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El excesivo gradualismo

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Mauricio Macri se refirió en rueda de prensa a la muerte de argentinos en el atentado de Nueva York. Foto: AFP.

ROBERTO CACHANOSKY

El reciente discurso que dio Macri ante gobernadores, legisladores, dirigentes empresariales, sindicales y demás autoridades, mostró que el presidente no perdió tiempo en comenzar a utilizar el capital político que obtuvo el pasado 22 de octubre.

El dato más relevante fue nuevamente el razonamiento que hizo sobre el flanco fiscal. Linealmente marcó en forma perfecta que Argentina no puede seguir endeudándose eternamente, por lo tanto hay que bajar el déficit fiscal, pero como la gente no tolera pagar más impuestos hay que bajar el gasto público. En ese punto se detuvo en lo que gasta el Congreso de la Nación, en particular la biblioteca y las legislaturas provinciales.

En líneas generales Macri presentó un escenario de cambio basado en 2 ejes en lo económico:

La responsabilidad fiscal, es decir, controlar el déficit, tanto de la nación como de las provincias.

Medidas para fomentar el empleo.

Las primeras medidas anunciadas en esta segunda etapa del gobierno de Cambiemos fueron realizadas por el secretario de Hacienda, Nicolás Dujovne, quien presentó una serie de cambios impositivos. Las medidas van en el sentido adecuado, ya que son pro inversión al reducir el impuesto a las ganancias para las utilidades no distribuidas, permite la devolución del IVA para las inversiones si no fue absorbido en los primeros 6 meses y empuja el intento de acordar con las provincias la reducción de ingresos brutos y sellos; claro que como contrapartida hay un aumento del impuesto inmobiliario que perjudica al sector agropecuario. El impuesto al cheque podrá tomarse como pago a cuenta de ganancias, sin embargo no se dijo que se eliminan los anticipos de ganancias, con lo cual el impuesto al cheque pasa de ser transitorio desde 2001 a permanente y se transforma en un anticipo diario del impuesto a las ganancias junto con los anticipos tradicionales.

Está bien orientado, al establecer un mínimo no imponible de aportes patronales sobre la nómina salarial, aunque por los cuadros que mostró Dujovne esa reducción del costo laboral va a ser muy gradual.

El interrogante es si todas estas medidas alcanzan para revertir la baja tasa de inversión que tiene la economía argentina. Como dice el presidente, su objetivo es reducir la pobreza, pero para conseguir ese objetivo necesita un verdadero tsunami de inversiones que permitan incorporar a los 250.000 jóvenes que se incorporan anualmente al mercado laboral, transferir empleados públicos al sector privado y lograr que los que viven del contribuyente cobrando planes sociales, pasen al sector privado para tener un trabajo.

Las medidas impositivas anunciadas por Dujovne son gradualistas en la reducción de impuestos. Según el ministro, el estado sacrificará en los próximos 5 años, 1,5 puntos del PIB en recaudación tributaria con las medidas anunciadas. A esto hay que sumarle los 2 puntos porcentuales que ya le costó la reducción de derechos de exportación y alguna rebaja de impuesto a las ganancias para las personas físicas. Esto quiere decir que en 7 años habrá disminuido la presión impositiva en 3,5 puntos del PIB, es decir a razón de 0,5 puntos por año.

La presión tributaria consolidada nación, provincias y municipios, estaba en el 21/21,5% en la década del 90 y el kircherismo la llevó al 37%. Es decir que para llevarla nuevamente a los niveles de los 90 hay que bajarla 16 puntos del PIB. Si el ritmo de reducción de la carga impositiva es de 0,5 puntos por año, llevaría 32 años disminuir la presión tributaria hasta los niveles de los ´90. Luce como demasiado gradualista.

La duda que surge es si este marcado gradualismo converge hacia el equilibrio fiscal como se intenta lograr desde el gobierno. Es que el gradualismo exige de continuar endeudándose para cubrir el déficit fiscal hasta que se alcanza el equilibrio de las cuentas públicas. Ese endeudamiento se traduce en dos aumentos de gasto público por intereses a pagar. En primer lugar, al subir el stock de deuda pública aumenta el gasto en intereses a pagar, con lo cual el esfuerzo por reducir el déficit se neutraliza en parte con este incremento del gasto. Por ejemplo, los intereses pagados en los primeros 9 meses de 2016 sumaron $ 83.989 millones y en 2017 fueron $ 148.610 millones, un aumento del 77%. De manera que los intereses de la deuda que toma el tesoro pasaron de representar el 6,3% de los gastos corrientes en 2016 al 8,8 en los primeros 9 meses de 2017.

Pero como el BCRA le compra los dólares al tesoro, luego le entrega pesos a cambio y finalmente retira parte de esos pesos emitidos colocando Lebac, ahí tenemos otro stock de deuda que paga un interés del 27% anual. Siendo que el stock de deuda ya está en $ 1,1 billones, los intereses devengados son de $ 297.000 millones anuales, casi un 50% más que los gastos corrientes de un mes del sector público nacional. Dicho de otra manera, el gradualismo tiene un costo financiero que tiene una velocidad que puede neutralizar los esfuerzos por reducir el déficit fiscal. En mi opinión, sería más conveniente tomar deuda para reestructurar el sector público, bajar el gasto y permitir una más rápida reducción de los impuestos para hacer crecer la economía, que apostar a un gradualismo que puede no converger hacia el equilibrio fiscal y depende siempre de cuánto puedan financiarnos el déficit fiscal desde el exterior.

En síntesis, un excesivo gradualismo como para dominar la herencia recibida del kirchnerismo puede terminar agravando la situación económica. Sería mejor que el entusiasmo que transmite Macri se traduzca en más acción y menos inmovilismo.

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