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Fractura de la confianza y los costos ocultos del Brexit

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Daniel Muñiz. Foto: El País

ENTREVISTA A MANUEL MUÑIZ

A 33 días de la fecha límite para definir qué tipo de Brexit pondrá al Reino Unido de un lado y a la Unión Europea del otro, las expectativas son escasas.

A juicio del experto en integración europea Manuel Muñiz, Decano de la Escuela de Asuntos Globales y Públicos del IE Business de Madrid, hay una parte del daño que ya está hecho y no habrá "nada para celebrar" el próximo 29 de marzo. Muñiz enumeró los principales daños que se avecinan a ambas partes, aunque vaticina que hay muchos otros ocultos, y ubicó el proceso que lleva al Brexit en la misma línea que otros fenómenos populistas y antisistema, que llevan al viejo continente a la fractura. A continuación, un resumen de la entrevista.

—¿Qué nivel de daño implica el Brexit?

—Es de una complejidad enorme, para todos. No solamente no hay un acuerdo, sino que no se atisba una salida que sea aceptable para las dos partes y sobre todo para la parte británica que logre el respaldo del parlamento británico. Inclusive, esa situación ha generado la aparición de un partido independiente, que recoge los disconformes de uno y otro lado. Esta falta de consenso está llevando a la fractura de los partidos tradicionales británicos. Y por el lado de Europa, tengo contacto con integrantes del equipo negociador y se encuentran en un estado de alarma pocas veces visto. Se pretendía seguir las bases planteadas dos meses después de tomada la decisión del Brexit por parte del Reino Unido, sin embargo, no se ha podido avanzar ni un metro.

—¿Queda espacio para una salida como la denominada "Brexit blando"?

—Los márgenes son muy estrechos, y como contraposición, la opción considerada "dura" es que el Reino Unido abandona la UE y todas las condiciones que eso conlleva y fuera del acuerdo aduanero, del mercado común y todos aquellos ámbitos que hoy integra. Por tanto, pasaría a ser como cualquier otro país de fuera de la comunidad, lo que traería aparejado un daño enorme para el Reino Unido y también para Europa. Hay cinco o seis "puntos de dolor" que serían el primer gran impacto para los británicos: transporte, puertos, medicamentos, alimentos, ciertas materias primas, etc. El Brexit duro impactaría en forma inmediata.

—Desde el momento en que el Brexit entre en vigencia, se levanta una frontera comercial entre Europa y el Reino Unido…

—Así es. Cada camión que vaya a cruzar esas fronteras deberá pasar todos los controles aduaneros comunitarios, con retrasos que en algunos puntos se evalúan que pueden llevar varios días, dado el flujo comercial existente, si se agregan todos los protocolos aduaneros y comerciales que se establecen ante lo extracomunitario. Allí se verían comprometidos muchos productos perecederos, y sofisticadas cadenas de producción que recibirían un duro golpe.Por otro lado, el Reino Unido es enormemente dependiente de algunas mercaderías, por ejemplo, ciertos medicamentos o materias primas para su producción. La autoridad sanitaria británica está comprando muchas medicinas por adelantado y en la misma línea, adquiriendo una enorme cantidad de neveras para el mantenimiento de esas medicinas, preocupados por el resultado de esta negociación que está trunca.Además, desde el punto de vista comercial, entrarían en vigencia otras condiciones arancelarias, que cambian la ecuación.En el sector financiero habrá una importante disrupción, en cuestiones relacionadas con validez de contratos, seguros, capacidad de liquidación de ciertas obligaciones financieras. Y un importante número de entidades ya han localizado en otros puntos de Europa para evitar los efectos directos de la ruptura.

—A su vez, es probable que surjan otros inconvenientes una vez efectivo el Brexit…

—La larga lista de alertas que hoy podemos enumerar, es muy factible que sean mucho menores a los reales problemas que se deberán afrontar luego. Hay muchos riesgos ocultos que no estamos viendo. Desde la puesta en marcha de este proceso han ido apareciendo sorpresas; por ejemplo, el grupo matriz que aglutina Iberia, British Airways y otras compañías aéreas, si se produce la salida dura perderá una enorme cantidad de derechos de slots y frecuencias porque pasará a tener su sede en un país extracomunitario, o sea, Iberia corre riesgo de perder derechos y privilegios en el continente, dado que su principal accionista y la sede principal están fuera. El abanico de temas que se abre es inmenso y muy difícil de imaginar.

—¿Es adecuado resolver cuestiones tan complejas como ésta a través de un referéndum?

