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La experiencia que acerca a Chicago

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Foto: El País
Fernando Ponzetto

Opinión

Días pasados, en una de sus habituales intervenciones ante la población y la prensa, el ex presidente José Mujica afirmaba que el problema más serio que tiene Uruguay es el empleo. 

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Dijo que en consecuencia, en las campañas electorales no se debería discutir si debe haber más o menos impuestos y sí hacerlo sobre lo que se recauda para luego volcar los recursos en políticas sociales, jubilaciones y educación. Y advirtió que si se aumentan impuestos, puede ocurrir que se recaude menos porque la gente no invierte, “echa para atrás” y la economía no funciona. Comparto sus conclusiones, idénticas a las que puede tener cualquier estudiante o egresado de la tan criticada, incluso por él, Universidad de Chicago. La misma escuela que otras veces él, como muchos otros de sus colegas de izquierda, han intentado minimizar por creer más en el mercado que en el Estado, por ser más realista que utópica, por defender al trabajador para que preserve su trabajo y no al trabajador para que lo pierda y, en definitiva, por buscar más el bienestar de la población en general que el del exceso de burocracia estatal y la provisión de servicios sociales frustrados y frustrantes.

Es cierto
Si la presión impositiva aumenta más allá de un límite tolerable, la recaudación impositiva en lugar de subir declinará. La conocida curva de Arthur Laffer, lanzada al “mercado académico” cuando el reconocido economista —por su participación luego en el Consejo de Asesores de Ronald Reagan— era profesor en la Universidad de Chicago, la ratifica la evidencia empírica estimada para algunas naciones. Es cierto entonces, lo que ha dicho Mujica sobre el peligro de discutir sobre una mayor carga impositiva y no hacerlo sobre la recaudación que se genera.

En varias ocasiones he señalado lo que muchos han indicado bastante antes, algo que se puede probar y que pocos internalizan para oponerse a los aumentos de la presión impositiva. Sea ésta con más impuestos, con aumentos de las tasas de los que ya existen, con cambios “creativos” contables como los que se disponen en las franjas de los impuestos progresivos, o en los criterios de valuación de activos, o en el tratamiento de la inflación en los ajustes de las bases tributarias, o en otros por el estilo. O, como también ocurre, aumentos de la presión impositiva con el establecimiento de cuasi tributos, con efectos equivalentes a aquellos, cuando se disponen sobre precios en las tarifas públicas: “taxation without representation” como los denominara quien fuera también profesor de Chicago y premio Nobel Milton Friedman.

Es que los impuestos reducen el ingreso disponible de la población, lo que afecta a la baja al consumo y a la inversión y en definitiva a la producción y al empleo. Los impuestos reducen el consumo porque el ingreso disponible para gastar es menor y así golpean a la producción y al empleo. Y los impuestos disminuyen a la inversión porque reducen al ahorro que le da a ella, el sustento financiero: menos ahorro es menos inversión. Pero, como bien también asegura Mujica —no de manera técnica pero sí bien práctica cuando dice que más impuestos en Uruguay es para que la inversión se vaya a Paraguay—, más impuestos implican un incentivo a eludir el pago de tributos, o simplemente a evadirlo.

La presión acá
Como en oportunidades anteriores —y para que se entienda bien por quienes no pagan pero reciben servicios sociales— y para dejar en claro lo que en realidad dicen quienes afirman que quien gana más o tiene más debe pagar cada vez más, es importante reiterar que eso ya ocurre y en tal exceso que ya se considera que tiene más y sujeto gravable, a quienes tienen poco, el que apenas tiene un patrimonio o ingreso bajo pero imponible.

Es por eso que el consumo ha dejado de crecer y comienza a caer, que la inversión declina y en términos netos aún mucho más y que sólo se invierte en aquellas ocasiones en las que los impuestos son exonerados, que es lo que pasa con UPM o con todo aquel que busca el incentivo de la desgravación para asignar recursos a una actividad. En nuestro país la presión impositiva —solo por impuestos nacionales— ha subido significativamente y la que más ha aumentado en los últimos seis años ha sido la que corresponde a los impuestos directos, los vinculados al ingreso y a la riqueza o al patrimonio. En 2012, el 36% de la recaudación correspondía a la de esos tributos; en 2018 el 45%. Y eso es en términos relativos, pues si se considera en términos absolutos el aumento de los directos ha sido de más de 1.500 millones de dólares anuales.

Lo recomendable
Los impuestos indirectos o al gasto —como el IVA por ejemplo— son más efectivos en la promoción de la inversión, la producción y el empleo que los impuestos directos como los tributos a la renta o a la riqueza. Pero ante la situación creada y la considerable caída que puede tener la demanda agregada —macroeconómicamente hablando— que afectaría a la producción y al empleo tras la oferta que la abastece, la prioridad hoy no es intentar más presión impositiva, sino consensuar en la necesidad de un abatimiento significativo del gasto público: el de la administración central y el de las empresas del Estado. Hay espacio para, progresivamente ir disminuyéndolo, en un contexto de acuerdo de una política de Estado que configure un nuevo escenario para la seguridad social. Menos discusión sobre impuestos, como dice Mujica, pero más concentración en la disminución del gasto estatal, como no lo dice el ex presidente.

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