rubros que van sufriendo cada día un poco más, aun cuando sus precios no son los peores de la historia.

El trigo, la soja —peor aún por la sequía— la lechería, el arroz, vienen experimentando diversos problemas, en razón de insoportables costos derivados de acciones de política pública: impuestos, tarifas, costo país en general. Y expresan ese cansancio no solo por la incomprensión sino por el creciente conjunto de intervenciones, de permisos previos que un día sí y otro también hay que estar mendigando al Estado: autorizaciones para embarcar, para plantar, para aplicar insumos, para exportar, para importar, para tantas actividades en las que el Estado aparece como el titular de derechos que va delegando cuando democráticamente es exactamente al revés.

Cansancio.

Están legítimamente cansados del precio del combustible, de la falta de rutas, de las cortapisas a la libertad, de la creación de impuestos que se había prometido no aumentar, cansados de no ser escuchados, y especialmente con una sensación de financiar múltiples aventuras: las de Ancap, las del biocombustible, las de los 70 mil empleados públicos más, las de una trazabilidad obligatoria que no agrega valor, cansados asimismo de una ausencia total de avances en la negociación comercial internacional, agotados por la inseguridad, por el nivel de la educación pública, etc. Y la cosa no termina acá, porque se anuncian probables restricciones a la exportación de ganado en pie, en un rubro —la carne vacuna— con récord de precios pero con una caída ya ostensible en la faena de los últimos doce meses. Problemas por todos lados, y oídos sordos por otro. A lo anterior, hay que agregar nuevos datos desfavorables como el aumento del precio del petróleo, de las tasas de interés, y una cada vez menor perspectiva de crecimiento de la economía, lo que hará poco probable el crecimiento de la recaudación, con el consecuente aumento del déficit. Un déficit que por otra parte será cada vez más costoso financiar con endeudamiento, y menos aún si la debilidad fiscal se llegara a concretar en la pérdida del nuestro grado inversor, algo por ahora lejano. Todo genera una irritación que el movimiento de auto convocados administra bien, con un gran sentido republicano, pese a las continuas provocaciones que recibe del gobierno y del Pit-Cnt.

Fractura.

Y es precisamente acá que aparece la fractura: un sector de la sociedad que genera los recursos genuinos despierta en otros sectores beligerancia y agravios. Y allí parecen entonces los que desde el gobierno o el Pit- Cnt quieren incrementar la carga tributaria, como si hubiera un derecho a extraer sin límites, criticando a los ruralistas, a quienes no entienden, demandando cada vez más recursos desde una economía exangüe. En los años que tengo nunca escuché a ese gremio hablar de ética del trabajo bien hecho, intenso, arduo, de crecimiento personal, de cooperación con el empresario, de excelencia, sino siempre lo mismo: conflicto, lucha de clases, enfrentamiento, pedido de plata a como dé lugar, etc. Es este atropellamiento continuo de un gremialismo desbordado, el que ya generó las reacciones conocidas en Salto y las más recientes en Santa Clara. El clima se tensa así entre sectores sociales, y cuando la economía no crece, la disputa por el ingreso nacional puede hacerse más feroz. Peor aun cuando ejerce el gobierno un partido que cree que tiene que operar como Robin Hood para lograr la igualdad social. Y salvo extremos, la igualdad no me parece ni justa ni función propia del gobierno. No es función gubernamental sacarle a Juan para darle a Pedro, no me parece justo. El gobierno tiene que generar bienes públicos, esa es su primordial función: seguridad, educación, infraestructura, reglas económicas, respeto a la propiedad; y la igualdad máxima que debe respetar, no es la de los ingresos sino la igualdad ante la ley, la que supone puntos de partida más o menos equivalentes, para construir una sociedad que no puede ser igualitaria salvo en la pobreza, como en Cuba o Venezuela. Por el contrario, hay que crear condiciones para que la excelencia sea premiada, también económicamente; que le vaya mejor a los mejores; y trabajar para la cooperación entre grupos sociales, entre fracciones políticas. De lo contrario, este país va a continuar en la pendiente en la que va, de construcción de una atmósfera irrespirable, con enfrentamientos entre empresarios y trabajadores, entre empleados públicos y privados, entre el campo y la ciudad, entre izquierdas y derechas. Y así, no hay país posible.

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