—Para nada. Es un instrumento político torpe para cuestiones de esta complejidad. Un debate que ni siquiera los parlamentarios que propusieron la votación llegaban a abarcarlo totalmente. Y no quiero que esto se tome como un ataque a la democracia, sino que entiendo que existe un sistema representativo precisamente por este motivo: hay quienes tienen la obligación de estudiar estas cuestiones tan complejas y tener una opinión sobre ellas, algo que el ciudadano común no tiene por qué tener un conocimiento detallado.

—¿Después de este largo período de negociaciones sin avance, ya hay perdidas consolidadas?

—El daño ya está hecho, con independencia de la salida que se logre. Por lo menos, hay un par de espacios muy claros. Uno es la incertidumbre empresarial y económica, que indudablemente ha dañado la economía británica y la de Europa, además de un gran número de empresas que congelaron sus inversiones o han desplazado sus sedes. Otro aspecto, que no debe obviarse, es el prestigio europeo en el mundo, la percepción sobre su viabilidad y sostenibilidad, que ha sido gravemente dañado. Entonces, en un mundo donde vemos el ascenso de países no liberales, como China, Rusia, Turquía, Arabia Saudí u otros regímenes autoritarios, centralizados, donde los derechos políticos son casi testimoniales, que mensaje estamos enviando desde occidente, con los problemas de gobernanza que dejan en evidencia las heridas autoinfligidas que mostramos al mundo. El 29 de marzo no habrá nada para celebrar.

—Específicamente para Europa: la factura más pesada, ¿cuál es?

—El costo político es muy grande. Todas las teorías de integración europea señalan que algo como lo que estamos viviendo debería ser imposible, dado el nivel de interdependencia que existe dentro del bloque. Estamos asistiendo a un ejercicio de irracionalidad desde todos los puntos de vista. Había una narrativa que esto era una construcción política en construcción que se iba perfeccionando y siempre en avance. La gran promesa de Europa ha sido un proyecto económico y político del cual se extirpa el nacionalismo, el dogmatismo y se acepta la diversidad, uniéndose en algo común, que expulsa el conflicto y la guerra del continente que había sido precisamente, el continente de la guerra durante siglos. ¿Y ahora? Hay heridas que no son fáciles de curar. Y el Brexit, y la enorme fractura social y política en el Reino Unido, no es la única amenaza.

—¿Si se va el Reino Unido significará un impulso para otras "salidas" del bloque?

—Lo creo poco probable, porque el coste de esto será tan elevado y evidente que va a disuadir a otros que lo piensen. No sé si es bueno que además de herir la narrativa de la unidad eleve el nivel de miedo. La Unión Europea no debería ser un proyecto de miedo.

—¿La agenda europea tuvo importantes postergaciones por el tiempo que insumió la discusión del Brexit?

—Hay cuestiones como la profundización de la unión bancaria y un perfeccionamiento de la unión monetaria, que son cuestiones de primer orden en agenda, han sido afectadas. Probablemente el mercado único digital y la unión energética, temas de primer orden, habrían recibido mayor atención. Seguimos sumando costos al escenario europeo.

—Además, del Brexit, hay otras amenazas en Europa…

—Indudablemente. Esta fractura de confianza entre el pueblo y las élites británicas también se observa en el continente. Entiendo que el modelo económico, junto con la transformación tecnológica y la globalización ha generado un vaciado de las clases medias, con una fuerte precarización. Esa fractura está marcando una tremenda revolución contra los partidos establecidos y sus liderazgos, y eso está llevando a una era de enorme incertidumbre anti élites, que comenzará a producir resultados políticos, tanto en referéndums como elecciones cada vez más alejados del centro y que provocará una verdadera erosión de la arquitectura internacional, construida desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Cuando el nivel de desigualdad económica y social y el de confianza en los sistemas caen, el espectro político se reordena. Y en lugar de enfrentar izquierdas y derechas, enfrenta populismo autoritario con liberal cosmopolitismo, con una enorme transversalidad en partidos e ideologías. Brexit es un ejemplo, pero en Alemania hay un partido neonazi en el Parlamento, España con Vox y la polarización política; el empuje de la extrema derecha en Francia, lo que pasa en Austria, Hungría, Polonia, o el gobierno populista en Italia que nadie es capaz de definirlo ideológicamente. ¿Y qué es Trump, más que una implosión del orden liberal? ¿Qué sinfonía componen esas notas? La de la fractura. Y para que eso no se agrave se necesitan liderazgos muy ilustrados capaces de la construcción de un nuevo contrato social, que hoy no se ven.

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